La increíble historia del perro que salvó la vida de un cazador

Esta historia sucedió hace años, pero demuestra cómo en ocasiones extremas un animal puede reaccionar de manera sorprendente ante el hombre.

Un perro se echó sobre la herida de un cazador y le dio calor durante la noche, pese a estar herido por el ataque del jabalí, y luego se fue volviendo con ayuda.

No era su amo. Ni siquiera un vecino de toda la vida. Pero igual cumplió con su rol y no se despegó de su acompañante hasta que decidió salir a buscar ayuda. Hoy, pese a la momentánea distancia, los une algo para toda la vida: la inquebrantable amistad entre el hombre y el perro.

Dos semanas atrás, Héctor Frete y un par de amigos habían ido a cazar a la zona de La Adela, en La Pampa, en el límite con las provincias de Río Negro y Buenos Aires. La jornada de cacería comenzó complicada porque dos jabalíes se cruzaron con el grupo y mataron a dos perros. El inesperado enfrentamiento fue separando a los cazadores dentro del cerrado monte pampeano hasta que Héctor, de 46 años, decidió subirse a un árbol para divisarlos.

Así como subió, cayó al piso. La caída desde unos tres metros de altura le provocó quebraduras y lo dejó sin víveres y sólo. Al menos, eso era lo que el cazador creía.

“El perro no se me separó nunca. Se echó sobre mi pierna herida y me dio calor en el medio de la noche” le cuenta a Clarín desde la cama de terapia intermedia del Hospital Penna de Bahía Blanca, su provisorio hogar dentro de los próximos treinta días.

Tenía quebradas la rodilla y el fémur y ni se podía arrastrar. Así estuvo toda la noche, siempre con la fiel compañía de Blanquito a su lado. “El también estaba herido por el ataque. A las nueve y media del otro día, vi que husmeaba algo y se fue”, recuerda.

Las horas pasaban y la desesperación crecía. Héctor se alimentaba de impotencia porque la sequedad de su boca, debido a la deshidratación, le impedía gritar y no tenía nada para alumbrar. “Que sea lo que Dios quiera, pensé cuando sentí que el perro no volvía”.

Un día más duró la incertidumbre hasta que su fiel compañero retornó. Y no lo hizo solo. Con él arribaron al lugar un grupo de brigadistas y sus dos compañeros de caza, entre ellos Gabriel Gorosito, el dueño de Blanquito, de cuatro años. “Es una mezcla entre galgo y dogo que siempre nos acompaña en las salidas de caza” explica. Y atribuye su actitud protectora al trato que recibe. “Para mí él y los otros (Gabriel tiene varios perros más) son como seres humanos,” agrega.

Héctor [la historia es de 2011], con varios clavos en su pierna derecha, no ve la hora de dejar el hospital para reencontrarse con su salvador para acariciarlo y agradecerle.

Informa clarin.com