Nueva experiencia, la montería.

Todo comenzaba el viernes, cuando Juanjo, Bernardo y yo partimos hacía Mestanza, dónde rodeado de buen ambiente y mejor gente, pasamos la noche, entre comida, chistes y sobre todo, muchas anécdotas cinegéticas. El ambiente, la verdad es que era insuperable.

Nos levantamos algo antes que los demás asistentes a la montería y fuimos hacia Solana del Pino, término en el que se iba a realizar. La organización lo tenía todo preparado, el terreno que se iba a cazar era muy cerrado pero muy bonito, la primera impresión fue buena.

Las agujas del reloj marcaban un poco más de las nueve, cuando los cazadores, entre saludos y tertulias nos pusimos a desayunar. Las migas, por supuesto, no pudieron faltar. Cuando todos habíamos desayunado, se realizó el sorteo. Todavía no llovía y todos rezábamos porque no lo hiciese, aunque el cielo amenazaba lluvia, y así fue, no paró de llover en toda la mañana.

Una vez adjudicados los puestos nos dirigimos hacia ellos, yo iba a compartir puesto con Bernardo, y nos tocó un puesto que para mí escopeta era ideal, un tiradero corto. Nada más comenzar, salió un vareto que se nos quedo mirando varios minutos. Pensé: si ya nos ha salido un vareto y llevamos diez minutos, la que nos depara…

Delante, teníamos un monte de jaras muy cerrado, y no veíamos nada, pero se escuchaba las carreras de los animales rompiendo monte, que salían por los puestos situados más abajo. Cada vez que escuchabas partir las jaras cerca, los pelos se te ponían de punta y te preparabas para su posible salida. Lloviendo fuerte y con un aire desagradable, pasamos toda la mañana Bernardo y yo en el puesto, sin tener suerte alguna. También vimos un ciervo, algo más grandecito, escaparse por dónde nadie lo podía tirar.

Cuando se terminó de dar la mancha, nos fuimos todos a la junta. Por el camino, hablando con los demás cazadores, confirmamos lo que ya sabíamos, nuestra armada no había tenido mucha suerte, y es que no se habían escuchado tiros de ella.

Al llegar, preguntábamos a los demás compañeros que habían hecho y parecía que el resultado había sido bastante bueno: 14 venados, 8 jabalís y 1 cierva.

Mientras comíamos, hablando con Antonio Vargas, me comentó que él había cazado un venado de 11 puntillas. Me preguntó que si había cazado yo algo, y como la respuesta fue negativa, me regaló su venado, que cuando llegue del taxidermista lucirá en mi habitación. Desde aquí le quiero dar las gracias.

Tras comer y pasar un buen rato charlando entre cazadores, Juanjo, Bernardo y yo, pusimos rumbo de regreso hacía nuestras casas, acompañados por la lluvia. La condenada no nos abandono en todo el día.

Esta montería, organizada por Cazaworld, es la primera a la que he asistido. Me he dado cuenta que es otra modalidad muy bonita, llena de tradición. Se puede decir, que la montería sin las tertulias entre amigos y cazadores, pierde todo lo que es. Es otro tipo de caza distinta a la que había practicado hasta ahora,  ésta modalidad, se basa en la caza, pero se fundamenta en la amistad y en la tertulia.