Gracias por estar

22 mayo, 2017 • Pluma invitada

Realmente no sabía muy bien a quién dedicarle mis letras esta vez, y no sé por qué cuando no sé qué hacer siempre viene a mi cabeza ella, la mujer valiente, la que sacrificó sus noches por las mías, esperando solo un abrazo de vez en cuando.

Ella, la mujer sufridora de la espera, la que con dolor te trae al mundo y desde ese instante te hace dueña de sus noches en vela, la que sufre cuando sufres y ríe cuando ríes, no sé lo que pudo pasar por su cabeza la primera vez que me abroché unas botas y le dije un  “ya te llamo cuando llegue”, no puedo imaginar cuan largas pueden serle las horas, esas mismas que para mí son tan cortas.
No puedo sentir cómo pasan los minutos cuando llamas a un teléfono donde una y otra vez salta un contestador porque no tienes cobertura.  Simplemente, no sé cómo hace para sujetar los nervios en su estómago.

Te ve salir escopeta en mano, y solo pronuncia su “ten cuidado y no me tengas todo el día sin saber”. Así… fin de semana de temporada, tardes de verano, así días y noches. Viviendo sujetando el miedo en su cuerpo, mientras yo, inconsciente, me limito a disfrutar y vivir.

Ella, mi madre valiente, la que nunca me ha cortado las alas, aunque seguramente por dentro ansiase coger unas tijeras y no dejarme ni una pluma. Ella, la que sabe esperar sin desesperar, la que sabe reír, aunque solo le queden ganas de llorar.

Creo que todos y todas tenemos esa figura que siempre ha estado ahí y a la que nunca le hemos dado el valor que se merece, pues creemos que dentro de su condición de madre está la de dejarnos ser libres, dejarnos disfrutar.

Hoy quiero aprovechar para darle eso que tan pocas veces le doy, esas ¡gracias! por ser y por estar. Por esperar y por dejarme volar, por hacer suyas mis alegrías aunque la preocupación no la deje dormir. Gracias por empujarme a seguir, por animarme a hacer aquello que amo, por alentarme a que no deje nunca de disfrutar de la pasión del momento, Gracias mamá por pedir para dentro que deje está loca afición, pero por fuera mostrar una sonrisa camuflando tu miedo. Gracias por ser parte de esta forma de vida.

Os animo. Somos muy afortunadas las que podemos seguir disfrutando de sus riñas cuando no llamamos al llegar; no dejemos pasar la oportunidad de gritarles los “te quiero”, esos que callamos; nos enfadamos por lo pesadas que se ponen con el “que me llames” (yo soy la primera que contesto con un “qué quieres otra vez”); aprovechemos la suerte que tenemos por tenerlas ahí, pacientes, sonrisa en los labios y preocupación en el corazón.

La mayoría de las veces que salimos por la puerta, con la salida del sol, nos volvemos egoístas y no nos damos cuenta que en la almohada, aunque parezca tranquila, no descansa el corazón de quien nos dio la vida.

Gracias mamá: por ser, por estar y por seguir.

Ana B. Marmolejo


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