El insólito caso del niño que creció y cazó con una manada de lobos en plena sierra
Marcos Rodríguez Pantoja vivió 11 años con una manada de lobos en Sierra Morena y estableció con ellos una relación especial estudiada por antropólogos y llevada al cine.
La historia de Marcos Rodríguez Pantoja es tan insólita como aleccionadora. Este hombre, nacido en un pueblo de Córdoba, vivió 11 años con una manada de lobos, que le adoptó, le protegió, le alimentó y le crió. Rodríguez, que ahora tiene 72 años, conoció con esos animales salvajes el afecto que su familia le había negado.
A los siete años, perdió a su madre y fue maltratado por una madrastra, que le castigaba y le golpeaba con brutalidad. Le obligaba a dormir a la intemperie, atado por cadenas. Su padre le vendió a un terrateniente, que se lo entregó a un cabrero de Sierra Morena que le necesitaba como ayudante. Vivió con él durante un año en una cueva en el monte hasta que murió, dejándole solo. Marcos se sintió totalmente desamparado porque el pastor le había tratado con una humanidad que jamás había experimentado.
Erraba sin rumbo por el bosque hasta que un día se quedó dormido junto a unos lobeznos con los que estaba jugando. Al despertarse, se encontró con una loba que repartió la carne de un ciervo entre sus criaturas. La loba no sólo no le atacó, como él temía, sino que le acercó con una pata un trozo de la comida que llevaba en la boca. Luego le lamió la sangre de la cara y le acarició.
Adoptado por esta familia de lobos, se convirtió en un miembro más de la manada, con la que cazaba y convivía. Desarrolló una especial relación de fraternidad con un hijo de la loba que le había adoptado. En alguna ocasión, le salvó la vida. Marcos, que vestía con pieles de animales, cuenta cómo sus compañeros le enseñaron a distinguir entre lo que se podía comer y lo que era tóxico. Aprendió su lenguaje y sus hábitos y aullaba para comunicarse con ellos.
Nunca tuvo a lo largo de más de una década ningún contacto con el ser humano hasta que fue encontrado en 1965, cuando tenía 19 años, por la Guardia Civil, que lo trasladó a Fuencaliente (Ciudad Real). Se comportaba y mordía como un lobo y era incapaz de hablar. Su padre le reprochó que hubiera perdido la chaqueta y se negó a acogerle. Marcos fue entregado a un centro público de Madrid, donde las monjas y un sacerdote le enseñaron a vestir, a comer con cuchillo y tenedor y a andar erguido.
Luego emigró a Mallorca para trabajar hasta que fue llamado a filas por el Ejército. Se ganaba la vida como pastor, camarero y otros oficios. Pero como carecía de malicia y desconocía los códigos sociales, fue víctima de burlas y estafado en varias ocasiones.
Volvió durante una etapa a vivir en el monte hasta que fue acogido en Rante, un pueblo de Orense, por un policía jubilado llamado Manuel Barandela, al que Marcos llamaba «jefe» y que le protegió hasta que falleció.
La historia de Marcos ha sido investigada por antropólogos y su experiencia ha sido relatada en documentales en los que siempre habla del noble comportamiento de los lobos, de su sentido de la solidaridad y de lo mucho que le enseñaron.
Pedro García Cuartango para abc.es