Medidas de gestión para la caza de la becada a nivel europeo

Una serie de medidas como la limitación de jornadas de caza o establecer un protocolo durante olas de frío pretenden gestionar la especie y evitar una excesiva presión.

La continua regresión de la población de perdiz roja tanto en densidades como en áreas de ocupación producida a nivel nacional en el último tercio del siglo pasado, conllevó un proceso de trasvase de muchos cazadores “de pluma”, que pasaron de perseguir a esta especie sedentaria de la Península, a dedicarse a la caza de la becada, un ave migratoria invernal que, si bien mantiene una pequeña población sedentaria y reproductora tanto en la Península como en Baleares y Canarias, recala principalmente desde octubre en los países de la Europa mediterránea tras viajar desde sus zonas de cría en el norte, adonde regresará en marzo y abril.

En las comunidades del norte de España, sin embargo, la caza de la becada ya era una práctica común en el siglo XX. En Navarra, desde Améscoa hacia las regiones fronterizas con Francia, en zonas en las que no existe perdiz ni conejo, era algo habitual antes de que se expandiera esta afición por la becada, un ave hasta el momento imposible de criar en cautividad y cuya captura difiere enormemente de la de la perdiz, ya que esta ave confía mucho en su mimetismo, quedándose agazapada hasta el último instante. De ahí viene, precisamente, el apelativo de sorda, ya que no se espanta pese a que el perro, con su campano colgado al cuello, la ronde y espere paciente junto a ella hasta que llegue su dueño. La realidad, en cambio, nos indica que es una de las especies con mejor sentido del oído. La acción de este nuevo volumen de cazadores ha llevado a estudios desde hace años para un mejor conocimiento de la especie y de su adecuado aprovechamiento cinegético. Los cálculos de evolución de su población, sobre todo impulsados desde Francia -país en el que se caza prácticamente la mitad de los ejemplares capturados en el sur de Europa, con cifras que rondan anualmente los 1,3 millones de ejemplares- marcan que la población parece mantenerse estable. Pero las asociaciones o entidades surgidas durante esta expansión de la caza de la becada son las primeras en salir en defensa de una caza racional y sostenible de la especie.

Así lo confirma José Antonio Pérez Garrido, doctor en Veterinaria, Máster Internacional en Gestión y Conservación de la Fauna Silvestre Euromediterránea y miembro de la comisión científica del Club de Cazadores de Becada, que resume las líneas comunes que se están imponiendo a nivel europeo: “Se intenta que la caza no se retrase más allá del 31 de enero;restringirla a un número limitado de días a la semana;establecer un protocolo de olas de frío, ya que los grandes temporales provocan que enormes concentraciones de becadas acudan a zonas costeras o libres de nieve y heladas, donde les cuesta más encontrar alimento y son más fáciles de cazar;el cumplimiento de cupos de captura diarios e incluso por temporada;y hasta la imposición de un carné de capturas para los cazadores con precintos para las becadas abatidas”.

Esta serie de medidas se orienta a mejorar la gestión de la becada y a evitar que se ejerza demasiada presión. Entre ellas, también destaca la caza sin muerte, impulsada para que, una vez finalizada la temporada, se permita durante febrero y marzo hacer salidas con perros de muestra y sin arma. “En esos meses en los que está prohibida la caza, se asegura que quede un plantel reproductor suficiente para el año siguiente, además de facilitar a la becada que se alimente con tranquilidad para viajar con garantías hasta sus zonas de cría”, apunta.

Este ánimo protector tiene su punto de mira en la aprobación de un plan de gestión de la becada a nivel europeo, que afecte por igual a todos los países en los que cría y migra esta ave. No obstante, se antoja un logro complicado, según expone Pérez Garrido: “Se trata de ir negociando, pero si dentro de España no hay dos legislaciones cinegéticas iguales con respecto a la becada, imagínate. Cada región tiene sus fechas de apertura y de cierre, y sus días establecidos de caza. Quizá en los cupos sí que se ha ido imponiendo la cifra de tres piezas por cazador y jornada, aunque todavía existen comunidades, como Aragón, que siguen sin cupo”.

Dentro de esa gestión de la becada, se proponen asimismo los anillamientos, realizados en todos los países y cuyos datos permiten saber cómo ha sido el éxito de la cría en primavera y cuáles son las rutas migratorias. Y la tecnología también ha ayudado a seguirles la pista, como así lo demuestra el hecho de que el Club de Cazadores de Becadas fuera pionero en el 2006 en equipar a varias becadas cada año hasta el momento actual con un arnés radiotransmisor vía satélite, que cada 48 horas emite una señal de localización. La información recogida, mucho más precisa, marca con exactitud la ruta que emprenden y las fechas concretas en las que inician y terminan la migración.

Incluso se han descubierto aspectos sorprendentes, como que entre las becadas llegadas a los países del sur de Europa también hay algunas criadas al este de la cordillera de los Urales, que hasta ese momento se creía que formaban una barrera que separaba dos subpoblaciones diferentes, migrando las del este al sudeste asiático. Pero su alto coste económico, 4.000 euros por cada becada equipada al año, impide que este estudio se amplíe a más de cinco ejemplares al año. En Navarra, también hay grupos de anilladores que fomentan esta recogida de datos. Lo cuenta Ignacio Urriza, delegado del área de la becada en la Federación Navarra de Caza. “Ahora mismo, estamos cinco personas que nos dedicamos desde hace cuatro años a anillar ejemplares, de los que adquirimos datos como la edad, el peso, las medidas… Si soltamos una becada anillada y la recuperamos dentro de tres años, sabremos el recorrido que ha realizado y comprenderemos mejor sus hábitos migratorios”, concluye.

Informa noticiasdenavarra.com