La declaración del lobo como pieza de caza en la década de los 70 evitó su extinción
Félix Rodríguez de la Fuente logró que la especie pasase de ser considerada «alimaña» a «especie cinegética», frenando así su exterminio pese a la psicosis mediática.
El experto en lobos Carlos Sanz explica que se trata de una especie clave de nuestra biodiversidad que hay que «conocer, respetar, conservar y defender… ¡Pero no a ultranza!».
El hueco que dejó Félix Rodríguez de la Fuente en la divulgación de la naturaleza se ha visto rellenado en época reciente por mitos y verdades a medias. Una de ellas tiene que ver con la caza del lobo, a la que nunca se opuso, al contrario. Lo hizo por salvar a una especie que conocía y amaba: antes que la Ley de Caza de 1970 lo reconociera como «especie cinegética», era considerado como «alimaña». Podía ser exterminado de cualquier manera – lazo, cepo, veneno – y las autoridades lo recompensarían. Alimañeros como Pepe el de Fresneda hicieron célebre este modo de vida. La reforma estableció que el lobo solo podría ser cazado con arma de fuego, en en los periodos anuales autorizados, y nunca capturando cachorros.
El biólogo Carlos Sanz se cruzó en el camino de Rodríguez de la Fuente cuando era un estudiante entusiasmado por defender la fauna y flora de la Península Ibérica. La relación fructificó a partir de 1975 con su participación en los rodajes de El Hombre y la Tierra. Tras más de 40 años dedicados a la conservación y la divulgación sobre el lobo, tiene muy claro cuál es hoy en día la principal amenaza para la especie: «Las posturas radicales, tanto la de los ‘anti-lobo’ que quieren exterminarlo porque lo consideran incompatible con la ganadería, como la los ‘pro-lobo’ que lo consideran como un ‘dios intocable’ y rechazan cualquier forma de control de la especie».
La enumeración de presuntos ataques de lobos a seres humanos en España, que reflota periódicamente en forma de texto viral coincidiendo con el aniversario de la muerte de Rodríguez de la Fuente, molesta especialmente al especialista, que trabaja actualmente en el Centro del Lobo Ibérico de Castilla y León como responsable del mantenimiento y manejo de las manadas en Robledo de Sanabria (Zamora). Se trata de una dedicación en cuerpo y alma: hace dos años, Sanz resultó herido por uno de sus ejemplares tras un intento de «liberación» por parte de animalistas radicales. Ahora atiende a EL ESPAÑOL por correo electrónico, en los huecos que le permiten las largas jornadas entregadas al lobo.
«La culpa no fue del lobo, como ya expliqué en su momento» – subraya. «Algún insensato rompió el doble vallado de seguridad, cortó el pastor eléctrico yabrió puertas y candados, hostigando a los lobos para que se escaparan de sus instalaciones. Con los animales estresados y asustados, todo se complicó porque una loba a punto de parir empezó a pelearse con otra. Al intervenir para separarlas, el lobo dominante me consideró como una posible amenaza para su compañera e intentó defenderla… Jamás me había mordido un lobo hasta ese día. Afortunadamente las heridas no fueron demasiado graves, pero la acción de algún salvalobos irresponsable pudo acabar en tragedia».
Con todo, se trató de un hecho «excepcional» que no se reproduciría en la naturaleza. «El ataque de un lobo salvaje sano a una persona no es imposible pero sí es altamente improbable, y estadísticamente insignificante si lo comparamos con la probabilidad de que sea un perro el que ataque a una persona» – explica el biólogo de campo. «Hay miles de casos de ataques de perros a personas en el mundo todos los años. Y sin embargo, no hay prácticamente constancia documentada de ataques de lobos a personas en las últimas décadas. En tan solo un par de casos, en Canadá en 2005 y en Alaska en 2010, hay posibilidades de que los atacantes fueran lobos, aunque con reservas en cuanto a las circunstancias excepcionales en las que se produjeron».
Hablar de lobos asesinos en España nos retrotrae obligatoriamente a los sucesos de 1974 de San Cibrao das Viñas, Orense, cuando murieron dos niños en ataques de los que se responsabilizó a «una loba». Sanz arroja una mirada crítica: «Los testigos de aquellos hechos fueron niños de corta edad o paisanos que dudo mucho que pudieran diferenciar claramente si se trataba de un auténtico lobo o de un perro». El biólogo lo ilustra proporcionando la pieza que el telediario de TVE emitió en 2010 recordando los hechos. «Puede apreciarse claramente en las confusas y contradictorias declaracionesde un abuelo junto a su nieto que fueron grabadas en aquellos días».
La hemeroteca de Televisión Española da buena cuenta de la psicosis que supuso lo que Tico Medina bautizó en ABC como ‘el verano del lobo asesino’: madres que encerraban a sus hijos en jaulas mientras trabajaban en el campo y batidas para acabar con cualquier cánido a tiro. «Se desató una histeria colectiva contra el lobo en Galicia, azuzada desde diversos medios de comunicación, que provocó que el Gobernador Civil de Orense ordenara una gran campaña de envenenamiento con estricnina» – recuerda Sanz.
Pepe el de Fresneda en persona reivindicó haber matado seis lobos en aquella batida. «Aunque según se aprecia en las imágenes en las que aparece arrastrando a un gran perro negro capturado en un cepo, no todos eran lobos verdaderos…»- matiza el biólogo. José Antonio Valverde recogió en Los Lobos de Morla los resultados el balance de la gran cacería de verano de 1974: 31 lobos según el ICONA pero el doble según la estima local, gran cantidad de perros, zorros… «Los ataques cesaron» – remarca Sanz. «Pero nadie pudo acreditar cuál de los muchos cánidos abatidos fue el causante de la muerte de los niños».
La falta de evidencia científica llevó a Rodríguez de la Fuente a sugerir que los animales agresores probablemente fueron perros asilvestrados, cimarrones o incluso híbridos. 40 años después, Sanz considera que estaba en lo cierto. La prueba es de tipo empírico: jamás se ha vuelto de informar de un ataque fidedigno de lobo pese a que el número de ejemplares se ha multiplicado en las últimas décadas. Así, en los años 70 no quedaban más de 500 lobos en España, mientras que los censos entre 2012 y 2014 arrojan entre 2.000 y 2.500 ejemplares.
«En sus territorios, los lobos ven, huelen y oyen a las personas primero. Y aunque ciertamente tienen fuerza suficiente y capacidad para matar a un humano, nunca los consideran como posibles «presas», ni a un adulto ni a un niño…»- insiste el biólogo. «Ya desde pequeños aprenden que pueden comer conejos, corzos, ovejas, carroñas… e incluso roedores o frutos, tanto silvestres como cultivados. Pero también aprenden desde sus primeros meses de vida que las personas no se comen, y que cada vez que vean a un animal de dos patas a lo lejos, cuanto más lejos mejor…».
La presión contra Rodríguez de la Fuente
La victoria de Rodríguez de la Fuente al haber conseguido años antes la reforma de la Ley de Caza le deparó enemigos entre quienes abogaban por la extinción de la especie. «Esta circunstancia, que muchos no terminan de entender en nuestros días, es la que salvó al lobo de la extinción en nuestro país, como lo ha hecho en Europa, EEUU y México» – explica Sanz. «Unido a otras normativas proteccionistas promulgadas a nivel internacional, nacional y autonómico, ha permitido que el lobo se haya ido recuperando lenta pero progresivamente, y que actualmente tengamos en nuestro país la mayor población de toda Europa Occidental».
Tras los sucesos de San Cibrao, el «apóstol de los lobos» fue responsabilizado por haber frenado las campañas de exterminio y se lanzó una campaña de desprestigio que aún aflora hoy en día en el texto viral. Pero para cuando Sanz se incorporó a su equipo un año después, «pudimos iniciar con cierto sosiego los rodajes de aquellas famosas y espectaculares secuencias sobre los lobos que dieron la vuelta al mundo, y que con seguridad contribuyeron a cambiar la mentalidad de la mayor parte de la gente de este país».
Conservar, pero no a cualquier precio
«El lobo es la especie más polémica, conflictiva y controvertida de nuestra fauna. Lo ha sido siempre y lo va a seguir siendo» – valora el experto con sobriedad. «A su alrededor existen numerosos intereses, muchas veces opuestos y enfrentados, que resulta imprescindible intentar armonizar y equilibrar para lograr la necesaria coexistencia entre el lobo y el hombre. Y para ello hay que buscar cauces de diálogo entre ganaderos, cazadores, conservacionistas, científicos y administraciones, y evitar en la medida de lo posible las posturas intransigentes».
«El lobo es una pieza fundamental de nuestra biodiversidad que hay que conocer, respetar, conservar y defender… ¡Pero no a ultranza!» – insiste. «Hay que gestionarlo con inteligencia y sentido común, en base a censos periódicos y actualizados y a criterios técnicos y científicos. No es peligroso en absoluto para las personas, pero sí que representa una amenaza para los intereses económicos de los ganaderos. Así ha sido desde el Neolítico».
¿Es posible alcanzar la convivencia sostenible entre ambas especies? «No hay más remedio que minimizar los daños que el predador ocasiona a la economía rural» – concluye Sanz – adoptando para ello medidas de prevención: empleo de mastines, vallados fijos y móviles, pastores eléctricos, barbacanas, repelentes lumínicos, sonoros y olorosos… También, compensando rápida y generosamente los daños provocados, y «controlando» los ejemplares más conflictivos y las distintas poblaciones de lobos, en función de su densidad, de la abundancia de presas silvestres, de los perjuicios ocasionados a las ganaderías y de la legislación vigente en los distintos territorios de su área de distribución».
Paolo Fava para elespanol.com