El Rey pierde la Corona y la recupera gracias a los cazadores

El año 2012 se convirtió en una pesadilla para el Rey.  La galopante crisis económica del país, tras cuatro años de caída, convirtió un pequeño accidente en el detonante: el Rey tuvo que abandonar el país y emigrar a Gibraltar, al amparo de la monarquía británica.

Para él, la profecía de los Mayas se cumplió casi en su totalidad.  Como cada año, el monarca realizó una escapada a África, para la caza de un elefante.  El reto era mayúsculo.  La edad no perdona y el físico del Rey ya no es el de un joven.  Además, el incremento de la población de rinocerontes estaba poniendo en peligro la vida de los pobladores y reclamaban la ayuda de su gobierno, que no estaba por la labor.

Una caída fortuita, acabó con una importante lesión del Rey y un viaje urgente de vuelta al país.  La labor de un ávido periodista destapó la noticia y entonces, como un tsunami informativo, la avalancha de noticias, críticas y medias verdades llenó el devenir diario de la gente.

La monarquía no supo o no pudo explicarlo.  El gobierno, enfrascado en su lucha contra la crisis, consideró oportuno explotar la noticia para desviar la atención.

El Rey se había convertido en el blanco perfecto.  Todo empezó con una pequeña manifestación frente al palacio de la familia real.  La atención de los medios llevó a una rápida propagación en ciudades, pueblos y villas.  Bajo el lema “menos viajes y más trabajar” la multitud se fue uniendo.

De repente, el gobierno se dio cuenta del error inicial e intentó organizar la máquina de propaganda favoreciendo al Rey.

Algunos manifestantes volvieron a su día a día, pensando que no había solución.  El monarca parecía respirar tranquilo.  Sin embargo, una llamada del FMI lo iba a estropear todo: “Os vamos a intervenir”, sentenció al otro lado del teléfono.

Rápidamente los gritos de la gente se transformaron: “menos viajes, nos han intervenido”.  La caída del ladrillo, la subida del petróleo, la corrupción política, la negación de lo evidente, la prima de riesgo, la fragilidad del gobierno, la ayuda a la banca y los embargos.  Toda la frustración en un único chivo expiatorio.

Así que, el 13 de Junio de 2012, el Rey anuncia en un mensaje televisado y ya desde Gibraltar: “lo siento mucho, no volverá a suceder, renuncio a la corona”.

En la sombra, un ex político, cazador, no quería que esto sucediera.  Ahora, con el Rey fuera, la situación era altamente peligrosa.  Las calles se convirtieron en una fiesta por unas horas, para luego apoderarse el caos y el desorden.  Si el Rey había caído, el gobierno también.

Este hombre, contactó con Cazaworld, la mayor red de cazadores del país.  Tenía un plan.  En ellos estaba la vuelta de la corona.

Lo primero que hacen: abastecer a multitud de pueblos con carne de caza.  Los cortes de suministro empezaban a agotar las existencias de comida.  El mensaje era claro: el accidente del Rey no tenía nada que ver con la crisis.

El político, con buenos contactos, empezó a llevar ese mensaje a la prensa y ese trabajo cuidadoso de los cazadores.

Animados por los buenos resultados, los cazadores iniciaron una campaña de consumo local, de abastecimiento a restaurantes, hospitales y centros educativos.

Poco a poco, la gente tomó conciencia del problema que se había originado.  A pesar de las críticas, incluso grupos ecologistas radicales, lograron ver el valor y el esfuerzo de los cazadores.

El Rey decidió entonces regresar a su país y encabezar el grupo que le estaba ayudando.

La percepción de la economía mejoró.  Un grupo de miles de cazadores había logrado lo que no pudo un gobierno maniatado por el FMI.

En una hábil estrategia: el ex político salió en todas las televisiones del mundo junto al monarca para anunciar la restauración de su reinado.

El gobierno en el poder dimitió en bloque.  Y el 21 de Diciembre de 2012, justo el día de la profecía, el monarca recibía su corona de nuevo.

Los cazadores, héroes silenciosos, continuaron con sus vidas.  Pero el país encontró su estabilidad gracias a ellos.