La rebelión de los cazadores
Reproducimos a continuación el artículo publicado y llevado a portada en el diario El Mundo este domingo dado el interés general que ha suscitado.
En el imaginario urbanita la caza está asociada a las familias importantes y a los llamados pomposamente «terratenientes». Es decir: a la derecha más prototípica. Sin embargo, en España hay más de 850.000 licencias de caza (aunque se estima que la cifra de cazadores sobrepasa el millón) que, como es lógico, pertenecen a un amplio espectro socioeconómico.
Basta entrar en los bares de la parte alta de Sanlúcar de Barrameda (o en cualquier venta de Andalucía) para comprobar que junto a las fotos de Curro Romero, Rafael de Paula y Morante de la Puebla están las de los mejores galgos de la zona. La caza es, en efecto, una afición transversal que agrupa desde a aquellos que asisten a cacerías de mil perdices en fincas de 10.000 hectáreas (los menos), hasta los que se contentan con correr una liebre o tirar un par de conejos en algún coto social. Y también a la izquierda: Cayo Lara, Antonio Romero, Baltasar Garzón y el ex ministro Mariano Fernández Bermejo son sólo algunos ejemplos de que la caza no es en absoluto una afición de derechas.
Y es precisamente esa transversalidad la que puede ayudar a explicar el vuelco electoral acontecido en Andalucía hace ya dos semanas y por lo tanto, la rebelión de Guillermo Fernández Vara y Emiliano García-Page, barones socialistas de Extremadura y Castilla-La Mancha, respectivamente, después de que Teresa Ribera, ministra de Transición Ecológica, se mostrara contraria a la caza y a los toros.
En busca de apoyo político
La Federación Andaluza de Caza (FAC) tiene registrados 100.000 federados y 250.000 licencias de caza. Hace unos meses, su presidente, José María Mancheño, organizó la campaña #Lacazatambiénvota, dirigida a movilizar electoralmente aquellos que quisieran mostrar apoyo por su afición. «No se trataba de estar con uno u otro partido, sino más bien de que los partidos apoyaran nuestras demandas», explica. La FAC no pedía nada extraordinario: defensa de la caza, mejoras de los hábitats, investigación científica para la recuperación de especies de fauna silvestre cinegética… «Nos reunimos con Susana Díaz, con Moreno Bonilla y con los de Ciudadanos para contarles nuestro programa y que se comprometieran a organizar sus políticas en materia de caza en torno a estos puntos», explica Mancheño.
Por supuesto, también les llamó Santiago Abascal, líder de Vox, que por entonces no tenía representación en Andalucía. Su apoyo fue el más explícito. Tanto que el acto que la FAC organizó con Vox -también lo había hecho con el resto de formaciones- en Sevilla fue el más concurrido.
«Hemos venido a hablar aquí de la gente rural, de sus tradiciones. Gustarán más a unos o a otros, pero hay que respetar porque la caza es una actividad esencial para la economía y la ecología. Para que se pueda disfrutar de nuestra cultura, de la tauromaquia. Y el que no quiera que no vaya. Hay mucha gente en las ciudades, la mayoría vota a Podemos, que no distingue una paloma de una tórtola, a un galgo de un podenco. No tienen ni idea de cómo es la vida de las gentes del campo. Y dicen cómo tienen que vivir la gente del campo. Hasta lo que tenemos que comer». Y el vídeo del discurso de Abascal empezó a circular entre los cazadores de Andalucía y sus familias. Al mismo tiempo, el programa de Adelante Andalucía respecto a la caza -el punto principal era: «Trazar y elaborar un camino hacia la cinegética y la tauromaquia cero»- comenzaba a hacer lo propio. Teresa Rodríguez fue la única líder que rechazó reunirse con la FAC.
Despreciados
«Y eso se ha notado mucho porque conozco a mucha gente de izquierdas, votantes de IU y Podemos, ¡hasta alcaldes!, que no les quisieron votar por considerar que ponían en riesgo su modo de vida y sus tradiciones», explica Mancheño. Ése es, según algunos, uno de los motivos por los que Adelante Andalucía perdió tres escaños (300.000 votos) y Vox irrumpió con tanta fuerza en zonas insospechadas como pueblos de Córdoba, Jaén, en la Sierra Norte de Sevilla o Sierra Morena, en los que PSOE e IU habían obtenido tradicionalmente muy buenos resultados. «Evidentemente se temía que Susana tuviera que pactar con Adelante Andalucía. La caza es siempre una moneda de cambio fácil porque los políticos piensan que se trata de algo sin importancia, pero claro que la tiene. Sobre todo para nosotros», cuenta un cazador de la zona que prefiere mantener el anonimato.
Salvador Borrego es militante de IU. De hecho, su mujer es concejal de la formación en Estepa (Sevilla): «Yo voté a Adelante Podemos porque coincido al 99% con sus planteamientos, pero nunca he ocultado mi oposición a la postura de mi partido respecto a la caza. La visión que se tiene es un planteamiento urbanita. Les resulta difícil entender su carácter social». Y eso, insiste, ha hecho que muchos cazadores que normalmente apoyaban a IU (o Podemos) prefirieran abstenerse o, «los menos», votar a Vox. «Conozco a varias personas que lo han hecho», ratifica.
Los medios han retratado númerosos casos. Vox ha tenido excelentes resultados en las localidades malagueñas de Sedella, Monda, Teba, El Burgo… con ayuntamientos de izquierdas.
Mancheño incide en otro aspecto para que los cazadores hayan dejado sentir su voz en las urnas. «Nos sentimos despreciados a nivel social. Como si fuéramos ciudadanos de segunda. Nos llaman asesinos cuando al contrario, somos los que más cuidamos del campo y de nuestros perros, por cierto», dice en relación al injusto tratamiento que se le dispensa a los cazadores en los medios de comunicación y en las redes sociales. «Nosotros no vamos a apoyar a ningún partido porque sabemos que nuestros federados mantienen posiciones políticas muy diferentes. Pero sí es verdad que los de Vox han sido los que han hablado más claro a favor de la caza. Y eso se ha notado».
Antonio de Miguel es el principal artífice de la estrategia rural de Vox. «Ni Abascal ni yo somos cazadores, pero entendemos que la caza es importante antropológica, social y económicamente. Los partidos políticos han estado ignorando y despreciando las necesidades del campo (de los taurinos, de los agricultores, cazadores y ganaderos) porque prefieren hacer caso a los ecologistas de turno que, por lo general, quieren vivir del presupuesto público. Por eso creo que nuestro mensaje ha calado tanto en Andalucía. Por primera vez en mucho años, la gente de la España rural se siente representada. Es uno de los motivos por los que nos vota la izquierda. Y lo vamos viendo ya en otras comunidades. En Castilla y León, en La Rioja, en Galicia…». Incluso en Teruel, en donde el jueves Abascal volvió a llenar un auditorio.
Los resultados de Andalucía no tardaron en alertar a García-Page y a Fernández Vara de lo que podría pasar en sus comunidades. Por eso no tardaron en criticar las declaraciones de Teresa Ribera en las que se mostraba partidaria de abolir la práctica de la caza y los toros. Y con razón. Según un estudio de la Fundación Artemisán, dedicada a la defensa de la caza, la actividad cinegética aporta 6.475 millones de euros y genera casi 200.000 puestos de trabajo. 45.500 empleos directos.
El mundo rural también vota y está cansado de promesas incumplidas. «También de PP y PSOE. Pero sobre todo, del desprecio de los políticos y la gente que no tiene ni idea. Los españoles se han cansado de que no se les deje seguir sus tradiciones. De que no les dejen ser libes», sentencia un cazador.
Emilia Landaluce para elmundo.es