La emoción y pasión por la caza de dos niños «jugando a los aguardos»
Juan Antonio y Mariola Cáceres muestran en sus juegos la pasión por la caza que viven de forma cotidiana y familiar
Redacción | Se llaman Juan Antonio y Mariola. Tienen 4 y 3 años y comparten una pasión desmesurada por el campo y la caza. Por los perros, los caballos y el toreo. Este vídeo refleja una escena habitual de las que se viven en casa de esta familia de cazadores y amantes del campo. Los niños simulan una espera al jabalí en el salón del hogar. Emoción en el rostro y en las expresiones: vivir la caza.
«Los niños juegan en casa a torear y a cazar», reconoce su padre. Juan Antonio Cáceres Pajuelo, empresario y cazador cacereño, afirma que esta es una escena cotidiana de las que se ven en su casa. La madre de los pequeños, Mariola, es la que también les ha transmitido la pasión por los caballos. De hecho, es amazona de salto.
Juan Antonio tiene 4 años y su hermana Mariola tiene uno menos. Juegan porque son niños, pero Juan Antonio precisa que aparte de los juegos comunes de entretenimiento, sus hijos tienen unos temas centrales de juego: «los toros, la Semana Santa y lo que es la caza».
En esta ocasión, su padre reconoce que los niños comenzar a jugar a «la espera del cochino» varios minutos antes de que él comenzara a grabar. Vio la escena, cómo la sentían y expresaban y decidió coger el móvil para guardarla.
Cazar y torear
Estaban en el salón con la televisión apagada «y ellos estaban jugando a los aguardos», precisa su padre. Los niños simulan una espera al jabalí, reflejando en sus rostros y con sus palabras un sentimiento, una pasión. Viven ese momento de juego con una dinámica conversación con su padre, haciendo ver cómo entrar los jabalíes y cuál será el momento de tirar.
Detrás de los tres protagonistas, padre e hijos, un braco de Weimar es testigo de la peculiar escena.
El pequeño Juan Antonio tiene el toreo como otra gran pasión. Cuenta su padre que ya en la guardería le comentaban que el niño no paraba de torear.
Juan Antonio cuenta que la pasión por torear de su hijo es tal que en una ocasión estuvo ingresado para ser operado. En el hospital, médicos y personal de enfermería lo terminó llamando «el niño torero». «Lo ves torear y te enamoras», concluye su padre.
«Una forma de entender la vida»
Cáceres Pajuelo confiesa que intenta transmitir a sus hijos algo que él siempre ha vivido de forma natural, y procura mostrarles lo que es la «caza pura», sin artificios, cuidando y respetando al animal. «Esto es una forma de entender la vida y dar valores», dice sobre la caza. Al igual que en los toros, afirma que son «formas de vida» en los que sigue existiendo el respeto: «un respeto por el toro y por la persona mayor, un compañerismo, una educación, unos valores… que otros muchos aspectos de la sociedad no lo tienen».
Así que, mientras siga habiendo cazadores, habrá futuro para la caza, explica el padre de los niños. Es algo normal. «Los que lo hemos vivido desde pequeño, es algo natural y algo que está ahí», concluye. Más allá de los valores familiares y de tradición, este empresario cuenta ahora con 32 empleados y admite que su negocio «nació gracias a la caza».