Mi primera espera con arco al jabalí
Artículo cortesía de José Villalobos, arquero profesional en Arqueria Robin
Quiero contaros mi primera experiencia en el mundo de la caza con arco, un mundo, en el cual no conocía nada de nada.
Después de un curso de tres meses con mi amigo Moisés y con mi primer arco de poleas, Moisés y yo nos marchamos a realizar un curso de caza con arco a Lérida un fin de semana, y eso fue mi perdición, fue como si me metiesen en vena 15 litros de veneno “arqueril”, fue el detonante de lo que ahora soy, arquero profesional, mi mundo está rodeado de arcos y flechas.
Cuando me compre mi primer arco de poleas un amigo me invito a realizar una espera en su coto, esa noche no dormí, como siempre me pasa cuando al día siguiente tengo alguna cosa de caza, y claro esta como no duermo, me dedico a cazarlos todos en la cama, así pasa en la montería o lo que tenga nunca los cazo, pues los he matado todos ya.
Llegó el día, prepare mi material, un pequeño repaso, arco, flechas, linterna, silla, linterna de cabeza, lo meto todo en el coche y salgo para la espera, a la hora acordada, me reuno con mi amigo en una gasolinera, nos tomamos un refresco y ya de los nervios le digo que nos piremos a respirar campo.
Llegamos al coto, miramos con los prismáticos un poco y veo unos corzos corretear, me empiezo a poner nervioso, nos montamos en el coche y nos encaminamos a la postura, nos acercamos al puesto, esta alto, 6 m.
Bueno pues ya está todo preparado, solo faltan los otros protagonistas, se me hace eterno: los minutos parecen horas, cuando creo que hace dos horas que estoy colocado, escucho ruidos por el frente, algo sube el barranco, es mucho el ruido que hace, escucho gruñidos y chillidos, son una piara de guarros que se están dando cera entre ellos, yo tengo el corazón que se me sale del pecho, cierro la boca por que ya lo tengo en la garganta. Son 7 jabalís de unos 50 Kg. acompañados de la madre, grandísima, les miro con los prismáticos, agarro el arco y realizo todo los movimientos como para disparar, tenso cuerdas, apunto a uno, a otro, a la madre, pero no tengo intención de disparar, pues mi amigo me comento, que entraba un guarrete que no estaba mal.
Con todos esos movimientos me relaje muchísimo, ya que me ayudó para ver que los jabalís no me escucharon, tome aire, estirando el cuello y mirando a las estrellas. La piara comió durante 35 minutos, pasado ese tiempo, estaba mirándoles con los prismáticos, veo que todos al tiempo alzan la cabeza y miran al monte, cosa que hace ponerme en guardia, miro en la misma dirección, no veo nada, solo escucho un gruñido seco y todos los cochinos salen por patas, a mí se me abren los ojos como platos, diciéndome: «hay esta, el guarro que esperaba».
Otra vez, el corazón pegando botes, la garganta se me seca, empieza un picor fortísimo, intentando no toser, tomo un poquito de agua rápidamente y sin hacer nada de ruido. Sin dejar de mirar al jabalí por los prismáticos, el cochino entra en plaza, gruñe a los otros cochinos y a uno que tendría que ser sordo, pues seguía comiendo, se acerco a él y lo lanzo por los aires de un hocicazo. Se puso a comer, no era demasiado grande, pero alzaba algo más que los demás 70 Kg. + ó -, muy tirable, deje posar los prismáticos en mi pecho, agarre el arco muy despacito, muy despacito y cuando lo tenía en mis rodillas monte el disparador, menuda, hasta que encontré la cuerda del loop (la cuerda del loop es donde agarramos el disparador), a la tercera atino, me pongo un poco de lado para apuntarle bien, tenso cuerdas, muy muy muy despacio, a súper cámara lenta, anclo, miro en dirección al jabalí, creo que por esa zona es por donde está, no tenía casi luna, veía el bulto pero no distinguía cabeza de culo, enciendo un milisegundo la linterna para asegurar que mi posición era buena, anclo firme, apunto a la zona de disparo, codillo, respiro profundo, suelto el aire, Dios las sienes me estallan, no sé si se re capaz de darlo con la tembladera que tengo, vamos que me dan una coctelera en ese momento y te saco un daiquiri de narices, suelto el aire despacito y en ese momento me calmo, enciendo la linterna, veo al jabalí, corrijo zona de disparo y aprieto el gatillo, la flecha sale rápida a su destino.
¿Llegara?, en ese momento escucho el ruido mas acojonante que he escuchado en mi vida, un «chaaaaaaaaaasssssssssssssssss», y un «fuuuuu» del guarro. El cochino salió corriendo raudo y lo perdí de vista, madre mía, ese ruido lo tenía dentro de mi cabeza, como si agarras una rama seca y la doblas hasta partirla, ese sonido jamás lo he olvidado.
Cuando estaba terminando el cigarrillo, vi las luces del coche de mi amigo, para, bajo del puesto y al verlo se me empezaron a saltar las lágrimas de la alegría, me abrace a él y empezamos apegar saltos en redondo como niños, riendo a carcajadas.
Sacamos las linternas y al acercarnos al sito de disparo, vimos sangre, empezamos a seguirla y cada poco tenía un charcón, estaba claro que estaba muy tocado, a escasos 30m le encontramos tirado en el suelo muerto, no era un gran marrano, pero para mí, fue y será el guarro más grande que jamás cazare, era mi primer trofeo de arco.
Con él a los pies nos abrazamos y me dio la enhorabuena. Mientras mi amigo se fue a por el 4×4, me puse de rodillas junto a mi jabalí, y me puse a acariciarlo mientras unas lágrimas recorrían mi cara.
Esta es mi historia, espero no haberos cansado con ella, a mí se me han puesto los pelos de punta, mientras lo escribía, recordándolo. Un saludo a todos.
José, Robin para los amigos