Introspección

10 noviembre, 2018 • Pluma invitada

La temporada de caza ha comenzado y muchos son los post, fotos… que muestran nuestra gran pasión. Algunos muestran nuestra pasión con amor, con cariño, con pasión por lo natural, por la pieza abatida: muestran la verdad de la caza que no es otra que la acción de cazar; pero, por desgracia, todavía quedan muchos que muestran únicamente carnicerías y sangre, falta de educación y prepotencia.

El tiempo pasa muy rápido y aunque durante toda mi vida, desde que tengo recuerdo, he defendido la caza. Desde que las redes sociales se convirtieron en el caldo de cultivo perfecto para el crecimiento de la nueva moda animalista,  mi defensa de esta gran afición ha sido más activa, exponiendo mis ideas, pensamientos y razones al mundo para desmentir muchos de los mitos creados por estos nuevos grupos urbanitas que poco o nada conocen sobre el medio ambiente que nos rodea, sobre el campo y la vida rural.

Pero creo que debemos hacer una reflexión interna; ya que defender esta actividad a capa y espada sin reconocer los errores que muchas veces se cometen, creyendo que se tiene la verdad absoluta, nos convierte en la misma moda animalista pero en su antítesis.

Soy de la idea de que para poder luchar contra el enemigo externo, primero debemos defendernos del enemigo interno.

Soy consciente de que mis palabras van a provocar rechazo por parte de muchos de los lectores cazadores que lean estos pensamientos, pero señores no escribo para agradar los ojos de nadie, no me caracterizó por poner filtro a mis palabras, ni expreso mis sentimientos y pensamientos para que quede bonito y agradar al sector.

Mi defensa de este mundo siempre he intentado que sea lógico y cuerdo. Y la cordura es lo que,a mi manera de percibir falta en gran medida en nuestro sector.

La temporada de caza ha comenzado y muchos son los post, fotos… que muestran nuestra gran pasión. Algunos muestran nuestra pasión con amor, con cariño, con pasión por lo natural, por la pieza abatida: muestran la verdad de la caza que no es otra que la acción de cazar; pero, por desgracia, todavía quedan muchos que muestran únicamente carnicerías y sangre, falta de educación y prepotencia.

Y, ¡ojo!, no quiero decir con esto, que no podamos mostrar una acción de caza, la foto con nuestra pieza abatida, porque sería hipócrita evitar esas imágenes siendo parte importante de la acción de la caza. Pero siempre hay maneras y maneras, porque no somos carniceros, los días de caza no deben convertirse en mataderos.

Como un gran cazador dijo una vez y citó su frase: » la caza es todo lo que ocurre antes y después de la muerte del animal» .

Y muchos estaréis de acuerdo en que como a mí me ocurre, si después de ese disparo, podría devolverles a la vida lo haría sin dudarlo. Y ese sentimiento es el que nos convierte en verdaderos cazadores.

Como he dicho varias veces y me reitero en ello, la caza es el mejor mecanismo de regulación de las especies y los ecosistemas a nivel general siempre y cuando está se haga de manera respetuosa, legal, consciente y sobre todo lógica.

Nuestra principal labor es la regulación de los ecosistemas, la educación de las nuevas generaciones en el mundo rural, en la vida del campo y sus actividades y por supuesto nuestra propia reeducación de las actividades cinegéticas.

No por enseñar más piezas abatidas eres más amante de la caza.

No por no enseñar ninguna de las piezas abatidas eres menos cazador.

Cazador es simplemente aquel que disfruta del campo escopeta en mano con kilómetros de ribazos, barbechos, rastrojos, bardaleras y aulagas a sus espaldas y que vuelve mil veces más a ello aunque lleve el morral vacío.

Y debemos recordar que esa pieza abatida, que en muchos casos acaba adornando nuestros salones y en otros nuestra mesa con un buen vino y rodeados de amigos, nos está regalando recuerdos y momentos únicos.

Bea Alcoya

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