«Me pongo igual de nervioso que cuando empecé hace casi treinta años»

10 octubre, 2017 • Noticias de caza

Cazadores esperando la llegada de palomas en Hondarribia / Lobo Altuna

«Somos exportadores de cazadores. Muchos cazan en Burgos, Huesca, Extremadura, Navarra, Castilla-La Mancha…», apunta Ramón García, secretario de la Federación Guipuzcoana de Caza.

Pasai Donibane, siete y media de la tarde. La plaza Santiago es escenario de un ir y venir de gente poco habitual en el corazón del casco antiguo sanjuandarra a esas horas de la tarde. La noche comienza a caer y son muchos los que parecen entretener la espera en corrillos que se forman en los bares o a la orilla del mar, cuyas aguas reflejan los matices naranjas que tiñen el cielo de otoño cuando el sol se oculta. Unos miran sin cesar el reloj, revelando cierta impaciencia. Otros hacen planes para el amanecer. «A ver si hay suerte… porque de lo contrario, habrá que esperar a otro día», comentan con cierto aire de resignación.

Media hora más tarde, alrededor de un centenar y medio de personas se concentran a las puertas de Usoa, la sociedad de caza y pesca pasaitarra que se dispone a sortear los cerca de sesenta puestos de los que dispone repartidos por el monte Jaizkibel; muchos de ellos, en las inmediaciones de Mitxintxola. Los más afortunados volverán a casa sonrientes sabiendo que a la mañana siguiente podrán disfrutar de una jornada de cacería que llevan meses esperando. Las caras de decepción únicamente encontrarán consuelo veinticuatro horas más tarde, cuando vuelvan a soñar con ser tocados por la suerte.

La escena promete repetirse a diario en las diferentes sociedades de Gipuzkoa a partir del próximo día 12, cuando se abra la veda general de caza menor. La fecha está marcada en rojo en el calendario de cazadores de todo el territorio como Eduardo Egaña, quien confiesa que aguarda con no poca inquietud el arranque de la nueva temporada. «La víspera del primer día que salgo a cazar no duermo por la ansiedad, por la ilusión… Me pongo igual de nervioso que cuando empecé hace casi treinta años, cuando tenía 35», admite, mientras trata de describir esa «mezcla de sensaciones» que le inunda.

Desafortunadamente, no siempre ve cumplidas sus expectativas el primer día. «Quieres ir bien preparado y llevar los perros en condiciones, aunque en condiciones siempre lo están. Quieres tener todo a punto, pero generalmente el primer día suele ser una desilusión, porque estás nervioso y también los perros, que ya saben a qué van», señala.

En sus palabras se verán reflejados buena parte de los más de 12.500 cazadores federados existentes en Gipúzcoa, que representan tres cuartas partes de los federados en todo el País Vasco. La cifra real de quienes practican este deporte en toda el territorio es, sin embargo, mucho mayor. Las licencias de caza que se tramitan superan las 16.500. «Pero en realidad el número es más alto, porque somos exportadores de cazadores. Muchos cazan en Burgos, Huesca, Extremadura, Navarra, Castilla-La Mancha… y los trámites los hacen, en algunos casos, en otras partes del Estado», apunta Ramón García, secretario de la Federación Guipuzcoana de Caza.

Los datos dejan de manifiesto la arraigada tradición, sobre todo familiar, existente en esta provincia en comparación con otras de su entorno más cercano. Las cifras se hallan, además, lejos de amenazar con descender gracias a la puesta en marcha de la escuela de caza, que ha dado como resultado un repunte entre los más jóvenes.«Esta actividad tiene un hándicap a la hora de acceder a ella. Empezar a cazar supone tener que hacer dos exámenes de capacitación: uno para disponer de la licencia de caza y otro para conseguir la licencia de armas. Es más complicado que otros deportes», admite.

Sorteos diarios

Los cazadores premiados con uno de los alrededor de cuatro mil puestos que se sortean cada día en Gipúzcoa madrugan para disfrutar de su afición en plena naturaleza. «Hay que estar ya en el monte al amanecer, porque las malvices pasan temprano», indica Eduardo Egaña, quien admite disfrutar especialmente de las jornadas de viento sur. «Entonces, en Jaizkibel, las palomas pasan por encima de la mar. Es un espectáculo», asegura.

Si la que está a punto de arrancar será una buena temporada es algo «que nadie sabe». «Es imprevisible», insiste Egaña, al tiempo que destaca que ésta es una actividad «social» abierta a que «todo el mundo pueda cazar», incluyendo las personas «de condición más humilde». Según explica, «cualquiera se puede apuntar a los sorteos, presentando los documentos pertinentes de la federación y aquellos que se decidan solicitar en cada sociedad. Es únicamente cuestión de suerte que salga tu número y puedas disponer de un puesto para cazar. Así de simple es este sistema. Eso sí, los días normales con buen tiempo, hay más cazadores que puestos a sortear».

Acceder a estos sorteos que se celebran cada día conlleva un desembolso económico prácticamente simbólico. «En Gipúzcoa están orientados a que tengan un coste mínimo para la persona que se apunta. La normativa está pensada para que con los precios populares se cubran los gastos que genera el organizar esa línea. Por entrar al sorteo, se pagan dos euros y si te toca puesto, otros dos euros más. Ir a cazar una jornada puede salir de media, por tanto, por cuatro euros», señala Ramón García, quien admite que es «difícil cuantificar» otros desembolsos que el cazador ha de realizar para afrontar la temporada.

«Esos precios no tienen nada que ver con ir a cazar a otras regiones, porque ya tienes que tener en cuenta desplazamientos, el alojamiento de la víspera… lo que genera un movimiento económico importante», apunta el secretario de la Federación Guipuzcoana de caza.

Los costes se disparan en el caso de los cotos privados. «El derecho a cazar en uno de ellos supone que tienes que pagar la tarjeta, que puede ir desde los 400 euros hasta lo que quiera uno abonar. En otras comunidades, a diferencia de Gipúzcoa, los puestos de aves migratorias no se sortean, sino que salen a subasta», indica. Otro tanto sucede con las parzonerías. Los precios se disparan, llegándose a pagar cantidades «astronómicas».

Paciencia «infinita»

Independientemente del lugar elegido, lo que no puede fallar es una de las cualidades más preciadas en cualquier cazador: «Tener una paciencia infinita». Así lo manifiesta Eduardo Egaña. «También te tiene que gustar el monte y la naturaleza», añade, haciendo repaso de esas «batallitas» que todo el mundo cuenta y los tiros hechos cuando sale a por perdices, llevando a cabo una caza muy física. «Eso sí, yo me jamo todo lo que cazo», comenta entre risas.

Los cazadores huyen de los tópicos, sabiendo que su figura es «una gran desconocida» para el resto de la población. «La realidad es bien diferente de lo se piensa de nosotros. La mayoría de la gente va a cazar al pueblo, se pega un madrugón, mete veinte mil horas y nunca caza nada…», cuenta García. Pero incluso las jornadas de caza fallida tienen recompensa. «Al final, lo que vale la pena es el almuerzo con los amigos y contar las aventuras que uno cuenta. También las mentiras. De ahí la fama de mentiroso del cazador, como la del pescador. Los días que, además, coges algo son ya una maravilla», concluye.

 

Informa Elena Viñas para diariovasco.com


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