El libro de vivencias de todo cazador

3 mayo, 2018 • Pluma invitada

Lo que verdaderamente importa para el auténtico cazador, son los momentos previos y posteriores: las historias, los lances, ver cazar a los perros y compartir con los tuyos este arte que nos quita el sueño.

Hace semanas que, para muchos de nosotros, la temporada de caza llegó a su fin.

Una temporada que ha estado llena de momentos únicos, porque aunque las piezas abatidas hayan sido en mayor o menor número, con mayor o menor calidad de trofeo, lo que verdaderamente importa para el auténtico cazador son los momentos previos y posteriores: las historias, los lances, ver cazar a los perros y compartir con los tuyos este arte que nos quita el sueño.

Acabada la temporada de caza, ya con la entrada de la primavera, comienzan los recechos, esa modalidad de caza que solo quién la práctica, sabe apreciar la belleza de su hacer. Un tipo de caza en la que el cazador entra en completa sinergia con el animal, con su entorno, ese tipo de caza que saca del cazador ese instinto natural que por génetica tenemos pero que tan olvidado esta en la vida moderna.

Y es que, como en la veda general, la mayor satisfacción se encuentra en los momentos previos o, mejor dicho, semanas previas en las que el trabajo de observación por parte del cazador tiene que ser constante y minucioso, donde nuestra astucia y conocimiento nos regalan momentos únicos en la observación del majestuoso duende del bosque, porque ¿hay algo mejor que pasear por el monte con la esperanza e ilusión de ver a tan preciado animal, observar su comportamiento, sus querencias de verlo y ser visto? Sabiendo que el día de nuestra cita ser invisibles será nuestro triunfo y esto nos dará el lance perfecto, quedando grabado en nuestra retina, que incluirá un capítulo más en nuestro libro de vivencias de caza.

Bea Alcoya


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