Los 55 arqueros que dan caza al jabalí en Madrid

La población de jabalíes se ha disparado en entornos urbanos y la forma elegida por algunas administraciones para controlar esta expansión es su caza con arco. Ejemplo de ello es el Servicio de Controladores con Arco de Especies Silvestres (SCAES) de la Federación Madrileña de Caza. Desde el 2011 trabajan sin cobrar con la Comunidad de Madrid para controlar cabras montesas y jabalíes. Los animalistas están en contra de estas prácticas y proponen «alternativas no letales».

Paco nunca ha empuñado un rifle. Al anochecer llega a su árbol y antes de subir se pone el traje de camuflaje en tonos blancos y negros encima de la ropa térmica. Ahí arriba, mimetizado con las ramas, el frío corta la piel. Mediante unos arneses sube cuatro metros hasta la mitad del encino apoyando los pies en tacos de madera que ha instalado previamente. Viendo a este funcionario de la administración local trepar con esa agilidad nadie diría que tiene 51 años. Cuando está ahí arriba, sentado en una tabla de madera, sube el arco tirando de una cuerda. Paco ya está listo y avizor. Sólo falta divisar la diana. Al animal.

Los arqueros practican en el campo de tiro / Sergio Enríquez-Nistral

Los arqueros practican en el campo de tiro / Sergio Enríquez-Nistral

Él es uno de los 55 arqueros veteranos encargados por la Comunidad de Madrid de limpiar el exceso de jabalíes en la región. Forman todos ellos el Servicio de Controladores con Arco de Especies Silvestres (SCAES). Los hay ingenieros, empresarios, escritores, veterinarios… que se suben cada noche a los árboles de municipios y dehesas para solucionar uno de los problemas que cada vez más preocupa a las instituciones ambientales. Ninguno cobra un céntimo por abatir a los cerdos salvajes. La absoluta efectividad es su carta de presentación. Han lanzado 263 flechas y han abatido a 202 jabalíes, 58 cabras montesas y tres ciervos. Pleno. Y es la primera vez que dan la cara ante la cámara de un medio de comunicación.

«Muchas noches —cuenta Paco— pasamos cuatro horas arriba esperando sin ver a ningún animal. Y cuando sí sucede, lanzamos la flecha a unos 14 metros de distancia, únicamente si les tenemos a tiro seguro. Si no, nuestra labor es asustarle». Cuando dan caza al jabalí, lo cargan en el coche y lo llevan al Centro de Recuperación de Especies Silvestres (CRAS). Allí, tras tomar las muestras y datos correspondientes, los animales son incinerados en las instalaciones.

La escena, como la de un Robin Hood de película, ha dado para más de un susto. «Hay veces que pasa alguien corriendo o dando un paseo y ni se da cuenta de que estamos aquí. Los que nos ven se asustan al principio y pegan algún grito. Pero bajamos, les explicamos qué es lo que estamos haciendo y lo entienden rápido», dice el arquero-funcionario.

Los 55 piden que cuando escribamos sobre lo que hacen sustituyamos la palabra cazar por controlar. «Nuestra colaboración con la Consejería de Medio Ambiente y con los municipios afectados se centra en convertirnos en una herramienta de control de especies, ya sea por razones de seguridad o sanitarias, nunca de exterminio. Sólo actuamos si nos requieren, siempre de manera altruista, no ganamos dinero alguno y tampoco es algo que nos divierte, lo hacemos porque ambiental y socialmente es necesario», afirma el veterano cazador y documentalista Javier Sintes, director de instrucción de SCAES, una organización integrada en la Federación Madrileña de Caza. Según sus datos, hay 35.000 cerdos salvajes repartidos por la comunidad. Y, ahora, al aumentar su densidad, muchos de estos omnívoros salen de sus bosques buscando comida en los jardines del hombre.

En la sede de la Federación se encuentran el presidente del colectivo de arqueros cazadores, Alberto López y Emilio de la Cruz, director técnico. Junto con Javier, los tres son pioneros de la caza con arco en España y los ideólogos de este proyecto que nació en diciembre de 2011. «Ante este problema, hicimos un informe a la Consejería ofreciendo nuestra experiencia porque sabíamos que podía dar buenos resultados. El arco es una herramienta mucho más segura que el rifle en zonas urbanas», cuenta Emilio.

Objetivo: 2.500 cabras

En 2013 también colaboraron con la Comunidad de Madrid para regular el exceso poblacional de la cabra montesa en el Parque Nacional de Guadarrama. Las más de 4.500 cabras que hay están causando daños en la vegetación y existe el peligro del contagio de enfermedades provocadas por un parásito como la sarna. La orden era sacrificar a 2.500 en cinco años. Con sus arcos y flechas, lograron en 22 días abatir a 52. Ante la premura ambiental existente, el Gobierno regional decidió continuar con el proyecto con cazadores con armas de fuego. Pero, en agosto, el Partido Animalista Contra el Maltrato Animal (PACMA) denunció al consistorio en la Fiscalía de Medio Ambiente acusándoles de que su plan de control no había cumplido con los requisitos de transparencia. El pasado octubre, un juzgado de Madrid decretó la suspensión cautelar del Plan de Gestión de Abatidas de la cabra montesa dando la razón a los animalistas.

Al preguntar a PACMA por su opinión sobre la actual caza de jabalíes, desconocían que estos controles con arco se estaban realizando. «Al dar caza a estos animales en una zona habitada pones en riesgo a las personas que viven allí. Hay que buscar alternativas no letales para los animales como trampas para capturarlos y trasladarlos a otra zona donde no causen problemas», dice la portavoz Laura Duarte.

«Siempre estamos con la espada de Damocles encima. Nosotros no estamos cazando, hacemos un control necesario de especies por requerimiento de los municipios afectados. El arco es la herramienta que no hace ruido, no molesta ni a los animales ni a las personas y es muy económico», defienden Javier, Emilio y Alberto.

Paco lleva 21 años cazando con arco / Sergio Enríquez-Nistral

Para formar su grupo de colaboradores, que ahora sólo cuentan con dos mujeres, llevaron a cabo un estricto proceso de admisión. «No nos vale cualquier persona que sepa manejar el arco y tenga una licencia. Esto no es una caza deportiva. Actuamos en función del problema social, ambiental o económico que haya. Nuestro primer objetivo es amedrentar al animal y si está a tiro abatirle», apunta Alberto. A los aspirantes, lo primero que se les pide es que acrediten su experiencia con el arco. Tienen que presentar la licencia de la Federación Madrileña de Caza, un seguro de Responsabilidad Civil y sus tres últimos permisos de caza que no excedan los cuatro años de antigüedad. Al pasar el primer control, realizan pruebas de arquería cinegética de noche con dianas tridimensionales con forma de animales. A los que pasan este filtro, les enseñan a trepar a los árboles debidamente asegurados con sus arneses. «Después, los más veteranos les damos cursos de formación en primeros auxilios y modificamos sus normas de comportamiento en el campo. Esto es un necesario control de especies, hay una serie de normas de respeto al medio ambiente que hay que cumplir, como nunca abandonar al animal muerto», cuenta Javier.

A muchos de los vecinos de San Sebastián de los Reyes les hace gracia cuando ven una piara de 20 jabalíes circular en fila frente a la escuela y la comisaría. Las visitas de los suidos a este municipio madrileño son casi diarias. Lo vemos en los vídeos que Javier tiene en su móvil. Sí, la imagen es graciosa. No tanto las consecuencias. «Nosotros hemos invadido su hábitat, no tienen predadores y, encima, las personas les dan de comer y por eso han perdido el miedo al ser humano. Eso es peligroso porque no hay ningún control sanitario y luego están los ataques y accidentes».

El cazador se refiere a que estos animales de más de 80 kilos han embestido a varios ciclistas y perros que paseaban con sus dueños. También irrumpen por sorpresa en las carreteras o caminos. Y suceden desgracias como el accidente que una mujer embarazada tuvo al intentar esquivar a uno de estos jabalíes cuando se cruzó con su coche. Perdió al bebé.

Cuando hay estos accidentes y los avistamientos de jabalíes en zonas urbanas son constantes, los municipios piden ayuda a la Consejería de Medioambiente, que activa su protocolo de actuación llamando a los arqueros cazadores. Estos hacen un estudio previo de las condiciones del lugar y un informe de viabilidad que lo remiten de nuevo a la institución para que den la aprobación final. Un ejemplo de la solicitud: «Como consecuencia de los avistamientos de jabalíes, de los destrozos en las zonas ajardinadas, el peligro para el tráfico y los vecinos, autorizamos de lunes a jueves a la Federación Madrileña de Caza a realizar esperas de jabalíes con arcos en la dehesa de Valdelatas».

A este pinar en Alcobendas llegan a las 18.30 horas. El termómetro no para de bajar en una zona con 300 hectáreas y 308 suidos. Los arqueros ya han abatido a 40. En el mapa que llevan han dividido la zona en 10 puestos con cebaderos artificiales donde una decena de cazadores con arco harán las «esperas» a los jabalíes subidos a los árboles.

Campo de tiro

Paco, el arquero-funcionario, nos recrea la situación subido a un olmo de la granja escuela Once Olivos donde tienen un campo de tiro y practican para las salidas. El recinto, con 300 especies de animales a las que van las escuelas de niños a visitar, es propiedad de Loic, otro de los 55 cazadores con arco. Este veterinario de 56 años tiene una empresa que organiza campañas de caza para extranjeros por España y en Tanzania. Lanzando flechas a la diana con forma de un ciervo, está otro miembro del grupo, Néstor, un argentino que trabaja en una empresa de contabilidad y que compite en caza deportiva.

Todos los cazadores comparten el argumento de que el animal no sufre ni física ni emocionalmente al impactarle la flecha. «No concibe que ha sido atacado. Durante unos escasos segundos, antes de caer inconsciente al suelo, da vueltas desorientado sin estar en tensión. Esto también lo corroboran los análisis macroscópicos de la Consejería, demostrando que sus niveles de adrenalina y sus cortisoles no se alteran».

No piensan lo mismo los animalistas, que aseguran que el animal sufre al morir desangrado al clavarle la flecha. Y se plantean denunciar nuevamente a la Consejería por esta práctica.

«Hay núcleos urbanos con interacción de fauna silvestre, especialmente el jabalí. Es la especie de caza que mayores daños genera tanto en las cosechas como en los accidentes de tráfico que provoca su irrupción en las carreteras. Ante las dimensiones puntuales del problema se rechaza en estas zonas las armas de fuego por su potencial peligrosidad, surgiendo entonces la opción de la captura mediante su caza con arco», defienden por escrito la Dirección General de Medio Ambiente. La lucha entre las instituciones continuará. Mientras, cada vez más comunidades autónomas llaman a los 55 arqueros para que les echen una flecha.

En Galicia, la Xunta ha autorizado a tres arqueros locales a hacer dos batidas para dar caza a los jabalíes que pasean en fila cada semana por el municipio de Cambre. El repunte de avistamientos de estos animales en núcleos urbanos no deja de crecer. Los jabalíes han dejado los montes para bajar a 80 municipios españoles. «Estamos en el punto en el que el comportamiento de estas especies se está alterando y disparando exponencialmente por todo el país, y nos van a necesitar».

Lucas de la Cal para Crónica elmundo.es