Luchando por una afición
Probablemente, muchos de los cazadores que en estos meses lean artículos de caza de las diferentes plataformas del sector esperan encontrar artículos relacionados con el corzo, el duende de los bosques que a tantos nos quita el sueño y ocupa prácticamente todo nuestro tiempo.
Pero la caza no son solamente las especies cinegéticas que se pueden cazar en cada época del año o los diversos problemas que el sector cinegético viene soportando por las enfermedades, como la sarna, o la sequía o incluso el problema que existe como consecuencia de las nuevas formas de cultivo. Por supuesto, todo esto son problemas importantísimos que debemos solucionar entre todos y a los que hay que prestarles una gran atención.
Pero hoy pretendo acercaros a otro tipo de problemas que algunos cazadores también sufren, pero que al ser una minoría lo sufren en silencio. Estos son todos aquellos cazadores que, por circunstancias de la vida, tienen alguna discapacidad física que les impide practicar este arte como cualquier cazador hace.
Para que todo esto sea más fácil de entender os pongo un ejemplo, una historia real de un compañero que está viviendo esta difícil situación en la que los apoyos por parte del sector están siendo bastante escasos.
Este cazador es un joven con ganas de vivir y de disfrutar de lo que más le apasiona, la caza. Pese a llevar casi la mitad de su vida en una silla de ruedas nunca perdió la afición y la ilusión por seguir practicando la actividad cinegética.
Antes de que sus piernas dejaran de tener movilidad era muy aficionado a la caza menor con perro. No había día de caza que no saliera al campo con sus perros, sobre todo a la caza de la perdiz y también a la codorniz, dos modalidades que siempre fueron sus favoritas y que ahora se ven truncadas por la legislación actual de caza.
En algunos artículos de la ley que regula la caza dicen que está completamente prohibido la caza desde un vehículo a motor. Por dicho artículo se considera que una silla de ruedas motorizada, de poca potencia, es un vehículo a motor.
Seguramente, si hablásemos de estos casos en personas que pueden utilizar sus piernas, la legislación sería más o menos correcta, pero ¿qué pasa cuando la única opción de movimiento para un cazador que no puede mover las piernas es dicha silla de ruedas?, ¿no creéis que cambia la visión de lo que se considera vehículo a motor?
Por mi forma de verlo, todo aquello que pueda beneficiar a que este tipo de personas se integren todavía más en la sociedad, y puedan practicar cualquier deporte o actividad mediante mecanismos que les ayuden a ello, debe ser bien recibido por todo el colectivo cazador. Deben ser aprobados en todas las sociedades de cazadores y, lo más importante, deben ser incluidas en las leyes de caza que rigen dichos actos.
Porque la caza, señores, no es caza si no hay compañerismo; no es caza si no hay unión; no es caza si no somos conscientes de que este tipo de problemas existen y que todos debemos moralmente ayudar a estas personas que nos demuestran que todo se puede.
Muchos leeréis esto y pensaréis, “no es mi problema”, “yo puedo andar” o incluso muchos dirán “que se busquen otra afición“ o “que se resignen a permanecer siempre en un puesto fijo”. Pero señores, recuerden que esto nos puede pasar a todos y a todos nos gustaría que nos dejasen utilizar el desarrollo para poder seguir con nuestras aficiones.
Así que mi artículo, este mes, va dedicado a todos aquellos que, como mi amigo, luchan día a día por vivir, por llevar una vida normal dentro de su problema y por superarse cada día dando a los demás la lección de que todo se puede. Los límites los ponemos los seres humanos.
Bea Alcoya