El Guarro de la Mixtura

3 septiembre, 2013 • Miscelánea

Juanma García nos cuenta un relato de un aguardo excelente y del que se siente particularmente orgulloso:

Después de unos días de vacaciones con la familia y entrando la luna de agosto, pongo rumbo hacia la finca de caza que compartimos un grupo de amigos y yo en Ciudad Real, esta vez voy acompañado por mi mujer que a decidido a venir a pasar unos días conmigo y a conocerla.

A eso de medio día llegamos a la finca donde nos recibe Pepe, el guarda, para llevarnos al cortijo y comprobamos de camino como algunas reses se dejan ver como si de una bienvenida se tratase.EL GUARRO DE LA MIXTURA

Charlando con el guarda decidimos cual será nuestra primera postura esa misma noche para realizar el primer aguardo, pensamos que como hace mucho calor y este tiempo atrás a estado rondando un buen macareno los alrededores del puesto de la charca, y sabiendo de antemano que es un puesto donde te diviertes por el ir y venir de animales, decidimos ponernos allí  para que mi mujer se divierta y se le haga mas llevadera la espera.

Sobre las 10 de la noche y ya sentados los dos en la torreta, empezamos a oír como los venados se terminan de descorrear para lo que se le avecina, en eso que estamos distraídos con los golpeos de las cuernas en las madroñas y las jaras, escuchamos como un macho entra sigilosamente por debajo de la torreta derecho a bañarse en la charca que tenemos a los pies, una vez bañadito el astuto jabalí decide llenarse la tripa y empieza a comer en compañía de un venado joven que al escuchar el comedero se decide a probar suculenta golosina.

Nosotros allí sentados en la torreta disfrutamos del momento hasta que después de un largo rato se cansan y se marchan, a lo que nosotros abandonamos también la espera.

Al anochecer del día siguiente, después de un día de descanso, entre dos luces lleno unos sacos de comida paras las palomas, ya que se aproxima la tirada de palomas que hacemos en la parte baja de la finca, para pasar un día con los amigos y la propiedad de la misma.

Me acerco a la casa en busca de ayuda cuando encuentro a Fernando, el hijo de uno de los dueños, quien muy dispuesto se ofrece a acompañarme y echarme una mano.

Cargamos los bártulos y nos aproximamos al comedero, cuando ahí nuestra sorpresa, estaban ya los guarros en el comedero relamiendo lo que se habían dejado las palomas ese día, al vernos se separan con cautela pero sólo a unos metros ya que esperan astutos a que vaciemos los sacos de tan suculenta comida, mientras aguardan escondidos en las zarzas de río, llenamos la cubeta del dispensador de la pick up y empezamos a regar a ambos lados del comedero cuando alertado Fernando me avisa con un agarrón en el brazo ; “¡Juanma¡ para que tenemos un guarro muy grande en el comedero “.

Efectivamente había salido de no se donde un guarro de muy buen porte y con buenas defensas, las cuales veíamos a la luz de la Pick up al comer la comida de las pobres palomitas, decidimos irnos para no molestarle ni a él ni a los que estaban escondidos, ya al día siguiente se lo conté a mi mujer, le dije que nos íbamos a poner en el comedero de las palomas ya que anoche habíamos visto un buen guarro.

Sin mas nos preparamos los achiperres y al puesto, una vez ya colocados nos acomodamos cerca de una de las pantallas que tenemos preparada para la tirada de palomas. Es una noche calurosa y se ve con gran claridad, gracias a que la luna es casi llena. Se oyen reses acercándose y empezamos a ver llegar las primeras en busca del grano sobrante, primero vemos unas pocas ciervas y algunos gamos que comienzan su banquete, no había pasado mucho tiempo cuando de frente a nosotros empezamos a oir rodar piedras a lo lejos y empieza el desfile de una piara de guarros compuesta por un macho mediano,  una hembra  y 7 marranchonetes, que como si nada entran en el comedero metiéndose entre medias de todas las reses, montándose allí una verbena de animales. Mi mujer y yo, asombrados, no damos crédito.

Por la derecha entran dos machos, uno de ellos de buen porte, se aproximan al comedero, y otro de frente aguarda inmóvil oculto tras una Encina, observando tan inusual estampa.

Nosotros,  en el puesto, no paramos de disfrutar y comentar la vivencia de aquello, cuando de pronto y sin saber porque el comedero se queda totalmente vacío, las reses huyen en estampida como si se hubieran asustado de algo o nos hubieran cogido el aire

Minutos después, charlando con mi mujer de los momentos tan emocionantes que estamos pasando y tranquilos en el puesto, mi mujer me susurra ; “Mira lo que entra por la izquierda”, yo a simple vista ya intuyo que ese es el guarro que vimos la noche anterior y sin mas cojo los prismáticos, lo observo para poder valorarlo detenidamente y le digo; “Ese es el que estamos esperando, en cuanto se ponga a comer y se confíe, disparo”. Entrando con la cabeza alta y antes de llegar al comedero se para y precavido empieza a coger con fuerza una y otra vez aire del que pudiera sacar algún peligro, nosotros parados y en silencio aguardando el momento oportuno.

Veo al jabalí perfectamente, confiado, disfrutando de su manjar, entonces en la oscuridad solo se oye mi respiración entre cortada, cada vez mas jadeante, ansiosa, sostengo el rifle y me preparo para disparar, miro por el visor y lo veo nítidamente, así que no dudo ni un segundo en apretar el gatillo, el jabalí, con la misma fuerza del impacto sale corriendo como si no hubiera sentido el metal hundiendo su carne, entonces,  expectantes mi mujer y yo nos miramos pensando que tal vez había errado el disparo, pasaron unos segundos interminables cuando en la lejanía se escucha un bufido agónico entre las zarzas y los matorrales. Entonces me levanto con la linterna en busca de alguna gota de sangre que me de esperanzas de que lo había alcanzado, cuando de pronto alumbrando la zona del lance veo una gotita, no mas que una lenteja, y empiezo a pensar en lo peor y como un sabueso rastreo en busca de mas sangre y siguiendo esa trayectoria  encuentro mas en un pequeño arbusto y es ahí cuando decido no seguir avanzando hacia el río, ya que confío en que puede estar herido.

Aviso a Carlos, el dueño, el cual me manda un mensaje al teléfono al escuchar el disparo, el dueño acompañado del guarda, y sus perros  Ray y Lucho,  tardan poco en aparecer, entonces tras unos metros de rastreo damos con el jabalí ya muerto entre los recovecos del río. Respiro entonces cuando veo que lo he dado caza, en ese momento en compañía de mi mujer y en ese cebadero de palomas, me corre por el cuerpo una alegría y satisfacción enorme, al que le gusta esto de los aguardos lo entenderá, y rodeado del guarda y los dueños que viendo ese  trofeo cazado en su finca les enorgullecía.

Siempre quedará grabado en mi memoria ese momento,  la noche, el lance, la compañía de mi mujer en su primera espera, lo recordaré para el resto de mi vida y lo recordaré como:

EL GUARRO DE LA MIXTURA.


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