La reducción de especies de caza menor y las causas

No es nada nuevo, pero cada año que transcurre la caza mayor acapara más protagonismo en detrimento de la menor. El motivo, como ya se sabe, el descenso preocupante de especies como el conejo y la perdiz, y ello sin que la Administración ponga remedios no coercitivos y eficaces, o al menos lo intente por aquello que ponía en nuestra cartilla militar y que conocimos los que hemos entrado en ‘los 50’: «valor: se le supone». La caza, el campo, los pueblos —en definitiva— no interesan, traen más problemas que votos valen.

El campo está en manos de unos pocos cazadores que aún intentan poner remedio al desastre con escasos medios y nulos resultados, y la mayoría de las acciones se encaminan a cazar menos porque eso no les cuesta dinero, hartos de poner conejos y perdices en el campo, sembrar, arreglar fuentes, etc., para que zorros, milanos, aguiluchos y otras 20 especies de rapaces más tengan algo que llevarse al pico.

En contra de lo que opinan las organizaciones ecologistas, si no fuera por el colectivo de cazadores, en muchos lugares las especies consideradas cinegéticas, y que alimentan a águilas perdiceras, peregrinos, calzadas, gavilanes, etc., ya hubieran desaparecido, y con ellas todas las descritas. Por supuesto que los cazadores no siembran el campo de caza para alimentar a toda esta larga lista de depredadores, lo hacen para poder salir al campo y al menos ver una perdiz volar, y si pueden dispararla y bajarla al suelo. Eso es la caza desde siempre.

Las causas

¿Entonces —se preguntarán muchos— si la caza no es la culpable de desaparición paulatina de las especies cinegéticas, cuál es la causa? Para algunos esa sería la pregunta del millón, pero el que está en el campo sabe sin ninguna duda cuáles son los motivos, y lo sabe porque pisa la tierra cada día y observa los cambios que en ella se producen. La opinión del que vive sentado pegado a un despacho, sin un contacto permanente con el medio, no tiene ningún valor, la mayoría de los estudios se manipulan y modifican a interés de quien los promueve, y creo que con eso queda dicho casi todo. La verdadera realidad de lo que sucede es un conocimiento restringido a quien pisa el campo y lo conoce desde su niñez, lo demás, como diría cualquier cazador, son ganas de marear la perdiz; palabrería y demagogia barata en política.

El motivo de mayor incidencia en esa reducción de las especies cinegéticas es la modificación de las prácticas agrarias, y —aunque parezca una paradoja— el abandono del campo. Apenas se siembra cereal y cada vez hay menos viñedos, aunque cuando este factor se mantiene, se recurre al uso de insecticidas y pesticidas para obtener mayores rendimientos, a la cosecha temprana con máquinas que no dejan ni dos centímetros de paja… Y, por supuesto, a enfermedades que han sido extendidas e incluso creadas por el hombre para diezmar las poblaciones de animales que arrasaban sus cosechas; por lo tanto, la disminución de estas especies nada tiene que ver con la caza.

El hombre es un prolífico generador de desequilibrios en el medio natural, solo hay que mirar cómo en el mes de agosto decenas de cigüeñas intentan hacerse con la única rana de una charca. Donde no haya cigüeñas no hay más que algas, y eso pasa en el campo cuando no vemos un aguilucho encima de un poste o descubrimos un zorro junto al contenedor de basura. Todo apunta a lo mismo.

Feliz año y buena caza.

Miguel Corral

Publicado en salamancartvaldia.es