Voces de caza
Entrevista a Carlos de la Iglesia
Carlos de la Iglesia Borrego nos cuenta su historia totalmente relacionada con la caza, ya que es Celador de Medio Ambiente en la Reserva Regional de Caza Sierra de Gredos en la vertiente sur. Además, vive en un pueblecito digno de visitar en la ladera de la sierra que se llama Guisando. Narrado en primera persona, este es su relato:
La verdad es que la caza como afición la tengo un poco abandonada. Probablemente porque el trabajo colma mis necesidades en este noble arte.
Cazo la menor en Venialbo ( Zamora) y en Villafranca de Duero (Valladolid), pero al paso que van las poblaciones de perdiz por aquellos lares, no se si podre seguir haciéndolo.
Uso un rifle de cerrojo Santa Bárbara calibre 300 WM y dos escopetas, una Ugartechea paralela regalo de un buen amigo y una Lanber Superpuesta, esta ultima por la cuota de nostalgia; es con la que empecé.
Llevo en la caza alrededor de unos 30 años como aficionado activo de los que los últimos 22 son como profesional.
Empecé con catorce años ojeando para una cuadrilla de cazadores en un coto de Toro con la idea de ganarme un dinerillo; allí me pico el gusanillo hasta que conseguí hacer de la caza mi medio de vida.
En este momento no tengo perro de caza, después de malograrse mi Beagle, me voy a dar un tiempo. Lo que si guardo es un muy especial recuerdo del braco con el que empecé, se llamaba Chico. Cazo conmigo durante doce años y aunque después he tenido otros perros, dos spagniel y otro braco, ninguno fue capaz de llenar el hueco que dejo Chico.
Mis mejores recuerdos:
En la menor, el tener en la mano mi primera perdiz, un macho que baje cuando volaba de izquierda a derecha…. Jamás pensé que yo sería capaz de hacer aquel tiro tan bonito.
En la mayor, aunque hay muchos recuerdos, probablemente un venado que cobre en carrera, se puede decir que a puerta gayola, después de traerle al galope desde 300 metros imitando su berrido.
Mi sueño, uno imposible. Cazar un markhor de Kabul en Afganistán. U otro más posible, que mi padre este donde este me ayude a educar a mi hijo en el respeto a la naturaleza igual que él lo hizo conmigo.
¿Cómo ayudar a los jóvenes? En estos tiempos en que la sociedad ha dejado de vivir en el medio rural y las tecnologías embotan los cerebros de los críos, es difícil fomentar una afición como esta. Al menos a nuestros hijos, hacerles participar desde muy jóvenes en la naturaleza, que la conozcan y que la entiendan en primera persona. Después los genes que desde hace miles de años han sobrevivido a la evolución harán el resto. También las administraciones y las diversas federaciones tendrán que poner algo de su parte, no como una obligación social, si no como una inversión de futuro. Estamos haciendo de la caza algo demasiado elitista, con el freno que eso supone para los jóvenes y el peligro de fomentar el furtivismo.
A un ecologista, la verdad es que no le diría nada, no me gusta perder el tiempo. A quien si le diría algo es a mis compañeros los cazadores, que se sientan orgullosos, que disfruten del echo de cazar y que mantengan su afición en estos dos pilares fundamentales. El cariño por los animales que cazan y el respeto que merecen cuando son cazados.
La caza lejos de ser algo negativo, es el único medio que tiene la administración para manejar las poblaciones silvestres. No hay visión más triste que la de un animal salvaje mermado por una enfermedad, esperando a que los buitres den cuenta de él cuando aun vive. Igual estas cosas son las que deberían ver los ecologistas.
Poco mas que añadir, que vivimos en un país que posee caza y formas de cazar, que son historia y tradición. Que desde el corcero asturiano, los batidores con perros atraillados, pasando por los galgueros de tierra de campos, los reclamistas de la meseta sur y llegando a los monteros andaluces, hay que estar orgullosos de lo que somos, pero debemos sentirnos orgullosos de cómo lo somos.