La ‘talibanización’ del movimiento animalista
La semana pasada nos dejó Mel Capitán, una apasionada de la caza, una amante de los perros, una conocidísima y querida bloguera en el ámbito cinegético. Tenía 27 años. Se suicidó. Las causas exactas que le condujeron a tomar esta decisión no están claras y pertenecen a su intimidad, familia y allegados mas cercanos. Pero el caso de Mel Capitán ha removido de su letargo al mundo cinegético, ya en prealerta por los diferentes acontecimientos de los últimos años.
Después de su muerte, el mundo animalista, no una minoría sino una mayoría de su masa crítica, no por tanto la excepción sino la norma, se ha regocijado y recreado con la muerte de esta joven, con vídeos y comentarios que dan ganas de vomitar, que ponen los pelos de punta. Pero además, antes de su muerte, sobre todo estos dos últimos años, Mel sufrió el acoso casi a diario del movimiento animalista, pintadas en su casa, amenazas de muerte, por carta y RRSS e incluso campañas orquestadas para presionar la empresa donde trabajaba para que le echaran, con visitas intimidatorias a sus jefes incluidas. Su pecado, cazar de forma legal y reglada en este país.
Hace tiempo que vengo diciendo que el movimiento animalista representa a la perfección la perversión e hipocresía de esta sociedad podrida. Son algo maligno, que sería conveniente atajar, porque crece. Se arrogan de lo ético y moral para después alegrarse de la muerte de sus congéneres, de cazadores, toreros y sus familiares, entre otros. Los que no están con ellos están contra ellos. El paradigma del extremismo y polarización de la sociedad que tanto les gusta a algunos. Los comentarios que expectoran dejarían perplejo hasta al criminal más despiadado. Desean incluso la muerte a niños que manifiestan su afición por los toros, como el chico de 8 años valenciano, enfermo de cáncer, que al final falleció de su enfermedad, pero al que se le hizo una corrida benéfica. Lo dicho, deseando la muerte de un niño de 8 años ¿Qué puedes esperar? Son un movimiento de carácter fascista y tintes talibanes.
Hace poco, en Galicia, abuchearon a una niña ciega de 15 años por «explotar» a su perro guía. Porque este movimiento no quiere que existan perros guía para ciegos, perros policía o perros para detectar drogas, explosivos, o gente atrapada después de una catástrofe. Lo consideran explotación animal. Sinceramente dan miedo, pero les votaron 400.000 personas en las últimas elecciones. Todas ellas cómplices de este extremismo que irradian. Mi más sincero pésame para familiares y amigos de Mel. Mi más sincera repulsa para quienes representan una sociedad venida a menos, carente de valores, vacía, ahogada por un rencor derivado de la frustración de lo que les hubiera gustado ser, pero en lo que se han quedado por mala suerte, falta de actitud, de aptitud o ambas. El resto no no tenemos la culpa de vuestra vida miserable. Alegrarse por la muerte de alguien con ese odio tan visceral es francamente preocupante.
Daniel R.