La miasis del corzo afecta hasta el 90% de los ejemplares de poblaciones españolas

El presidente de la ACE afirma que la miasis está «golpeando muy fuerte» en la zona cantábrica-alavesa y en Galicia y Asturias, donde afecta al 70 y 90% de las respectivas poblaciones.

Fuentes del Departamento de Ganadería de la Diputación alavesa afirman que no hay nada que hacer ante los corzos infectados y solamente se les puede «quitar la vida para que no sufran».

Desaparecido durante gran parte del siglo XX, el corzo ha vivido una etapa de expansión en Álava y en todo el Norte de España tras el abandono de las zonas rurales a partir de los ochenta. En los últimos años ha formado parte de las piezas más cotizadas de la caza mayor junto al jabalí y el ciervo, al tiempo que generaba problemas por sobreabundancia en carreteras y cultivos. Pero desde hace unos años los corzos se mueren. La culpa es de un tábano que deja sus huevos en la nariz o en la laringe de los animales. Allí nacen las larvas que al crecer hasta los tres centímetros los debilitan por dentro hasta el ahogamiento.

La miasis, como se conoce esta enfermedad registrada en Europa desde hace muchos años, no había traspasado los Pirineos. Sin embargo, en 2001, por culpa, al parecer, de una introducción de ejemplares infectados desde Francia, se produjeron los primeros casos en Asturias y de allí se fue extendiendo.

«En estos momentos está golpeando muy fuerte en la zona cantábrica alavesa donde puede afectar a entre el 60 y el 70% de la población en ubicaciones como Valdegovía o las Encartaciones de Bizkaia. También vuelve a repuntar en la Montaña Alavesa después de tres años sin ningún caso. En Galicia y Asturias es muy preocupante porque afecta al 90% de la población de corzos», explica Floren Markina, doctor en biología y presidente de la Asociación Española del Corzo, gran conocedor de la caza en Álava.

Markina apunta que la población ibérica del corzo no está inmunizada contra el ataque de este parásito, la mosca Cephenemyia stimulator, como lo están sus congéneres europeos. Sin embargo, matiza que el pequeño ungulado había alcanzado una densidad de población muy alta en el Norte de España y que habían comenzado a surgir una serie de pandemias, una especie de selección natural por ese exceso, que habían laminado la especie. «Ese tábano no ha hecho más que rematar la faena», señala.

«Uno de los aspectos en los que influye lo que ocurre es que ha bajado el número de accidentes de tráfico. Somos los únicos que nos lo estamos tomando en serio. Controlamos la evolución de la enfermedad y registramos cualquier incidencia», insiste el experto.

Ver cómo evoluciona

Fuentes consultadas del departamento de Ganadería de la Diputación consideran que el parásito no es una amenaza y no pone en peligro la continuidad de la especie. «No existe un tratamiento y al ser fauna salvaje no se va a vacunar. No se considera tampoco una prioridad ya que es la propia naturaleza la que al final acaba poniendo coto a una superpoblación. Simplemente vemos cómo evoluciona», señalaron las fuentes consultadas.

«Cuando les afecta dan mucha pena. Se acercan a los humanos, como hacen los ciervos cuando tienen sarna, para que les rasques», describe Pedro Jiménez, cazador de la zona de Izki que ha conocido al menos un caso de corzo infestado de larvas.

¿Qué hacer? «Nada. Quitarles la vida para que no sufran», coinciden los expertos. La única prevención posible, según los especialistas, es tener un especial cuidado en el tratamiento de las reses muertas para no dejar restos de carne infectada o de larvas en la naturaleza. Cuantas más moscas nacen, más huevos se depositan en las narices de los corzos. Los ejemplares infectados no inciden en la salud humana.

Informa Francisco Góngora para elcorreo.com