Hora de actuar
Hipócrita sociedad en la que vivimos. Taurinos y antitaurinos, cazadores y ecologistas, de derechas y de izquierdas… Distintas clases y tipos de personas, cada una con sus encantos personales; nadie sobra, solo falta personalidad.
El problema viene de los plagios, de quedarse en tierra de nadie, de querer estar en misa y replicando. Nacen “clases” de personas nuevas sin firmeza en sus decisiones, sin abogar por lo que luchan. En el parto la tolerancia huirá, sustituida por la primera persona del singular multiplicada por tres. Ahí reside el verdadero problema de las sociedades. Cargan contra lo que desconocen y disparan cartuchos de sal con los ojos vendados.
Apuntaré de manera aun más crítica, llevando el alza y punto hacia una de las “nuevas clases” antes definidas: “los animalistas”. Nada tienen que ver con aquellos llamados ecologistas, que hacen una férrea defensa de lo que para ellos significa la naturaleza y son respetados por mi persona. Estos recién creados adoran a los animales, pero les escandaliza su presencia. Creen en una sociedad con derechos iguales para la fauna y las personas, donde los gatos no cacen ratones ni los gorriones coman gusanos. Esta fauna, para ellos, se limita a los que se les puede aplicar el calificativo de “adorables”, olvidándose entonces de los demás seres vivos que pisan también la Tierra. Son criadores de mascotas a los que enternece ver un perro por un pasillo de dos por dos jugando (¿jugando o asfixiándose en su propio aire?), pero se horrorizan cuando los “feos” jabalíes buscan comida a sus anchas por las ciudades. Gran revuelo crean estos ungulados, llegando a ser casi habitantes en algunas regiones. Asturias, patria querida… ¿qué te voy a contar? Entonces es tiempo de buscar medidas, de reducir los microinfartos de quien se encuentra la fauna salvaje campando por los barrios. Les echamos pero sin incomodarles, les quitamos la comida que vienen a buscar pero con buenas maneras o les animamos en la búsqueda de alimento por los bosques.
Recientemente leía una noticia: inocular anticonceptivos a los cochinos para así reducir la población. ¡Qué manera de jugar a ser Dios! Creo que cualquier persona que sienta la naturaleza desde lo más profundo de su ser pensará que es de locos. Cómo hemos llegado a personificar tanto a los animales y seguramente solo quieran ser animales. De perdidos al río. Enseñémosles lo que son las píldoras del día después o los preservativos, urólogos y ginecólogos practicando vasectomías y ligando trompas o impartamos clases de educación sexual y sobrepoblaciones.
Por desgracia, el depredador del jabalí, debido a la escasez de lobos ibéricos, es el hombre. Este mismo, que tuvo un importante peso en la marchita población de lobos, una de las señas de la península, es, hoy día, quien sirve de método regulador para una especie sin depredadores naturales y que crece exponencialmente. Madrid actuó a golpe de flechas que, silenciosas, evitaban un problema a la ciudad. Nos están comiendo el terreno y con planes cinegéticos adecuados se podría mermar la población y alcanzar niveles óptimos. Son aterradoras las cifras que se manejan de accidentes de tráfico por los guarros. O tomamos cartas en el asunto o la cosa irá a mayores, pero actuar conlleva hacerlo de forma responsable.
Probablemente haya otras formas de reducir estos problemas más aceptadas por la sociedad que la caza. Nos criticarán por hacer lo que se debe, cazar para regular, acusándonos de querer arreglar todo con el peso del plomo. Nadie se va de lo que considera su casa con buenas palabras y sin que le incomoden. Informensé antes de criticar aquello que ni saben cómo se realiza. Amigo de ecologistas, siempre me ha encantado debatir con ellos para explicarles mi postura y escuchar la suya. El gran Shakespeare decía “a todos presta oídos; tu voz a pocos” y con el respeto se puede debatir. Cuando en un debate entra el yo, yo y yo, se convierte en un monólogo de críticas y disparates volando por el ambiente que, sin cordura alguna, desinflan a una persona y creen darle la razón.
Sin alargarme más, recalco una frase ya dicha: ecologista no es lo mismo que “animalista”. Con el respeto se llega a cualquier parte, cuando este falte… puente de plata.
Ignacio Candela