Madera de Cazador: Baste una esperanza
Capítulo III: Baste una Esperanza
Hubo de acontecer y aconteció, porque ni la más enteriza voluntad de los hombres, ni la azarosa sucesión de las casualidades que en la vida se han de repetir mil veces, ni el arroyo fresco de sonrisa femenina, ni la fuerza brutal o asnal, ni nada de todo, amén, pueden torcer la línea escrita de los acontecimientos, ya se advirtió y de poco sirve decir lo contrario, Cándido Mogedano se trastabilló a la salida del camposanto con el padre Luciano el Día de los Sagrados Difuntos, Cándido por no lanzarse se aculó entre los pies de dos cipreses pero el párroco le echó a la situación unos huevos de bronce y el decir ligeramente miel canela, sería la hora de acabar con el recelo mutuo y proseguir hermanados como hasta lo del lince, el padre Luciano siempre fue concluyente de mirada y locución.
-Cándido, hijo, desecha el malvivir en el que te has sumergido y afronta la vida con la postura necesaria para no caer en el desánimo y la ensoñación podre, la vida está esperando a que te abalances sobre ella con los brazos robustos, retómala, hijo mío, no te enzarces en la espesura de los malos pensamientos que nos han de oprimir la mayoría, anda el camino carretero de tu latente y amortiguada bienaventuranza, sigue esto que te digo y ya está.
Cándido escuchó tenso como la liebre encamada que va a romper, a veces no interpretamos correctamente la palabra benefactora y la mano de ayuda del amigo nos parece espada punzante, Cándido se marchó renqueando a casa y allí se embocó un postazo bastante resolutorio, no, bastante no, terminantemente resolutorio, Remedios Tovajas estuvo lustrando la habitación hasta la madrugada, el cuerpo ya se lo habían llevado, lo enterramos con la brisa de primera mañana y el padre Luciano dijo el responso como ejerciendo su derecho de defensa el Hacedor, la Sociedad de Cazadores de Carbajo nombró al difunto presidente honorario y le puso un pequeño mármol bajo el Cancho de la Negra, se da a entender que es la cigüeña, donde se podía leer en tipografía helvética, A nuestro amigo Cándido, en reconocimiento de su valía como cazador y persona, descanse en paz, Carbajo, 10 de noviembre de 1993, y más abajo con la letra menuda, La Agencia de Medio Ambiente agradece la inestimable colaboración de Cándido Mogedano Gilarte en el inventario anual del lince ibérico en Extremadura, la losa no pasó de aquel invierno, Jerónimo Incera le descargó un balazo trasero que iba para un cochino que rompió hacia la cuerda del monte, la Sociedad no quiso asumir los desperfectos ocasionados por alguien que no fuera socio y Jerónimo acarreó con los gastos de la piedra y pagó su desatada puntería, de una u otra forma siempre nos ha de pesar en la oscura y disimulada conciencia la mala ejecución del disparo y el alcance de sus insospechadas consecuencias, el sargento de la Guardia Civil Atanasio Gilo Ladero se quedó más solo que el uno de bastos, ya digo que es fácil no prever los efectos del lance de gatillo, a Atanasio y a tres números más del puesto de las Casas les invitaron a desfogar la afición con los zorzales en un olivar muy querencioso del norte de la provincia, soplaba como es debido y los pájaros se metían entre los olivos como cohetes, los cuatro se pusieron juntos porque el paso era fino y bien establecido, el sargento traqueteó a placer a diestro y siniestro y cuando quiso parar para el almuerzo ya acertó a comprender la gravedad del percance, el mismo se bajó al cuartelillo de La Pesga para testimoniar el triple homicidio, retiraron los cadáveres antes de la caída del sol y al arroparse la noche los zorros se dieron un festín como en pocos años, hubo a la mañana siguiente un par de gavilanes carroñeando las aves olvidadas y despreciadas, es difícil eliminar en una noche semejantes despojos, también ballesta, azufre en polvo, hachazo, caja trampa, atropello, ahumado de cueva y reventón a caballo son maneras que Máximo Semeo Alfonso empleó con las raposas, nadie sabe por qué se suceden las desgracias agarradas una a otra del rabo como hace la mangosta meloncillo y es verdad que tampoco hay mal que cien años dure y por eso es menester dar con la racha buena y estrujarla sin reposo, los días se suelen suceder con una buena y bien determinada templanza, ya se dijo, que se rompe casi siempre, lo que no quiere decir que sea siempre, por el lado del cántaro que menos se espera o por la espalda, que viene a ser mucho peor, Elviro Ledesma se agarró a la botella en la víspera de San Pedro Regalado y empezó a aullar como una bestia y como Dios le trajo al mundo, enseñando al firmamento sus seis dedos y maldiciendo su suerte, María Flora dudó entre salir corriendo o meterse debajo de la cama, al final llamó al administrador a la una de la mañana y Tomas de la Corte prefirió evitar a la autoridad, podrían reducir a Elviro, nunca se sabe a ciencia cierta, pero sería el billete de vuelta a Chile para ella, lo mejor era dejar que la noche se lo tragase todo, con el nuevo día sería distinto y a plena luz se ven las cosas con un remarcado optimismo, el administrador apareció en la finca pasadas las cuatro de la tarde, Elviro le sonrió y le dio con la mano amigablemente, luego le dijo con una voz desgastada, ya no le hacía hoy por aquí, don Tomás, a qué venir, si no se tiene pericia se pueden confundir al vuelo la ganga y la ortega, la primera hace gan-gan y la segunda triu-triu, dicen que el sisón a contraluz parece un azulón, yo nunca les vi el parecido pero así es como se bajan muchos a raíz de la confusión, el malentendido de la frase hizo al administrador tropezar en la respuesta y sacar la escopeta del maletero, a la charcha con la luna, a los patos vengo, Elviro le acercó con el tractor a la Charcha de la Perra Loca, donde una perra se ahogó por querer morderse el rabo, nunca lo consiguió, Tomás de la Corte hizo en dos horas de reloj un porrón hembra y azulones, veintidós.
En homenaje a Camilo José Cela
Texto: DPS. Dibujos: Pablo Capote.
[Publicado en TROFEO, nº 423 y 424, agosto y septiembre de 2005]