Muerte escrita
Tras el revuelo formado en redes por los continuos abusos sufridos por nuestras mujeres y amigas cazadoras, me quiero pronunciar como carta de despida de la red donde me movía activamente para defender la caza. Estas plataformas virtuales, conforman un mundo oscuro que desde hace tiempo me produce bastante repudio.
El mundo de las redes sociales muere por la boca o, mejor dicho, por los dedos. Los criterios que rigen estas, en el caso de Twitter, cero sobre lo que mostrar, comentar, publicar… es irrisorio cuanto menos. En el caso de ‘la gran azul’, Facebook, tan pronto ves una alarma visual que anticipa escenas violentas, como libre albedrío para soltar todo tipo de improperios en forma de comentarios.
Hará dos semanas se publicaba un vídeo en el que se mostraba una lucha entre un zorro y un tejón por una zorrera. Pura naturaleza. La ley del más fuerte en estado puro. Se producían las acometidas por parte de los dos animales y, en cuestión de un minuto de vídeo —con, quizá, 20 segundos de “lucha”—, finalizaba con el joven zorro abandonando el lugar. El vídeo tenía una traba para verlo, esa alarma que te anticipaba que se trataban de imágenes violentas; la misma alarma que salta con vídeos sobre peleas o abusos entre personas. La sensibilidad ha sobrepasado los límites permisibles y, en la era de la censura, se cumple que una imagen valga más que mil palabras. Queda relegado el listón de la cordura a la altura del betún, comparando la violencia con la naturaleza. Donde no existe censura vive el desahogo, la verdad absoluta de los que todos se creen poseedores, la libertad para atacar sin ser reconocido; un claro blanco para acometer y lastimar sin miramiento alguno.
Tras el revuelo formado en redes por los continuos abusos sufridos por nuestras mujeres y amigas cazadoras, me quiero pronunciar como carta de despida de la red donde me movía activamente para defender la caza. Estas plataformas virtuales, conforman un mundo oscuro que desde hace tiempo me produce bastante repudio. Cuentas que conforman barreras desde la que atacar para desear la muerte, abusos sexuales y/o maldades sobre familiares. Unos pocos de caracteres y nos convertimos en juristas con capacidad de criticar y juzgar sin conocimiento, por encima de la ley. Por disfrutar de una pasión, asesino. Por trabajar —y sarna con gusto no pica— por el bienestar de nuestra fauna en meses flacos, asesino. Por cazar un animal y mostrarlo o simplemente comer su carne, asesino. Los insultos a la orden del día, sin una regulación ni filtros. Asesinar, según la Real Academia Española se define como “matar a alguien con alevosía, ensañamiento o por una recompensa”. Se tiene el poder para llamar a una persona asesino cuando, tras muchos años de estudio sobre legislación y en un juzgado, se es conocedor de todo lo acontecido a la perfección. Utilizar de manera gratuita una palabra tan fuerte no debería quedar impune en ningún momento.
Entonces, ¿quién regula la sensibilidad de los contenidos cuando se ponen a la misma altura delitos tipificados que actos naturales y legales? ¿Qué armadura proporcionan los teléfonos y ordenadores para que, detrás de una pantalla, cualquiera se envalentone? Las reglas del juego se han vuelto en contra de las personas que no temen a hacer lo que les gusta, en contra de lo que se ha considerado intrínseco al hombre y, lo que es peor, en favor de la ignorancia y el atrevimiento que esta produce.
Tras varios años con una cuenta de Twitter activa enfocada únicamente a la caza, y tras unos meses de inactividad, decido cerrarla por el rechazo que me produce el desamparo que tenemos. Las batallas, aquí, no se ganan y solo se aplazan hasta que un correo nuevo proporcione una cuenta nueva a quien se la reportaron. Quién sabe hasta donde llegará esto, quizá tengamos que contar dentro de no mucho que antiguamente existían documentales que se emitían en televisión, sobre la vida de los animales. Si este es el puerto hacia el que navegan, esperemos que el sol desoriente las ideas y se mantengan a la deriva. A quienes siguen, apoyo y fuerzas porque sois el motor de la caza social. A mis amigas, las que han luchado por abrirse paso como gladiadoras en lo que se supone, equívocamente, un mundo de hombres, no os deseo nada… porque se que nadie os va a tumbar jamás. Lo que comenzó con frases y poemas de sentimientos enrevesados hoy termina, gracias a todos.
Ignacio Candela