La cerilla asesina

Artículo de Pedro Pita

Existe por lo observado mucho interés entre los pirómanos, y pocos escrúpulos cuando no piensan en los daños materiales a la fauna y flora que provocan y en el peligro en que ponen las vidas de los demás.  Ya lo contaba mi  primo el «nioni»: “Verano que dura, otoño caluroso asegura”.  Y vaya  mes de Agosto y parte de Septiembre más espléndido hemos tenido este año en el norte peninsular, cálido, soleado y sobre todo muy seco.

Demasiado, porque la sequía ha dejado el monte como una pavesa.  Genial para hacer las delicias de los pirómanos, esos personajes ansiosos por acercar el infierno a sus vecinos.  Sólo en el mes de Agosto se produjeron unos 300 incendios forestales en la península,  300 cerillazos en robledales, pinares, castañares, sotos y por no hablar de nuestra fauna.  11.000 hectáreas  de bosques repletos de fauna cinegética y especies protegidas. ¡Y  lobos!, dirán algunos.  De esos bichos, alimañas inmundas, que liberan los ecologistas para que haya más fauna en el campo.  ¡Y de matorral! De zarzas que sólo valen para molestar y tener el campo todo sucio, desatendido.

Fuego depurador. Un día sales al campo, colocas un puñaito de retamas, sacas la cerilla y ya está, rápidamente las llamas destrozan  el monte y pulverizan todo aquello que no nos gusta. Seguro, también alguna casa, algún Paisano, “pero son accidentes, errores involuntarios”, no hay maldad en ello.  Bueno, es verdad, algunos lo hacen porque están un poco chiflados y se quieren llevar a todo un pueblo por delante al estilo de Nerón, “pero tampoco son mala gente”. Mejor estar paseando por el campo con la cerilla que estar tranquilito el hijo de …….en su casa, o haciendo beneficios a la comunidad  ¿no os parece?

Además, quemar el bosque sale muy barato en España.  Se llama impunidad. Todos los años dedicamos cientos de millones de euros a la vigilancia y extinción de incendios forestales, pero apenas nada para la auténtica prevención, la educación ambiental; no a los  niños en los colegios, que poco queman, sino a esa gentuza adulta “que son la población de riesgo y auténticos asesinos de la naturaleza”. ¿Y la persecución del delito?  Aún menos.  Según WWF, apenas el 3 por ciento de los incendios acaba con algún detenido. Así nos va. Porque mientras no haya una policía especializada en perseguir estos actos criminales, mientras la legislación no se endurezca y los jueces no se pongan  tajantes con estos delitos, los incendios seguirán destrozándonos los bosques.

Y el futuro de los que nos preceden. Los incendios en los montes son la mayor amenaza de nuestro patrimonio ambiental. Si bien durante los últimos 12 años, concretamente desde el nefasto verano de 1994, se ha observado una  mejora en cantidad y calidad de los medios de extinción, seguimos sin reducir el número de siniestros en nuestro país, que se mantiene en una media de 20.000 al año.

Teniendo en cuenta que nueve de cada diez siniestros son provocados por el “Tarado de turno” y que el 90% de ellos son intencionados, no nos queda más remedio que reconocer que hemos fallado en el intento de terminar con  las causas humanas que originan los incendios en nuestros montes. Difícilmente se pueden establecerse políticas sociales preventivas. Sólo con un conocimiento preciso de las mismas podrán diseñarse planes específicos preventivos orientados realmente a reducir el número de incendios en nuestro país.

Con relación al número de siniestros, decir que se encienden demasiadas cerillas en verano, básicamente por dos motivos: para eliminar restos de siembras y ramajes no deseada; y para resolver a la tremenda los tipos de disputas locales.  El cual por no ser prudente, produce infinidad de incendios, de poca superficie, cada uno de ellos en un medio territorial muy desordenado, mientras que los segundos están más vinculados a los incendios de mayor tamaño y a un medio forestal más despoblado y falto de gestión.  En el primer caso debemos insistir en la importancia de políticas de prevención social, de cuyo déficit pecamos, y recomendar no caer en la demanda exclusiva de la persecución del delito sin plantear soluciones alternativas a esta forma de usar el fuego.

Para la segunda tipología de incendios es vital acabar urgentemente con la sensación de impunidad actual debida a la deficitaria persecución del delito. Y es que sólo se detiene una media de 11 personas al año para los 20.000 incendios registrados, debido a la dificultad que entraña la identificación en este tipo de siniestros, pero también por la no menos patente falta de coordinación entre los cuerpos dedicados a la investigación, quienes en ocasiones incluso generan informes contradictorios que finalmente son archivados por un Juez que no sabe el daño que hace la cerilla asesina.

Debemos poner sobre la mesa  la debilidad estructural del medio rural, y del forestal en particular, con un problema de fondo de los incendios forestales.  Aunque terminásemos con el Hijo de p……..y dejase de ser la primera causa de los incendios forestales, cosa que no seremos capaces mientras no se endurezcan las penas por estos hechos, no lograremos, la climatología las tormentas con sus rayos tan devastadores seguirían actuando sobre miles de hectáreas en el medio natural, pero recientemente abandonado a su suerte en la última década.

Hablamos de miles de hectáreas de frondosa vegetación de origen natural no replantado, donde la eficiencia de los medios de prevención está  produciendo la acumulación de desechos vegetales combustibles que un día u otro terminara ardiendo, y si lo hace de forma descontrolada, con gran riesgo de catástrofe ecológica.

PENSEMOS QUE LOS BOSQUES ES EL MEJOR BIEN QUE NOS REGALA LA NATURALEZA CUIDEMOS DE EL

Un gran artículo que se puede complementar con las soluciones propuestas por Eduardo Pompa en la prevención.