Rececho de machos monteses por Jorge López Arellano

Todo comenzó en mayo de 2011, cuando por encargo de David, me dijo que quería cazar un macho montés en Sierra Nevada conmigo. Me puse manos a la obra y se lo organicé en poco tiempo, pues tengo permisos y cotos en esa zona para cazarlos a rececho.

Llegado el día recogemos al guarda en el pueblo sobre las 8:15 de la mañana y tras una pequeña charla ponemos rumbo al coto, comentando el día que se apreciaba y se avecinaba.

Nos vamos preparando con los prismáticos para escudriñar los riscos y panderas que nos vamos encontrando por la subida hacia el refugio, dónde haremos noche y cuartes general del rececho. En la subida ya vamos viendo cabras con algunos machetes y algún que otro macho que nos hace prestarle atención por el trofeo que porta. Una vez llegamos al refugio de caza, dejamos todos los menesteres de los días de caza y más, mientras nos preparan un tentempié.

Decidimos acercarnos a una zona de riscos dónde localizamos un ejemplar digno de ser observado. Una vez cerca del sitio del avistamiento, nos paramos y observamos hasta localizarlo y comprobar que era un buen trofeo, para hacerle la entrada y dicho y hecho, hasta ponernos a unos 250 metros de él. Le dije al cazador que se preparara y con tiempo, pues el macho aunque estaba solo, no nos extraño demasiado.

Llegado el momento del lance, David, le tira y parece que acusa el tiro, pero sale al trote y poco después se para y le digo, repite el tiro. Vuelve a acusar el tiro pero no cae.

Me voy hasta el lugar del tiro, sigo las pisadas, pues había llovido esa noche y el terreno estaba blando y al poco de recorrer los pasos, doy con sangre, una gotita y muy roja. Con el terreno húmedo y monte bajo difícil tarea tenía por delante. A eso de una hora más o menos y perdiendo el rastro de sangre y poco después de las huellas, di por terminada la búsqueda del animal ya que entendí que había sido un tiro superficial y poco más.

Decido seguir cazando, pues el tiempo apremia y barruntaba lluvia. Ya teníamos niebla y frío, así que decido subir al refugio a tomar un tentempié y seguir cazando hasta caer la noche. Sobre las 12:15 horas, iniciamos otra ronda de rastreo de riscos y panderas… ¡Y bingo! Por debajo de nosotros veo un macho que por el pelaje y la distancia a la que estábamos de él, lo consideré digno de hacerle la entrada.

Llegado el momento de la aproximación entre unas rascas y chaparros, escudriño los riscos pues habíamos perdido el rastro y norte de la situación. Lo veo a unos 100 metro del lugar de la entrada y se lo comento a David y le digo que se prepare. Está buscando cabras y no nos ha visto, pero va solo, muy peligroso en el celo, ya que como te oiga o te escuche lo más mínimo, no lo ves más.

Sitúo al cazador y se prepara para tirar. A unos 240 metros efectúa el disparo y el macho acusa el tiro, aunque era en oblicuo y un tiro difícil, veo que lo engancha por el jamón izquierdo, pero no ha caído en seco, así que hay que ir con cautela. Descendemos hasta el tiro y poco después lo vemos echado con vida, por lo que le digo que lo tire antes de que se levante y con suerte consigue quedarse con él.

Una vez comprobamos que el animal ha sido abatido, nos acercamos, le felicito, pues es un buen ejemplar y apreciamos que llegaría a metal por la cornamenta y el porte del trofeo.

Preparé el trofeo y nos hicimos las fotos con el trofeo, rápidamente, ya que había empezado a llover y con la niebla y el frío queríamos llegar pronto al refugio, reponer fuerzas y comentar la mañana tan intensa que llevábamos de caza. Ya en el refugio, secos y cómodos, nos tomamos una copa de vino para celebrarlo y brindar por la buena mañana y el rececho logrado al macho montes medallable.

Sobre las cuatro de la tarde salgo a observar las panderas cercanas, como llevaba haciendo todo el día y veo un macho montés de 8 años con 5 cabras muy cerca de dónde estaba yo, y sin mediar palabra con ellos, cómo tengo permisos para abatir un trofeo y varios selectivos, no me lo pienso y decido tirarlo por selectivo. Entre la niebla y el agua que caía, no apreció bien el tiro, lo que si veo es que las cabras tiran para un lado y el macho para otro, buena señal. Vuelvo al refugio y David se percata de la movida y me dice: dónde vas y qué has hecho. Le respondo con cara risueña,  un zorro que ha pasado y he probado puntería. Por supuesto, no coló.

Le cuento lo sucedido y me dispongo a pistear el animal, de momento doy con las huellas de dónde han pasado pero sin rastro de sangre. Veo claramente que las cabras se han bajado y el macho ha subido. Tras unos minutos de pisteo y empapado por el agua, me paro, pienso y analizo el lance y… ¡Bingo! Tenía el macho abatido delante de mí. La niebla no me dejaba verlo con claridad. Menudo rececho y día de caza llevábamos. Lo saco y una vez en el refugio me hago alguna foto con él. Caía la noche y todo era alegría y celebraciones por el día de caza.

Una muy buena cena y tertulia, con sus copas y chistes. Era noche cerrada y no dejaba de llover junto a la niebla. Empezamos a planificar el día siguiente, si amanecía despejado o con lluvia, lo teníamos todo controlado.

Me levanté el primero a eso de las seis y media. Avivo el fuego de la chimenea y salgo a ver el día que nos depara, niebla y lluvia, cómo lo dejamos horas antes. Se levanta el personal al ruido y chasquidos del fuego, a eso de las 7:30 nos preparamos un café y esperamos al amanecer.

Tras disfrutar de un suculento desayuno, a las diez de la mañana empieza a aclarar y se levanta la niebla por momentos. Aprovecho para salir a escudriñar la zona de caza y se ven cabras y machetes, junto a un buen ejemplar. Objetivo conseguido nos dedicamos a verlo y a comentar la posible entrada y porte del trofeo… Sigue lloviendo a intervalos y la niebla por igual, se echa, se levante… Las cosas de la caza y su grandeza.

Sobre las 11.30 de la mañana se estanca la lluvia y se levanta la niebla hasta los 2000 metros. Empiezo a escudriñar el horizonte y las panderas de mí alrededor y localizo un macho solitario en estas fechas. Se apreciaba viejo, no es normal. Sigo viéndolo y estudiando su comportamiento y decido comentárselo al cazador, pues ya habíamos hablado por la noche la posibilidad de tirar un selectivo, al cual accedió. Así que monto el rececho y nos ponemos camino al macho, haciendo la aproximación y una vez llegado al lugar escudriño los alrededores y veo que está solo. A por él. Le hacemos la entrada y David se prepara con su Blaser del 308. A 200 metros. Le tira y acusa el tiro, le va a repetir pero le dije que no hacía falta.  Acusa el tiro y busca los toriles para allí dejar su vida. Se echa muy lentamente y buen rato después nos deja su vida y su trofeo para que amemos y respetemos el noble arte de la caza. Por cierto, era un macho de diez años y con síntomas de estar enfermo.