El postureo cinegético y otras artes
Cómo estamos permitiendo que todo este postureo cinegético esté cogiendo tanta fuerza, cómo estamos permitiendo que no se admita una crítica y un pero. Cómo estamos siendo cómplices silenciosos de la palmada en la espalda y del piropo barato a quien se lucra cuando no hace las cosas bien.
El mercado de la caza: eso en lo que hemos dejado en que se transforme nuestra pasión. Las acciones de orgánicas llenas de nombres de fincas con renombre, resultados, estadísticas, euros… comprar bien y comprar seguro. Igual que hemos dejado que evolucione, hemos dejado que cambie la forma de vendérnosla. Antes estaba el boca a boca, el “yo recuerdo que el año anterior”; ahora nos vamos al cómodo clic en un video, una foto o una crónica, a veces en redes sociales, otras en foros varios, y así nos documentamos para intentar acertar en nuestra elección.
Realmente, no lo veo un problema. De hecho, debería ser una gran ventaja, pues tenemos acceso a información de forma cómoda y sencilla. El problema lo veo en la falta de veracidad o en la poca ética profesional, el maquillaje de la realidad… Aquí es donde todos salimos perjudicados, victimas calladas guiadas como borregos por lobos. Pasmados ante vídeos en directo con frases siempre positivas, lecturas de crónicas excelentes donde todo fueron buenas sensaciones, ¿suerte, hipocresía o interés personal?
Es mi opinión personal. Quizá yo este equivocada y sea la única que, a veces, ve como a orgánicas de postín, en machas de renombre, no les salen las cosas bien, sin que sea siempre culpa del tiempo. ¿Soy yo la única que a veces se encara un arma con la marca “tal” y no me resulta satisfactorio su disparo? No digo con esto que yo sea la única que quiera hablar claro. ¡Dios me libre de tal agravio! ¡Ni soy la más digna y seguramente tampoco sea la más sincera! No voy por este camino…
Tan solo intento que me ayudéis a comprender cómo se vive en el mundo de lo perfecto. Obvio es acudir a un cercón y que todo salga a pedir de boca (para mí, esto, lamentablemente, poco tiene que ver con lo que es cazar… pero eso da para otro texto). Lo que sí se puede, pienso, es acudir a un cercón y que las cosas no se hagan del todo bien, y aun así, nos toca releer crónicas perfectas en las que quizá, por culpar a algo, se culpe al tiempo (ese que por ahora no se puede controlar).
A lo que voy con todo este mareo de contar y no decir, es tan solo a intentar analizar qué nos está ocurriendo.
Cómo estamos permitiendo que todo este postureo cinegético esté cogiendo tanta fuerza, cómo estamos permitiendo que no se admita una crítica y un pero. Cómo estamos siendo cómplices silenciosos de la palmada en la espalda y del piropo barato a quien se lucra cuando no hace las cosas bien. En el mundo, quien trabaja o se mueve, se equivoca; si algo me ha ensañado mi padre es que la perfección no existe, y que quien siempre hace todo bien es porque poco hace.
Resulta muy obvio pensar que si te patrocina la marca “tal” no puedes decir en un vídeo que te deja mucho que desear ¿no? O si te invitan para que cubras la montería “pascual” está feo decir que tu postura no era correcta o el potaje estaba frío, ¿no?
Y no culpo a las orgánicas o a las marcas, pues a fin de cuentas hacen como discretos “yo pago, yo quiero”. Culpo a quien se lo da, a quien se deja comprar, a quien no tiene valor para decir “esto no estuvo bien”. Son culpables de idealizar un mundo que para nada es ideal, pues en la caza como en el amor también se sufre. La caza también tiene sinsabores y dolores; la caza, o lo que algunos llaman caza, es de todo menos perfecta.
Si queremos terminar con los monopolios ladrones, con los engaños aplaudidos, antes tenemos que dejar de ser hipócritas y encauzar nuestras crónicas, que no es oro todo lo que reluce y que la caza no es siempre ese dulce pasear entre jaras.
Estamos rodeados de fraudes, esos que pocos se atreven a destapar, y quien los destape o tenga una opinión contraria a la idílica y bien vista, está colocando en su nuca una diana y pasa a ser víctima del murmullo siempre a las espaldas. Vivimos en una sociedad cinegética donde ni se está preparado ni se quiere escuchar una opinión fuera de la del baile al son que toquen sus palmas. Y así nos va, embobados frente a vídeos de charlatanes que nunca se mojan y nunca arremeten, releyendo crónicas donde nunca sale que el día no cumpliera las expectativas… Somos ese borrego ciego guiado por el mismo lobo.
Hagamos examen, seamos sinceros… Aunque para ello tengamos que colocarnos la diana en la nuca (porque nadie nos la colocara en la frente) y, ¡ojo!, que yo en este mundo de la caza no soy nadie ni pretendo serlo. Que seguramente mi opinión sirva de poco y a nadie importe, y quizá de este mundo aún me quede mucho por ver y, sobre todo, por aprender. No pretendo con esto ser ejemplo de nada ni para nadie, pues como dije la perfección no existe. Pero como usuaria cansada sí que puedo permitirme el lujo de decir, a quien corresponda, que me apetece leer y escuchar más realidad; que, por dura que sea siempre, será de más utilidad que la falsa modestia y la hipocresía echas crónica…
Y a los que tienen la suerte de vivir esa perfección, ¡enhorabuena!, pues tenéis la gran suerte de disfrutar de algo que ni la caza, por su propia razón de ser, tiene: perfección. Como amante de esta pasión llamada caza os puedo decir que, si la caza no es duda, no es imperfección, no es sobresalto e improvisación, amigos míos, es todo menos caza, es todo menos montería.
Ana B. Marmolejo