Fernando Falcó, marqués de Cubas y dueño de Valero: «Una gran finca no es negocio»

8 noviembre, 2017 • Noticias de caza

En el Parque de Monfragüe, la finca Valero es una joya natural y una de las mejores reservas de caza del ciervo en Europa.

Propiedad de Fernando Falcó, marqués de Cubas, sus casi 5.000 hectáreas son un modelo de gestión medioambiental.

«Estos son mis poderes», bromea el marqués de Cubas mientras resuelve con el fotógrafo -no está acostumbrado a posar delante del objetivo- cómo colocar las manos para el retrato. Esos poderes son las 4.850 hectáreas que se despliegan, inabarcables, a la espalda de Fernando Falcó y Fernández de Córdoba (Sevilla, 11 de mayo de 1939). Cuando detalla cada cada rincón de la dehesa, sus palabras desprenden la devoción y el orgullo de quien lleva unido a estas tierras desde hace generaciones. Valero es una de esas fincas legendarias en el imaginario de todo buen aficionado a las artes venatorias. Un verdadero santuario consagrado al ciervo ibérico, al que acuden algunas de las principales escopetas del mundo, atraídas por la cantidad y calidad de sus ejemplares, para montear en estos pagos extremeños. «Goya subía la tarifa si tenía que incluir las manos en el cuadro», sentencia sonriendo nuestro noble anfitrión. Últimos disparos de Álvaro Felgueroso. Foto conseguida. La propiedad está situada en el término municipal de Torrejón el Rubio (Cáceres), y parte de ella, unas 1.350 hectáreas, discurren dentro del Parque Nacional de Monfragüe.

Acompañaba mucho a Alfonso XIII en sus lances. Es una suerte que, al igual que sus antecesores, respetara las manchas de sotobosque que ocupan los llanos del coto, donde convive con la dehesa, cosa verdaderamente insólita. A principios del siglo XX quitó también las más de 10.000 cabras que había, dejando como único ganado a los ciervos. Después de su muerte pasó a manos de mi madre, Hilda Fernández de Córdoba y Mariátegui, que junto a mi padre, Manuel Falcó y Escandón, duque de Montellano, continuaría con la labor», rememora Falcó. Hilda Montellano fue una destacadísima tiradora -de las pocas de la época, junto a la infanta Alicia de Borbón-Parma-, llegó a tener incluso una rehala propia. En la década de los 60 decidió mallar el perímetro de la propiedad, de 38 kilómetros, con la primera valla cinegética que se puso en España y que hoy sigue intacta. Los trabajos duraron casi tres años pero pronto dieron fruto, la cabaña de ciervos aumentó notablemente, al igual que la calidad de sus trofeos.

¿Cómo llega el coto, finalmente, a sus manos?

-Al hacer mis padres el reparto de tierras le tocó a mi hermana Rocío, marquesa de Berandevilla. A su muerte, en 1990, lo heredé yo, aunque el usufructo quedó en manos de mi madre. Tras su fallecimiento, ocho años después, pasó plenamente a mí». En ese periodo la Junta de Extremadura intentó su enajenación a través de la Ley de Fincas Manifiestamente Mejorables, junto con otros latifundios como la Cabra Alta y la Cabra Baja, de la casa de Alba, con quienes están emparentados los Falcó: «En 1986 el gobierno extremeño quiso expropiarlo. Fue un disparate, es un monte muy importante y, además, estas tierras no eran buenas para labores agrícolas. Recurrimos y cuatro años después el Tribunal Supremo nos dio la razón. Mi hermana ya no pudo verlo. Pese a los problemas, luego incluso fui amigo de Rodríguez Ibarra«.

Por y para la caza mayor

Toda la gestión que se realiza está orientada a mejorar la cabaña de reses cervunas -unas 2.000 cabezas, más otros 1.000 jabalíes– que se reparten por las cinco manchas que tiene la propiedad, de las cuales cuatro se cazan anualmente. Mientras recorremos el encinar a bordo de un Land Rover Defender, todo un clásico, contemplamos alguno de los magníficos ejemplares de venado ibérico que van saliendo al paso. La finca ha capeado la sequía de estos meses mejor que otras del entorno gracias a las 21 charcas grandes y ocho abrevaderos que se han creado y a las 100 hectáreas sembradas de pasto y trébol, todo enfocado al bienestar de los animales.

«Mantengo el campo limpio porque en cuanto lo dejas un poco sale el monte por todas partes. Los cultivos se protegen con valla electrificada hasta que llega el momento y se abre para que coma el ganado», cuenta Falcó. La caza es una herramienta clave para mantener el equilibro medioambiental, para ello se celebran cuatro monterías de pago cada año con unas 15 recovas, en las que se matan unos 150 venados. «Por costumbre no escrita sólo permitimos que se abatan tres venados buenos por puesto, para que no nos dejen sin reses. Dentro del parque tenemos otras seis manchas, pero como está prohibido montear como tal, hacemos lo que se llama ‘control de especies’ para evitar que crezca la población incontroladamente. Aquí se ha cazado y se cazará siempre como medida conservacionista».

¿Recuerda la primera pieza que abatió?

-Fue algún conejo con 8 años en El Rincón, de mi hermano Carlos, marqués de Griñón, donde se llegaban a cobrar hasta 30.000 cada año, una plaga. El primer lance de caza mayor fue aquí, con 12 años. He tirado toda mi vida, principalmente perdices. Toda la familia hemos sido muy cazadores y así se lo he transmitido a mi hijo Álvaro. Muchos y muy ilustres han sido los monteros que han pasado por estos pagos, inmortalizados en las fotografías que decoran -junto a impresionantes trofeos cinegéticos- las paredes del caserío de Valero, antiguo refugio de caza del duque de Arión. El rey Juan Carlos, compañero de colegio de Fernando Falcó en Las Jarillas; la infanta Elena; empresarios como Juan Abelló… «Un año dimos una montería para un grupo de finlandeses. Yo había convidado a Carlos Sainz, que además de un gran piloto es muy aficionado al arte venatorio. Cuando los finlandeses le vieron se abalanzaron sobre él para hacerse fotos porque le adoran desde que ganó el Rally de los Mil Lagos. Estaban entusiasmados», relata Cubas.

¿Qué perfil de cazador elige un coto como este para montear?

-Tenemos un grupo de sociedades muy bueno, Espacaza. Son gente seria y con una magnífica cartera de clientes. Suelen ser grupos fijos que vienen año tras año formados por grandes tiradores, de ahí la limitación de piezas a abatir por cada participante. Aunque son experimentados no está de más poner taludes de tierra separando los puestos para evitar accidentes.

Espacio de especial protección

El todoterreno se abre paso por las empinadas veredas de la sierra del Espejo, espina dorsal que recorre Monfragüe. «Subid las ventanillas que se pueden meter las ramas», recomienda nuestro excepcional guía mientras nos conduce a uno de los lugares más emblemáticos de la propiedad. «A estas zonas completamente salvajes no se puede venir en cualquier todoterreno». Su pericia al volante explica por qué presidió durante 26 años el Real Automóvil Club de España (RACE) -al frente de cuya fundación sigue hoy- y que ha compaginado con su actividad profesional en la empresa privada, en diversos consejos de administración como el de FCC, la vicepresidencia del Banco de Extremadura o negocios de gastronomía. «La vegetación es importantísima aquí, hay madroño, acebuche, quejigo…, es imposible andar por el monte cerrado y se podrían perder parte de los 150 kilómetros de caminos que tenemos. Dentro de Monfragüe, al ser Reserva de la Biosfera, se necesita un permiso del Patronato del Parque para realizar casi cualquier labor de mantenimiento, desde limpiar los senderos a hacer cortafuegos», se queja Falcó mientras volvemos a descender hasta una de las zonas de mayor protección ecológica de la propiedad, en la rivera del Tajo, la Umbría del Taramalón.

El majestuoso río rasga el paisaje, es la naturaleza en estado puro: ni una sola construcción, ni un solo tendido eléctrico, no hay huella del hombre en estos páramos. «Allí hay un nido de buitre negro, tenemos unas 40 parejas, esto es una ZEPA, una zona de especial protección para la aves», indica con los prismáticos. La convivencia de la administración privada con la legislación de Monfragüe no es sencilla. «Me llevo muy bien con el director del parque, lo hace francamente bien», se sincera Fernando Falcó, «el problema está en que todos los permisos se tramitan a través del Patronato, donde hay tres asociaciones ecologistas que, por sistema, se oponen a todo. No entienden que el monte necesita gestionarse. Son un disparate de tal calibre las teorías de los ecologistas, se piensan que dejando la naturaleza a su albedrío se regula sola. Y si los animales crecen exponencialmente a ver de qué se alimentan.

¿Qué postura tienen los ecologistas?

-No entienden el tema de la caza. Los verdaderos cazadores amamos a los animales, ¡los queremos!, somos los primeros interesados en su bienestar. Disfruto viendo a mis venados. Y se cazan, porque no hay más remedio, para mantener un equilibrio natural. Hace poco recibió una carta de la consejera de Agricultura y Medio Ambiente de la Junta de Extremadura dándole las gracias por la visita que hizo antes de verano a Valero. Aprovechó el marqués de Cubas para presentarle sus quejas por los impedimentos que encuentran los dueños de los predios incluidos en la zona protegida: «Le expliqué la situación y tomó nota para trasladarle a las autoridades del parque la importancia de hacer cortafuegos. Pasa cualquier incidente, y con este tipo de monte impenetrable sería imposible llegar hasta el foco del incendio, podría ser un verdadero desastre ecológico.

¿Cómo ve el futuro de la caza?

-Los nuevos cazadores entienden el campo de la misma manera que se ha entendido ancestralmente. A diferencia de lo que pasa en el mundo del toro, hay muchos jóvenes aficionados, hay relevo generacional. Creo que se va a mantener razonablemente bien pese a la presión que hacen los ecologistas. La comunicación desde el mundo cinegético se hace muy mal. Es esencial explicar lo que se hace y por qué».

¿Compensa mantener una gran finca como esta?

Según Falcó, hay bastantes jóvenes aficionados a la caza, por lo que hay relevo para la siguiente generación.

-No es un negocio, pero reporta otras satisfacciones. Tenemos un tipo de gestión muy especial, si estuviéramos más orientados a la economía, a lo mejor cubría gastos e incluso podría sacarle algo de dinero. Es lo que espero que el día de mañana haga mi hijo Álvaro, para que Valero siga en la familia. Es nuestro deber mantener la riqueza natural de estos parajes para generaciones futuras.

Finca Valero. Crta. Torrejón El Rubio, km 41 (Cáceres).

Contacto: Espacaza. Tel.: 91 575 76 29

Jaime Lázaro para expansion.com

Fotografías de Álvaro Felgueroso


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