Linces, cazadores, vampiros y carroñeros

9 octubre, 2019 • Opinión

A nadie debe sorprender que Ecologistas en Acción haya denominado “Cazadores Furtivos” a los responsables de estas muertes, pues culpar a cazadores de todos los males entra dentro de su estrategia de desgaste de un sector, el cinegético, que día a día da lecciones de civismo y de conservación del medio natural. […] Nosotros, sin embargo, sí estamos seguros de una cosa: los responsables de estas muertes pueden ser de todo, menos cazadores. Nuestra sociedad sigue sin diferenciar —o sin querer hacerlo— a un furtivo de un cazador, o simplemente de alguien que tiene una licencia de armas.

Hace mucho tiempo que los cazadores sabemos que tenemos que dar un paso al frente en la conservación de nuestra fauna silvestre. Por este motivo, cada vez existen más proyectos en los que el sector cinegético invierte tiempo y dinero para mejorar el conocimiento que tenemos de las especies cinegéticas, pero también, y esto puede que sorprenda a muchas personas, nos implicamos en la conservación de especies que no cazamos y cuyo estado de conservación está o ha estado en peligro. Algunos ejemplos son el águila imperial, el oso pardo que, solo en Asturias, ha pasado de 80 a 300 ejemplares, el urogallo o el propio lince ibérico.

El hecho de que en 17 años hayamos incrementado en casi un 800% la población de linces en España —pasando de 90 a unos 700 ejemplares— es una noticia que no ha despertado demasiado interés para la mayoría de los medios nacionales. Este importante incremento supone que su estatus de conservación ha mejorado y ya no esté en peligro crítico, pero esto tampoco ha tenido ningún eco en la prensa. Como tampoco lo tendrá cuando, en muy corto espacio de tiempo, mejore aún más su estatus y pase a ser una especie vulnerable, quedando aún más lejos de su extinción. Y qué decir, del interés mostrado por la prensa en el rol que cazadores, propietarios o titulares de fincas están jugando en esta historia de éxito que hemos descrito.

Sin embargo, la triste noticia de la muerte, durante el último año, de cuatro linces ha desencadenado una auténtica conmoción en la prensa. Por supuesto, que este lamentable suceso, aunque se hubiese tratado de un único ejemplar, es una catástrofe para los que trabajamos o colaboramos en la recuperación de esta especie.  Y, todavía hoy, nos preguntamos cómo puede haber gente capaz de atentar sobre un animal de tal belleza y que se encuentra en lo más alto de la pirámide de nuestros ecosistemas. Nadie debe dudar que denunciaremos, sin miramiento alguno, a los presuntos culpables con todo nuestro arsenal jurídico (como ya hicimos en 2016, con el resultado de una condena de 90.000 € y 24 meses de cárcel para el culpable). Por otra parte, es un puro despropósito que ciertas entidades y medios de comunicación hayan querido transmitir a la sociedad urbana (cada vez más alejada del mundo rural) una imagen distorsionada de lo que está sucediendo.

A nadie debe sorprender que Ecologistas en Acción haya denominado “Cazadores Furtivos” a los responsables de estas muertes, pues culpar a cazadores de todos los males entra dentro de su estrategia de desgaste de un sector, el cinegético, que día a día da lecciones de civismo y de conservación del medio natural. Pero que medios de comunicación nacionales hayan arrastrado en sus titulares la palabra “cazadores”, sin tan siquiera saber quiénes han sido los responsables, dice muy poco del rigor y del deseo de investigar de la prensa de este país. Nosotros, sin embargo, sí estamos seguros de una cosa: los responsables de estas muertes pueden ser de todo, menos cazadores. Nuestra sociedad sigue sin diferenciar —o sin querer hacerlo— a un furtivo de un cazador, o simplemente de alguien que tiene una licencia de armas. Desde luego estos titulares son penosos, aunque los que nos dedicamos a la conservación de forma silenciosa y desinteresada ya estamos acostumbrados a este comportamiento. En este caso, sin embargo, que esta noticia se haya publicado en medio de un proceso de investigación por parte de las autoridades, es un hecho especialmente grave y demuestra la falta de escrúpulos que tienen algunas entidades, que no dejan de ser una especie de kale borroca del conservacionismo.

Y, aunque suene duro, tenemos que denunciar públicamente la actuación del Gobierno de Castilla-La Mancha. No es la primera vez que sus funcionarios filtran, durante un proceso judicial, noticias de este calado a Ecologistas en Acción, sabiendo que una filtración así tendrá una repercusión negativa en la localización del culpable.  En las ocasiones anteriores, esta negligente actuación no desencadenó ninguna investigación interna, esperemos que esta vez sepan rectificar.

Por desgracia, esta organización “conservacionista” suele tener abiertas las puertas de los diferentes gobiernos regionales, así como del Ministerio de Transición Ecológica. Estos entes públicos son conocedores que la totalidad de los asociados de Ecologistas en Acción caben en una pequeña sala de reuniones, pero, a pesar de ello, les han dotado de todas las prebendas oportunas, sentándolos en las mesas de decisión más importantes y subvencionando sus actividades para que puedan seguir judicializando al mundo rural, eso sí, con el peculio de todos nosotros. Ecologistas en Acción es una organización cuya transparencia en la gestión de fondos públicos es mínima, la justa para no llamar la atención.

En 2012, mucha gente se preguntó el motivo por el cual esta organización, habiendo sido invitada, no quiso participar en el proyecto LIFE Iberlince, el proyecto más ambicioso realizado hasta la fecha en España (y posiblemente en toda Europa) de recuperación de una especie en peligro crítico. Ya habrán adivinado los motivos. Formar parte de un proyecto serio de conservación no les otorgaría la impunidad que hoy tienen para denunciar muertes de forma inmoral, en vez de resaltar los auténticos motivos de la recuperación de esta especie. Siempre parecen más interesados en la avidez de sangre o en noticias sensacionalistas que en el destino final del que era, hasta hace poco, el felino más amenazado del mundo.

A los cazadores nos parece muy significativo y doloroso el silencio cómplice de la mayoría de socios del proyecto Iberlince, especialmente el de ONGs como WWF que han invertido millones de euros en gestión del hábitat gracias a la colaboración de cazadores y de propietarios y titulares de cotos de caza. Ellos, mejor que nadie, saben el peso específico que el sector cinegético ha tenido y tiene en la recuperación del lince ibérico en este país. A nosotros nos hubiese gustado que, de la misma forma que las organizaciones más representativas del mundo de la caza reaccionamos ante los casos de furtivismo, envenenamiento o muertes de especies protegidas, estas ONGs hubiesen respondido con dureza ante la radicalidad y la insensatez de Ecologistas en Acción. Pero claro está, esto es mucho pedir: son compañeros de pupitre ministerial cuando llega la hora de llenar el cepillo. Al final nos harán pensar que todos son lo mismo, vampiros de lo público y carroñeros de nuestro medio rural.

Luis Fernando Villanueva

Director de la Fundación Artemisan


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