Relato de berrea para Ricardo
Un usuario de cazaworld, nos envia este relato, dedicado a su amigo Ricardo. Bien escrito, conciso y muy interesante, todos podemos ser Ricardo. Aquí os lo dejamos:
Hola Ricardo,
porque me lo pides tú. Estuvimos parte de la mañana dando vueltas con el coche por el término en el que por subasta iba a cazar. El guarda, quería que lo conociéramos. Estuvimos viendo muchos venaos, unos más jóvenes que otros, pero buenos y otros que eran de lo que denominamos, cabrillas. Nada hacía presagiar que iba a poder tirar un venao de ese porte (tiene un metro de largo).
Ya desde el coche se apreciaba que había poca berrea, no se veían carreras y apenas berreaba algún venao. Eso sí, los machos ya estaban solos o con 4 o cinco hembritas, no más.
En una de las paradas, nos bajamos del coche y empezamos a escudriñar una enorme olla, Collaverde.
– “Aquí he matado muchos venaos”-me comenta mi suegro, que era mi acompañante y quien me invitaba a tirar un venao.
En el claro más grande, justo donde terminaban unos grandes robles a unos 75metros de la linde del monte estaba este venao echado, durmiendo, con el cuello estirado y la cabeza en el suelo.
Los ganaderos tienden a hacer quemas de los pastos y es ahí donde sueles ver a la mayoría de las reses (si te fijas está quemado alrededor y es ahí donde la hierba sale con más fuerza y debe de estar más rica que en otros sitios).
– A ese venao le falta una luchadera, es selectivo, podemos entrarle-me comenta el guarda.
Pedazo de trasto vamos a entrar, un veano de un metro de largo se ve grande desde cualquier lugar del mundo y eso, a pesar de los cuerpazos que tienen estos venaos.
– Suegro, ese venao es muy grande, ¿lo quieres tirar tú?
– De eso nada, lo tiras tú.
Esto fue en muy bajito, no fuera a ser que el guarda me oyese y se arrepintiese.
Estuvimos recechando como una horita, durante el cual el venao nos debió de oir, no había nada de aire y levantó la cabeza. En ese momento me empecé a impacientar ante la posibilidad de que se incorporara y se tapara.
Como no podíamos llegar al borde del monte, ya que plantarnos a unos 75 metros del venao, a su altura (era el rececho que menos tiempo nos llevaría, si bien no el más seguro) y sin aire (se oye todo mucho más) era impensable. Decidimos acercarnos a un clarito desde donde intentaríamos tirarlo. Al llegar al clarito se levantó un poco de aire y las nubes que estaban por debajo nos envolvieron a todos (cazadores y venao).
No puede ser, no me lo creo-pensaba.
El tiempo envuelto en nubes nos sirvió para colocarnos un poco mejor, pues al llegar al clarito y ver que las nubes empezaban a envolvernos, me apoyé en la horquilla de un joven roble que no me ofrecía mucha seguridad. Decidimos que sería mejor tirar desde el trípode, así que el guarda quitó el catalejo del trípode y apoyándome en él y sobre mi chaqueta esperé a que se quitaran las nubes.
¿Seguirá ahí cuando desaparezcan? hay que tener en cuenta que estaba algo mosqueado. No paraba de darle vueltas a todo lo que sucedía. Lo mejor era tranquilizarme y esperar a que se quitaran las nubes. Pasados unos largos minutos se despejó y… ahí estaba!
– 235 metros- me dijo el suegro – llevaba medidor.
Además estaba de abajo a arriba, si bien es cierto que no había un desnivel excesivo. Pero había una dificultad añadida, estaba sesgado.
– Si lo fallas no pasa nada – me dijo el guarda – es un tiro muy difícil.
– Voy a tirar – me sentía muy confiado y tenía asumido que acercarnos más era imposible.
Se oyó como pegaba en el cuerpo, un poco por debajo de la tabla del cuello. Se incorporó con gran dificultad y le solté otro pildorazo. No me gusta darle demasiada emoción.
Tardamos una media hora en llegar al venao y luego casi una hora y cuarto en salir por el sitio más sencillo.
Como verás, has tocado mi fibra narrativa. Te enviaré alguna foto, para que veas robles centenarios.
Espero que te haya gustado.
B.