«Me siento feliz y satisfecho por haber superado un reto muy difícil»
El Premio Weatherby 2019 ha sido concedido a José Madrazo, convirtiéndose en el cuarto cazador español que consigue el denominado «Nobel de la caza».
Reproducimos la entrevista concedida a Salamanca24horas por este salmantino que afirma que lo importante no es el premio sino el camino hasta conseguirlo.
Nacido en Salamanca en 1943, ejerció la abogacía hasta su retiro y practica la caza desde aquel momento, puesto que, para su gran afición, la cacería, no existe la jubilación. Comenzó a cazar a la edad de diez años con sus padres, hermano y parientes en su Salamanca natal, iniciando su andadura internacional en 1981, que no ha interrumpido desde entonces.
Su pasión ha sido siempre la caza de montaña que comenzó con la caza de cabras y rebecos en España y por Europa, continuándola después por las montañas de todo el mundo. En total ha conseguido más de 110 animales de alta montaña, entre ellos dos especies diferentes de takin, y los difíciles goral y sirao. Su colección de trofeos de caza, con más de 390 especies diferentes es el resultado de 182 safaris internacionales, visitando fuera de España más de 60 países y casi 200 estados o provincias.
¿De dónde viene este gusto por la caza?
Creo que es algo heredado. Desde siempre, desde que tenía cinco o seis años vi a mi padre preparando su macuto los sábados, para salir de caza los domingos, y le esperaba a su regreso para preguntar rápidamente qué tal le había ido. Celebrando cuando llegaba con unas perdices o varios conejos y pensando en que un día yo podría también cazar. Después en el campo, donde pasábamos veranos y navidades, vi a mis padres cazando, y más tarde cazando yo junto con mi hermano, día tras día. Primero con una escopeta de plomillos, más tarde con una escopeta del 20 de mi madre y por último disparando ya con el 12. ¡Aquello era de mayores! En aquellos años en Salamanca solo había caza menuda, y esa era la que practicábamos. Es después de finalizados mis estudios y trasladada mi residencia a Madrid cuando empecé a cazar la mayor, primero en España y posteriormente en el mundo. El panorama cinegético en España era predominantemente de caza menuda hasta los años setenta, en que las reservas y cotos del ICONA comienzan a ofrecer caza mayor de manera regular y organizada. Posteriormente otros factores como el despoblamiento del campo, la disminución acelerada de las especies de caza menor y la buena gestión de algunas fincas privadas, antaño dedicadas a una pobre explotación agrícola y hoy explotadas para aprovechar los recursos cinegéticos, han propiciado una explosión faunística que permite dedicar la afición cazadora a los animales considerados caza mayor.
¿Recuerda su primera presa?
De caza menuda fue un conejo a la edad de doce años. En la finca familiar, sentado de “espera” con mi madre, en unas peñas sobre divisando unos vivares de conejos y empuñando una escopeta del 20, de mi madre. Del único tiro maté mi primera pieza que me hizo sentir el “tío” más importante del mundo y me hizo pasar de la caza de pajarillos con la escopeta de aire comprimido, a la esfera de los mayores disparando con escopeta de dos cañones. De caza mayor en España fue un muflón en la Reserva de Cazorla, seguido de varias hembras de descaste, lo que me permitió apretar el gatillo varias veces y engancharme creo que definitivamente con el rifle en perjuicio de la escopeta.
¿Cuándo y por qué comienza su andadura profesional?
Creo que mi primera salida a cazar en el extranjero se debió tanto a mi afán de aventura y búsqueda de retos nuevos como a que ya tenía conseguidas las especies de caza mayor que había en España. Primero fueron principalmente cacerías de montaña, un poco después me dediqué a cacerías africanas, por la cantidad de animales que podía obtener en un solo safari, pero después fue el reto más difícil, las especies de montaña, lo que atrajo mi atención. Eran cacerías donde cazabas, con suerte, un solo animal por expedición pero experimentabas sensaciones nuevas, conocías países y gentes muy distintas, y poco a poco iba atesorando unas vivencias que me llenaban. Creo que pasé del “cazador de lance” al “cazador de colección” como definía el gran cazador Valentín de Madariaga.
Permítame que cite aquí a Madariaga, que consideraba tres niveles de cazadores diferenciados. En el primero situaba al que él llamaba “cazador de lance”, que disfruta con cazar cuantas veces pueda sus animales preferidos. El nivel siguiente lo constituye el llamado “cazador de trofeo”, donde se busca un centímetro más al mejor trofeo conseguido de la especie que se persigue. Esto añade un grado de dificultad y te lleva a no disparar si el animal que tienes delante no posee mejor trofeo que el ya obtenido anteriormente. Y por último, el tercer nivel es el reservado para el “cazador de colección”, que busca especies nuevas, abandona cazaderos conocidos y organiza viajes a países remotos en busca de la especie nueva y la aventura desconocida.
En esta línea se mueve el Premio Weatherby. El paradigma de cazador para Weatherby es el “cazador de colección”, más que el de trofeo, y por ende eso busca preferentemente el cazador norteamericano. Si bien en Europa somos muchos los que coleccionamos especies, son mayoría los cazadores que buscan una especie y dentro de ella ir consiguiendo cada vez mejor trofeo. En América también existen cazadores de trofeo, sobre todo en carneros y algunas especies africanas, pero de entre los diez millones de cazadores, con licencia de caza mayor, que hay en Estados Unidos, son mayoría los que cazan por afición y para llenar la despensa. Sin embargo la caza de mayor prestigio social, motor importante para despertar la afición, es la de coleccionar especies diferentes, que fue lo que Roy Weatherby promocionó con el premio por él instituido.
¿Cuál ha sido la presa más especial? ¿Y la más difícil?
De manera general me atrevo a decir que las especies de montaña son las que más esfuerzo requieren, sin olvidar algunas africanas o de caza ártica cuya dificultad es de todos conocida. El esfuerzo físico es importante, pero yo creo que el esfuerzo mental, la capacidad de aguante, la superación de las adversidades tiene incluso más peso, mayor grado de dificultad que el propio esfuerzo físico. No obstante, contestando a su pregunta voy a citar solamente al nyala de Montaña, cuya consecución me llevó a Etiopía en tres ocasiones, de veinticuatro días cada una, y que únicamente en la tercera pude abatir el tan ansiado trofeo. Dicho esto, debo señalar que ese ha sido mi caso, pero conozco a colegas cazadores que consiguieron ese animal en el segundo día de su única expedición. En esto de la caza de animales salvajes, en su propio hábitat y de manera deportiva, cada situación o cacería es diferente y de difícil generalización.
¿Sigue alguna preparación especial?, porque supongo que su actividad requiere mucho desgaste físico.
Para cazar debes estar en buena forma. La caza de alta montaña en particular es muy exigente, tanto en lo físico, como en el control mental. Esto requiere entrenamiento, práctica constante y una buena dosis de tenacidad. Cuando cazas con la frecuencia que yo lo he hecho (mi récord han sido 173 días de caza fuera de España en un solo año) casi no necesitas hacer nada especial, cada cacería es lo suficientemente dura y exigente para que además necesites ejercicios gimnásticos de cualquier clase. Ese nivel de ocupación mantiene tu forma física al nivel requerido. Dicho esto, puedo añadir que en temporadas de menor actividad, subo una o dos veces por semana a lo alto de Navacerrada, a la “Bola del Mundo” (2.300 msnm aproximadamente), ascendiendo a pie siguiendo la línea del teleférico, que arranca desde una altitud de 1800 msnm. Es un recorrido de poco más de un kilómetro, venciendo un desnivel de 500 metros que ayuda a mantener una forma física razonablemente buena.
Ha recibido usted el Weatherby, a parte de otros muchos galardones, uno de los más importantes del mundo de la caza ¿Cómo se siente al haber recibido dicho premio?
A nivel personal, como cazador, me siento feliz y satisfecho por haber superado un reto muy difícil, compitiendo con reglas extranjeras, tan distintas de las europeas, en la consecución de objetivos de caza, con unos parámetros y circunstancias ajenas a la propia cacería y a la calidad del trofeo. Pero, como español me siento orgulloso de haber conseguido para España un reconocimiento en los ambientes de la caza internacional, que nos vuelve a situar en el lugar preminente que nos corresponde. En tal sentido, me cabe el honor de ser el único representante español, (por haber ganado el premio) e incluso europeo, en el Comité de Selección del Premio Weatherby, al igual que lo soy en el Consejo de Administración y en el Comité de Selección de la Fundación Conklin y de su premio.
Respecto a la valoración personal que hago, solo puedo decir que me he demostrado una vez más que los retos importantes, con planificación y esfuerzo, se pueden alcanzar. Este ha sido un desafío difícil, que surgió en mi camino y en el que por unas u otras circunstancias me vi embarcado y no he parado hasta conseguirlo. Lo importante no ha sido el premio, que sin duda lo es, sino el camino para conseguirlo. Ahí es realmente donde ha estado, y está la verdadera recompensa, a lo que hay que añadir la relevancia social e internacional que el Weatherby tiene.
Un premio ganado en cuatro ocasiones por españoles, pero en su gran mayoría por norteamericanos, supongo que le da aún más valor personal a su trayectoria.
Efectivamente soy el cuarto y han transcurrido casi veinte años desde que Enrique Zamácola, el tercero del grupo, y único sobreviviente de ellos, consiguió el premio. Veinte años que el galardón ha sido otorgado a cazadores de Norteamérica y por ello me siento orgulloso de que vuelva a España. Los tres españoles han sido mi referente en la caza internacional, y fue Valentín de Madariaga el que me incitó a competir por el Weatherby cuando conoció que, a la sazón, año 2000, ya había conseguido casi todos los carneros del mundo. No obstante, no entré en la competición hasta el 2008 porque Ricardo Medem, con quien colaboraba en su Fundación Natura, me pinchó afectuosamente para que aceptase la invitación que me hizo la Fundación Weatherby, de la que él era vocal del “Comité de Selección”. Zamácola, que también fue vocal en dicho comité durante unos años, siempre me animó a seguir cazando y sus sabios consejos me han alentado a continuar hasta conseguirlo.
Hay muchas personas en contra de la caza. Usted se considera un cazador que apoya la conservación de las especies ¿Cómo se le puede explicar a esta gente el beneficio que lleva una actividad como la suya?
Las presiones en contra de la caza efectivamente cada vez son más frecuentes en los países occidentales, en los países ricos y satisfechos, de donde proceden los cazadores, pero no así en muchos países de destino en Asia, África y Sudamérica. Allí la caza es algo natural, cotidiano, y además el cazador extranjero es bien recibido por muchas razones, pero principalmente porque con su contribución económica pagando licencias de caza, contratando colaboradores locales, donando la carne de la caza, pagando a los técnicos y biólogos que fijan las cuotas de abate… ha puesto en valor un recurso al que apenas se daba mérito. De hecho, la caza en esas zonas, y la población local lo sabe, ha contribuido a reducir el furtivismo, a respetar áreas exclusivas para la fauna salvaje retirando la cabaña doméstica, a regenerar pastos y a aumentar la población de especies, que en muchos casos estaban al borde de la extinción.
En tal sentido puedo mencionar una especie emblemática de la caza de montaña, como es el markhor. La subespecie de “Bukhara” estaba casi desaparecida en las montañas de Uzbekistán, y las subespecies de “Suleiman”, “Astor” y “Cashemir” sufrían el mismo problema en Pakistán. Bien, en ambos países, con la colaboración de organismos internacionales como la UICN, la WFI, y de organizaciones de cazadores como el Safari Club International, el CIC, y otras, han conseguido suprimir la presión de los ganados domésticos locales y el furtivismo para obtener carne de caza, poniéndole precio a las licencias de caza, fijadas en cupos que atienden a estudios minuciosos de biólogos, y subastando dichas licencias para conseguir dinero que entregan a las poblaciones locales. Los ganaderos de las montañas han visto como el dinero que obtienen y las mejoras que se operan en sus pueblos superan con creces los pobres dineros que obtenían vendiendo cuatro famélicos cabritos o corderos, o comiéndose dos o tres crías de markhor a las que acosaban con sus perros. Así han comprendido que les favorece más dejar el monte para la salvajina, llevándose sus rebaños a otros lugares o quitándolos, y cobrar el enorme dividendo anual que se consigue vendiendo los permisos. No hay mejores guardas para los markhores que los lugareños.
Ha escrito usted varios libros de referencia para otros cazadores ¿Por qué decidió plasmar su experiencia en los libros? ¿Qué valoraciones recibe de los lectores sobre sus obras?
Como ya he dicho en alguna ocasión, distingo tres fases en mi actividad cinegética internacional. La primera es conocer la pieza, su entorno, la geografía del país, las gentes de la caza en él o los agentes que operen localmente. Estudio detenidamente, trato de conocer personalmente a los operadores locales y a colegas cazadores que hayan cazado allí. Organizo mi viaje minuciosamente y paso a la segunda fase, que es la ejecución de la cacería. Durante el viaje y la cacería, en general, no me importa la dificultad o los percances que puedan sobrevenir, considerando todo ello como un reto a superar y una nueva experiencia a atesorar, y trato por todos los medios a mi alcance de disfrutar de las ocasiones que se presenten, así como de conseguir el mejor, por maduro y difícil, trofeo de la especie que persiga.
Y, por último, la tercera fase consiste en poner por escrito esas vivencias para darles permanencia en mi recuerdo, privándolas del carácter efímero que naturalmente tienen. He recogido por escrito todas y cada una de mis expediciones internacionales de caza, en total 183 a fecha de hoy, y fue un amigo, hace años, quien conociendo esta afición mía, me animó a publicar en una revista alguna de aquellas aventuras. Con cierta aprensión al comienzo y mayor soltura con el tiempo, fui publicando distintas cacerías hasta llegar a manos de un editor, “La Trébere, ”que me pidió recogiera en un libro todas mis experiencias cazando los argalis, mítico carnero que habita las montañas del Asia central, y de los que en aquel momento había cazado la totalidad de sus especies. Ese fue mi primer libro, “Ovis Ammon”, que fue bien recibido por mis colegas cazadores, y que por ello me decidió a continuar escribiendo otros.
En cuanto a la valoración de los lectores solo tengo que decir que los cuatro libros que tengo publicados, se encuentran agotados y el editor decidió desde el principio que no hace reediciones. Piensa que si un libro es apreciado quien lo quiera lo encontrará de una u otra forma. Honestamente, yo no participo de su política editorial y soy partidario de reeditar, pero antes que nada respeto su criterio, ¡que hasta ahora nos ha ido bien!