¿Por qué ser podenquero?

16 julio, 2019 • Opinión

Si no has tenido nunca la suerte de poder disfrutar de uno, quizá puedas tenerla algún día, pero recuerda, el podenco no caza para ti, caza contigo

Hace poco hablaba con un buen amigo mío de perros, algo casi rutinario, y recordaba con nostalgia los tiempos en los que peinaba el monte junto a la rehala. Aquel tiempo de campaneros, mastines, algún regalgo y más de un ibicenco. Aquel tiempo de agarres, de trabajo duro pero de diversión ilimitada. Por aquel entonces andaba yo por los 14 años, algo ha llovido ya… Recuerdo mil y un lances que ahora no voy a contar porque son alimento de muchos otros artículos.

A la vez que recordaba con nostalgia esos tiempos, que no eran mejores sino diferentes, me vino a la cabeza un recuerdo de algo que rondaba mi cabeza desde hacía mucho más tiempo, cuando aún no sabía que era un andaluz, un canario o un ibicenco y recuerdo que le dije: «Cuando era un crío, no me preguntes por qué, pero siempre me imaginé de mayor en el campo con mi podenco chico colorao». Nada más lejos de la realidad.

El embrujo de los ojos de miel

Aún no recuerdo el porqué de aquel sueño, pero probablemente fue algo tan simple como haber visto a uno de nuestros compañeros de caza, ya fuese cazando o no. Estoy seguro de que quedé maravillado por su perfecta y estilizada estampa, su nobleza a veces tan esquiva, pero tan incondicional con el que sabe hacerse digno de ella. Quizá fue su hipnotizadora mirada, extraída directamente del monte, del mismo color de la de sus parientes salvajes.

Unos cuantos años han pasado ya, y por mi vida han pasado ibicencos, campaneros, portugueses, charnegos o xarnegos, andaluces… y cada día entiendo mejor aquel sueño. Quizá fue el destino, ya que lo que empezó como una imagen idealizada de un niño ha terminado convirtiéndose en un amor incondicional a esta raza a la que con el tiempo espero devolverle parte de todo lo que siempre me ha dado.

El amor por el podenco

¿Por qué elige uno ser podenquero? Quizá por amor a lo bello, a lo salvaje, a los amores difíciles, quizá por la versatilidad de esta raza. Por la afición del xarnego, la majestuosidad del ibicenco, la perfecta estampa del canario o la valentía del campanero. Quizá por el aspecto salvaje del orito, la dureza del andaluz, el cazar peculiar del portugués o por los movimientos escurridizos del maneto.

Quizá por amor a los retos difíciles pero bien recompensados, por la rigurosidad en la cría, por la esencia de esos lances, a veces tan difíciles pero a la vez tan bellos. Y es que, ¿cuántos podenqueros he escuchado decir que han preferido el lance del podenco a poder abatir la pieza?

Podría seguir y extenderme hasta el infinito. Seguro que más de uno ahora mismo recuerda al igual que yo innumerables razones por las que cuando se tiene un podenco, uno nunca puede dejar esta raza.

Cazador de conejos, de jabalíes, de perdices y liebres, pero también de corzos, codornices y de cualquier presa que tenga la osadía de medirse con él. Da igual la raza, la talla, el terreno, él siempre cumple y sorprende. Él siempre enseña y eleva la caza a un nivel superior, porque como me dijo una vez un gran podenquero, ante mi esperanza de poder enseñar a cazar a mi podenquillo: «No tengas prisa amigo, porque si lo sacas mucho al campo, con un poco de suerte el podenco te enseñará a cazar a ti». Y cuánta razón tenía.

¿Por qué ser podenquero? Porque no encuentro otra raza que entienda y se compenetre mejor con la verdadera esencia de la caza, y más de uno sabrá perfectamente a lo que me refiero.

Agradecido a este mágico perro

Muchos años han pasado ya de aquel sueño utópico de niño, y muchos podencos por mi vida. Lo que puedo asegurar es que ese sueño se ha convertido en un amor verdadero de esos en los que debes dar, pero siempre acabas recibiendo más. Una forma de vida en la que la ilusión se convierte en rutina, la caza en arte, y en la que uno jamás se siente solo. Porque como dije anteriormente si uno se hace digno de ello, siempre obtiene la más absoluta lealtad y nobleza.

Si no has tenido nunca la suerte de poder disfrutar de uno, quizá puedas tenerla algún día, pero recuerda, el podenco no caza para ti, caza contigo, y si entiendes el estrecho lazo que debes tener con él, las alegrías que te puede regalar son infinitas.

J. Javier Calonge


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