Safari de luna de miel IV
El segundo día, después de desayunar, fuimos a buscar un ñu azul para mí pero no había manera de acercarse a ninguno. Al empezar la mañana sorprendimos a un buen ejemplar de Steinbuck y como yo quería uno lo cazamos. Aquí no hay mucho que contar, la verdad es que fue realmente fácil. Hicimos las fotos y proseguimos con la caza. Luego fue el turno de Pepe, probó suerte con los Springbuck, les tiro 2 veces pero los fallo y al final tiró un blesbuck común y lo mató. Como estaba muy entrada la mañana, nos fuimos al campamento y allí ya estaban los otros compañeros que no habían tenido suerte. Nos tomamos unas cervezas antes de comer mientras comentábamos la jugada y luego, proseguimos con la comida y el descanso hasta las 4 de la tarde.
Por la tarde fuimos a cazar facocheros, pero para desgracia nuestra era mala época, la hierba estaba muy alta y costaba divisar y valorar los trofeos, además, como llovía a menudo era mala época para hacer esperas (Si alguien está interesado en ir a cazar facocheros, es mejor que lo haga de junio en adelante, es mucho más fácil) Nosotros no tuvimos mucha suerte, aquella tarde solo conseguimos ver cuatro ejemplares y no pudimos tirar más que uno Pepe y otro yo. El suyo era joven y yo le tiré de frente partiéndole uno de los colmillos. Al llegar al campamento, Dani seguía sin éxito detrás de un kudu, mientras que Oliver y Rafa mataron 3 buenos ejemplares de facóquero.
Al día siguiente por la mañana, volvimos a buscar el ñu azul que se nos resistía. Dani continuaba con el kudu y Oliver, junto a Rafa, irían a cazar facocheros. No hubo forma de acercarse a los malditos ñus, cada vez que encontrábamos una manada, estaba rodeada de otros antílopes que daban la alarma y echaban a correr. En una de las entradas que hicimos, después de ser descubiertos y según volvíamos al coche, vimos un grupito de 5 o 6 springbucks, tanto comunes como negros, y entre los comunes, había un buen macho. El problema es que los negros se cruzaban siendo imposible efectuar el disparo. Después de casi tres cuartos de hora agazapados pude tirar. El animal calló en el acto y Adam y yo nos abrazamos de alegría. Cuando fuimos a buscarlo no lo encontrábamos porque la hierba era muy alta y fue muy curioso que el pistero, solo con mirar la posición del pasto, dio con él. Era un bonito ejemplar.
Al volver al campamento los compañeros no tuvieron suerte y uno de ellos estaban un poco mosqueado porque decía que no veía facocheros. Yo le dije que sí que los había y que los había buenos, pero que era muy difícil darles caza con el pasto tan alto. Por la tarde nos llevaron a hacer esperas a los facocheros, menos a Dani que sería detrás del Kudu. Pepe hirió a uno que lo perdió. Rafa mató uno francamente bueno, cuando llego decía muy contento: “he mtado al padre de los facos”. Oliver no tiró y yo maté uno que era majo. Con el mío fue curioso que el profesional pasó toda la tarde jugando con el móvil y de pronto como si lo intuyera, levantó la cabeza y dijo: “Faco”. Efectivamente, a más de 200 metros estaba tan tranquilo. Nos acercamos lo que pudimos y lo disparé. El animal encajo el tiro y echo a correr, pero a unos treinta menos, calló frito.
Ese día me acuerdo que después de cenar nos sirvieron una copa como de costumbre. Dani, que no suele beber, pidió un whisky y resultó que no le gustaba. Naturalmente, no se atrevía a tirarlo con ellos allí y por bebérselo para no quedar mal casi le da algo.
Al cuarto día de caza cambiaron de nuevo los grupos. Pepe fue con Oliver en busca de un red hartebeest. Dani seguía tras el Kudu y yo fui con Rafa tras mi escurridizo ñu a buscar un orix para él. Hacía un día de perros, salimos de caza lloviendo a mares y nosotros encima del todoterreno empapados, menos mal que Gloria estaba dentro. Aquella mañana digo yo que se me apareció la virgen porque a la media hora de empezar encontramos un rebaño de ñus. En seguida bajamos del coche y no tardamos mucho en efectuar el disparo. El animal estaba de frente pero el profesional no quiso perder la oportunidad y me hizo disparar. El ñu encajo el disparo y echó a correr, yo lo veía alejarse mientras le decía si efectuaba un segundo disparo, pero no hizo falta ninguno más, de cuarenta a cincuenta metros cayó redondo. Según dijeron otros cazadores que tenían más experiencia, era un animal con un enorme trofeo y al llegar a España, José María, el representante, lo corroboró.
Hecho esto nos fuimos a por el orix de Rafa, al final se hizo con él pero le costó 5 disparos. Aún recuerdo las carcajadas del pistero cada vez que escuchaba el estruendo del rifle de Rafa. Lo curioso fue que mientras no tiramos tuvimos que hacer tres entradas hasta poder acercarnos lo suficiente para poder tirar y sin embargo, una vez hubo un herido, los demás se quedaron mirando que pasaba a un centenar de metros, como si supieran que ellos ya no corrían peligro. También tengo que decir que según el precio de cada animal los ves más tranquilos o menos, por ejemplo, los sables que valían 6000€ pastaban a treinta metros del coche, mientras los springbuck de 130€ no te acercabas a menos de 200 metros. Después de esto, Rafa mató un blesbuck común, que una vez localizado el animal en cuestión, el lance no presento ningún problema.
Nos fuimos a comer y al llegar al campamento, Dani seguía sobre sus quince sin kudu y Pepe había matado un magnífico red hartebeest.
Por la tarde, fuimos a hacer otra espera a los facocheros. Como era domingo, los pisteros libraban por la tarde y a mí me dejaron solo con Gloria en un abrevadero. No matamos nada, ni yo, ni los otros, pero disfruté un montón por todos los animales, sobre todo pájaros, que se acercaban a beber y por el voto de confianza que me dieron al dejarme solo, sin secretario que controlase lo que tiraba.
Aquel día, para cenar, en el aperitivo nos ofrecieron carne seca de kudu tal y como la preparan los nativos y la verdad, no estaba nada mal.