Los animales no fallecen
Oigo en Canal Sur que una hembra de lince ibérico «falleció» a causa del estrés producido al ser capturada y trasladada para ponerla a salvo del incendio de Moguer. Debe ser cosa del libro de estilo de la folclo-cadena televisiva porque hurgando en su web leo que en su día informó que «un lince ibérico perteneciente al centro de cría en cautividad de El Acebuche ha fallecido a causa de la Enfermedad Renal Crónica» o que «fallece Morena, lince fundadora del programa de cría en cautividad». Y no solo es Canal Sur. Para un colaborador de La linterna de la COPE o la presentadora del telediario de las 9 el animalito también falleció.
Pues no, miren ustedes. Según el Diccionario de Uso del Español de María Moliner fallecer solo debe utilizarse cuando muere una persona. Es cierto que la RAE no distingue entre la muerte humana y la animal e incluso entre seres vivos y objetos (segunda acepción: «dicho de una cosa: faltar o acabarse»). Pero también lo es, como María Moliner sanciona, que el uso general ha establecido que se aplique solo a los humanos. Los animales mueren, no fallecen. El uso general considera la muerte humana distinta de la animal y superior a ella, aunque solo sea porque el ser humano -a diferencia de los animales- es consciente de su naturaleza mortal y del hecho de su muerte. Una situación a la vez trágica y superior. Pascal, ya saben: «Cuando el Universo lo destruye, el hombre es todavía más noble que quien lo mata, porque sabe que muere, mientras que el Universo no sabe la superioridad que tiene sobre él». Esta superioridad se paga tan cara en desasosiego y angustia que no pocas veces los humanos envidian a los animales. La eutanasia (del griego euthanasía, muerte dulce) no deja de ser la aplicación a los humanos del sacrificio de los animales para que no sufran. Recuerden «¿Acaso no se rematan los caballos?» de Horace McCoy o que cuando alguien fallece rápida y sosegadamente se dice «se quedó pajarito».
Conviene mantener en el uso común de la lengua las diferencias entre seres humanos y animales. Aunque lo veo difícil en este momento disparatado en el que Parlamento Europeo estudia convertir los robots en objetos de derechos civiles. Es decir, que cuando el astronauta desconecta el ordenador HAL 9000 en «2001 una odisea del espacio» está cometiendo un asesinato y la puñetera máquina que se cargó a toda la tripulación no se apaga, fallece.
Carlos Colón
Publicado en diariodecadiz.es