La berrea vence a la sequía

Ciervo berreando tras una hembra.

La berrea es el proceso de selección natural por el que los mejores machos consiguen a hembras con el objetivo de asegurar la continuidad de la especie.

Las noches de los montes salvajes y semisalvajes de España comienzan a llenarse de un rumor desgarrador, de un bramido persistente, creciente y, sobre todo, sexual. La mínima bajada de temperaturas, especialmente en el norte peninsular, ha puesto en marcha la berrea, la técnica de cortejo de los ciervos para atraer a las hembras mediante berridos para el apareamiento. Una competición de gritos para que los machos ganadores reúnan sus propios harenes para las montas, un proceso del que salen tan debilitados que, en breve, los perdedores de la berrea tendrán una segunda oportunidad para intentar prologar su estirpe. Y todo pese a la sequía.

La berrea es un proceso de selección natural, por el que los mejores machos consiguen a hembras con el objetivo de asegurar la continuidad de la especie con las máximas garantías posibles. Los machos que logran imponerse consiguen un gineceo, aunque deben seguir protegiéndolo durante el tiempo que dure este proceso, que suele ser cerca de unas dos semanas.

A pesar de que el calor o la sequía suele retrasar la berrea, actualmente en Extremadura o en Cantabria, o en muchas zonas de las dos Castillas o León, «está ya bien entrada». En Extremadura, la lluvia que cayó durante 24 horas el pasado 30 de agosto hizo que la atmósfera se limpiase y los ciervos empezaran a oler el celo de las hembras, lo que activó todo el proceso y permitió que continuara al refrescar por las noches, tal y como recoge Jero Díaz Galán para la agencia Efe.

Los berridos se escuchan en muchos espacios naturales, fundamentalmente del bosque mediterráneo. Los machos braman para impresionar a las hembras y marcar el territorio frente a otros machos. La sincronización del celo de las hembras hace que los machos, al oler las feromonas, reclamen el territorio con su bramido y en enfrasquen en peleas para copular al mayor número posible de ellas y perpetuar así la descendencia del más fuerte.

Cuando dos machos alfas llegan a la pelea, el momento es aprovechado por otros animales beta, de menor tamaño y cornamenta, para poder copular. Los ciervos se pasan prácticamente un mes sin comer, «solamente atentos a defender el mayor territorio posible» y muchas veces incluso mueren después de este periodo por agotamiento, aunque ya han dejado sus genes, «lo que es una cuestión evolutiva interesante».

Ese «berreo», unido al desgaste que supone mantener al grupo de hembras junto y sus respectivas montas, provoca que los venados pierdan durante estas semanas mucha energía e, incluso, peso. Los venados más jóvenes y los más mayores, que no pueden competir con los adultos por tener menor musculatura y un astado menos fornido, disfrutan entonces de «la segunda berrea», toda vez que los adultos ya han montado a las mejores hembras.

Se sabe que la berrea está llegando a su fin cuando los machos ya se dedican a pastar y las hembras «se desperdigan» y dejan de ir juntas en grupos. Con la brama final empieza el periodo de espera, que terminará en 235 días con el nacimiento de un cervatillo -casi siempre uno, porque los partos múltiples son infrecuentes-. Y hasta la próxima berrea.

Informa elpais.com