Manual sobre códigos éticos y estéticos de la rehala y la montería española (y II)
No es lo mismo ver a un futbolista o un torero, ambos con su atuendo de gala y traje de luces, respectivamente, que verlos vestidos a cada uno como les parezca, con monos de trabajo, chándal, vaqueros, y trasladando esto a la caza no es igual ver a los monteros y/o podenqueros vestidos con ropas tradicionales de montería según costumbres, verdes, marrones y llevando zahones, tan útiles para el frío, o para entrar en el monte a pistear una res, que verlos vestidos de camuflaje o de paisano corriente.
Continuamos hablando sobre el “Manual para monteros y podenqueros sobre códigos éticos y estéticos de la rehala y la montería española”, redactado por la Asociación de Rehalas de Córdoba en colaboración con numerosos estamentos y organizaciones, que tuve la suerte de recibir por parte de “Gestión Cinegética Galicia”, a través de la Mesa Galega por la Caza, a quienes agradezco mucho su interés por hacérmelo llegar. Este manual ha sido creado principalmente para velar por la seguridad de todos los monteros así como para transmitir los valores estéticos, éticos y morales que todo montero y rehalero deberían seguir para que la tradición montera en su máxima esencia perdure, y no se vea degradada ni desmerecida, más aún en los tiempos que corren.
En el anterior capítulo tratamos algunas normas éticas y estéticas que deben tenerse en cuenta durante la celebración de una montería, y es en esta entrega en la que haremos mención a las rehalas.
La rehala
Los principios éticos y morales que la Asociación de Rehalas de Córdoba predican son los de inculcar en los futuros rehaleros/podenqueros ideas de bien común. Un rehalero/podenquero sin ética será un profesional que antepondrá el dinero y la fama al bien de la actividad de la rehala y esto supondrá un desorden moral en el accionar del individuo y un serio riesgo para el sector al que asiste.
Cuidemos nuestra vestimenta. Según costumbres que nos han llegado y que han perdurado en el tiempo por ser prácticas y estéticas, hacen que en el caso de los rehaleros estos deban llevar ropas de campo, delanteras que tanto ayudan y, por seguridad y normativa actual, algún elemento reflectante como una gorra o un chaleco. Si se quiere cambiar el precio por el rehalero comencemos por cambiar nuestra imagen externa. Luego, el que los perros cacen de forma excelente se da por hecho.
No es lo mismo ver a un futbolista o un torero, ambos con su atuendo de gala y traje de luces, respectivamente, que verlos vestidos a cada uno como les parezca, con monos de trabajo, chándal, vaqueros, y trasladando esto a la caza no es igual ver a los monteros y/o podenqueros vestidos con ropas tradicionales de montería según costumbres, verdes, marrones y llevando zahones, tan útiles para el frío, o para entrar en el monte a pistear una res, que verlos vestidos de camuflaje o de paisano corriente. La montería no se practica sólo con un arma si no con sabiduría, paciencia, cortesía y también deferencia hacia la pieza obtenida. Dentro de este respeto al animal y con mayor razón aún si cabe, el montero debe prestar especial atención a sus más eficaces colaboradores, es decir, los perros de rehala, ya que sin ellos no existiría la montería. Apreciarlos y disfrutar de su trabajo es propio de los buenos cazadores. Ignorar su labor es, entre otras cosas, perder el espíritu y el pleno disfrute del ejercicio.
En cuanto a las rehalas, como ya hemos comentado anteriormente, hay mucha diferencia si vemos a los podenqueros vestidos de campo con ropa apropiada, camisa, coleto y/o zamarra al uso para entrar en el monte, amén de los zahones, que verlos con monos de trabajo que no se sabe si van a la sierra, a cortar el césped o a un taller mecánico. De igual forma, los rehaleros que no entran con sus perros, si quieren elevar su estatus y consideración, esta demanda la deben de llevar incorporada en su discurso.
Hay un objetivo clarísimo en varias Autonomías donde la caza es un recurso abundante, que es fomentar el turismo cinegético, tanto extranjero como del interior, pero lo que enseñamos en el exterior es a veces a unos señores ataviados cada uno como le parece que sueltan perros, a veces en vehículos desaseados y a unos monteros vestidos con bastante desigualdad. Todos tenemos en la mente cuadros de caza del zorro en Inglaterra y Francia. Monteros y perreros muestran una impecable imagen con indumentarias funcionales, pero también bonitas y estéticas. Con perros en excelente estado que transmiten ya de primeras las mejores impresiones. Tan importante como hacer las cosas bien es presentarlas adecuadamente. Varias son las formas que tienden a desvirtuar y que no cabe duda obligan a los buenos monteros a no perder de vista el sentido originario de esta actividad, y a mantener el juego limpio de los monteros clásicos. Les obliga también a impedir que la nobleza, el mérito y la dificultad, sean suplantados por la vulgaridad, el exhibicionismo y la facilidad. Todo para evitar que se pierdan “saberes transmitidos, forma, respeto, honor y cortesía”. De no ser así, lo que era un difícil arte acabará convertido en una simpleza con escaso interés.
Ya la Asociación de Rehalas de Córdoba, desde su fundación en febrero de 1986, puso en práctica su propio código ético, colaborando desde su inicio con Intercaza, de ahí que se encuentre en una posición jerárquica distinta, cuya meta prioritaria es intentar estipular cuáles son las conductas correctas desde un punto de vista moral.
Normas básicas. Aconsejamos que las rehalas estén en posesión de un seguro de Responsabilidad Civil para cubrir cualquier accidente de personas o perros, tanto si les ocurre a ellos como si lo provocan. Asimismo, para su identificación deberán llevar todos durante la cacería los collares de su divisa junto con una chapa identificativa con nombre y teléfono del titular, y más desde la reciente aprobación del nuevo ROC (Reglamento de Ordenación de la Caza). También es obligatorio llevar una chapita con el NIRA (número de identificación registral de medios auxiliares), debiendo reunir condiciones de presencia sanitaria y de actitud, con el objetivo de conseguir una buena actuación en el campo. Igualmente hay que continuar con los estudios científicos necesarios para que la Administración suavice las normas actuales respecto a las tan precisas zonas de campeo y adiestramiento, por fundamentos obvios de bienestar animal. Según la administración, la rehala tendrá en el campo un mínimo de 16 perros adultos y un máximo de 24 perros, pudiéndose incrementar esta cifra en 6 más siempre que estos no cuenten con más de 24 meses. Lo que aconsejamos es llevar 24/28 perros
El toque de caracola. La señal de comunicación o llamada debe ser la caracola; una más pequeña que la normal que tenemos todos en nuestro vehículo debemos llevarla como parte de nuestra equipación a la hora de entrar en el monte, pues es atractivo recibir a nuestros perros con toques de caracola pausados cuando salen del vehículo, que a su vez sirven para indicar a los monteros el inicio de la cacería; igualmente se utilizará cuando finaliza la mano que cazamos y damos la vuelta. El objeto es llamar a los perros que no tenemos localizados. Estos toques son más bellos que el clásico voceo, a veces molesto para los monteros que se encuentran en puestos cercanos.
El uso del trabuco. Debemos recuperar el uso del trabuco y su estampido, sabemos de su incomodidad como la del cuerno auxiliar donde se transporta la pólvora durante las horas de cacería. Pronto los podenqueros van a comprender que bien utilizado puede cazar como varias colleras de perros. Así, un cochino encamado que se resiste a salir pese al acoso de los perros, rompe despendolado de un trabucazo en lo alto de la mata, igualmente cuando los venados torean a los perros dándole vueltas a un cerro sin querer asomarse al limpio. Otro estruendo en la cima los pone en el verdadero camino. El podenquero que sin perros ve una pelota de reses amagadas, tras haber sorteado a las rehalas, se basta con el trabuco para volver a echarlas a la escopetas.
Compromisos y obligaciones. Los propietarios de rehala se comprometen a no soltar sus perros en montería alguna que no se conceda el tradicional puesto de montería y propina al podenquero, siempre confiada en el buen criterio del propietario y en el caso de ir arrendada por la cantidad digna y de mercado que acuerden entre ambos.
Dueño de rehala o rehalero, como quieran llamarnos, tan solo se puede considerar aquel que es el propietario de los perros teniendo capacidad de decisión y responsabilidad sobre ellos. Si los perros no son de uno, jamás podrá considerarse como tal, puesto que al verdadero dueño de rehala, comercial o no, esta afición por los perros y por la montería le supone un capítulo presupuestario muy elevado, asumiendo los gastos de una persona (si no fuera el mismo) que cuida todo el año a los perros, alimentación adecuada, medicamentos y vacunas, mantenimiento de instalaciones, licencias, seguros y además mucho sacrificio y dedicación.
Por otro lado la otra figura, ni sacrificio, ni dedicación, ni esfuerzo, ni nada, tan solo le cuesta lo que cobra al día una rehala comercial. Se debe cuidar a las autenticas rehalas; a las comerciales pagándoles un precio justo que les permita, como mínimo, la compensación a su esfuerzo y a las no comerciales, con el trato que justamente merecen, viendo así compensada la ilusión de hacer buenos perros de caza y mantener toda la gestión que ponen al servicio de la montería.
Los fingidos rehaleros, que digan sin sentirse avergonzados que patrocinan a la rehala de no sé quien y que, si tanto les gusta, que monten una rehala de verdad, pero que no intenten suplantar ni confundir a nadie.
También agradecer a tantos dueños de coto y organizaciones que si valoran a las verdaderas rehalas cuanto se merecen, sin cicaterías, contribuyendo con ello a mantener la ilusión de sus dueños y la tradición montera, consiguiendo propiciar el mejor espectáculo en el monte para el disfrute común, les alabo su buen gusto. Para todos, nuestra mayor consideración y agradecimiento por ello.
La tradición montera representa una riqueza enorme para nuestra cultura y es nuestro deber respetarla, implicarnos en ella, defenderla y hacer que todos los cazadores que deciden aventurarse en ella la conozcan y la transmitan.
J. Javier Calonge
Cazadores con Podencos de España