Cuestión de respeto

 

En toda modalidad cinegética son fundamentales cada una de las partes que la conforman. Es ilógico pensar en un galguero sin su galgo o en un perdigonero sin ese macho cantarín dispuesto a ser el rey desde su pulpitillo, o nuestros queridos perros. Pero no solo son imprescindibles estos compañeros, sino que también todas las personas con las que pasamos los días en el monte. Quizá para mi sea el mejor momento de la jornada: poder revivir los lances contándolos, las risas, el calor de una lumbre y un ambiente idílico. Y hoy quiero reivindicar el trabajo de una serie de personas.

Por un hecho en una de las monterías de este año, me centraré si me lo permitís en esta modalidad. Puede que sea por el número de personas juntas con un arma entre las manos o por el alcance de estas, pero no es poca la gente a la que le entra un escalofrío con este tipo de caza o al oír hablar de ella. Una montería bien organizada es seguro que, si el tiempo y las reses no fallan, será un día para recordar, donde independientemente del número de animales prima la amistad. Pero pensar que todo esto va a ser siempre así es una utopía. La organización no está únicamente en las múltiples llamadas que genera esta acción de caza por tema de papeleos, ni se centra en un solo día, no. Detrás hay mucho más y por cuestión de respeto hacia el trabajo de otras personas, hay que pensar antes de actuar. Ocuparás una postura, cazarán con tesón esos perros acompañados de sus dueños que, a viva voz, romperán tu tranquilidad para verte feliz. Ese puesto no es una simple tablilla con una cinta que adornan una encina. Aunque se vea así, está todo meditado.

Se falta el respeto a los organizadores cuando se llega gallardo, escupiendo críticas para intentar demostrar una sabiduría en un sitio desconocido. “Es mejor ser dueño de tu silencio que esclavo de tus palabras”. Derroche de ignorancia y malos modales. Eso que se critica ha sido estudiado por una persona que no es que haya pisado una vez ese terreno, sino que lo conoce. Se guardan las líneas, se buscan tiraderos para agradar al montero, se cuadran armadas que puedan ser perpendiculares y cuando hay algo de peligro… se elimina. Lo principal: la seguridad. Si algo se tiene que ir que críe, pero que nadie sienta cerca el peligro. Todo esto no son las cavilaciones del día de marcar,  estas te persiguen y te atacan en los momentos más insospechados y tendrás que repasar varias veces más la armada. Un puesto está situado a conciencia y el postor, con todo su orgullo y satisfacción, te indicará las posibles entradas, los cuidados a tener y los puestos cercanos, te delimitará el tiradero y se encomendará a la suerte para que disfrutes. Quien se muda para mejorarse le está faltando el respeto, se está poniendo en peligro y echa por tierra el trabajo y esmero de otra persona. ¿Quiénes somos nosotros para llegar a casa de nadie y cuestionarle de malas maneras?  Nos creemos los reyes del mambo y nos vemos con capacidad de decisión sobre el peligro de los demás. Porque eso es lo que somos al hacerlo, peligro.

Todos los organizadores están en permanente contacto y tienen que funcionar como un reloj suizo para ir al compás y evitar accidentes. Con una sonrisa te dicen que te recogen luego. No nos concienciamos de que ese simple gesto puede significar que lo que a priori parece un día espléndido acabe en tragedia. No nos concienciamos que tenemos entre las manos unas armas que sobrepasan cientos y cientos de metros de alcance y que un simple tiro en un viso acojona a una montería entera escuchando el silbido. Que como bien escuchaba a mi amigo Joaquín hace poco, una escopeta equivaldría a un calibre 720, y quien dude del alcance de dichas armas quizá se le deba de retirar la licencia por ni saber siquiera lo que tiene entre las manos. El ansia es el mal de la caza y vale más la vida de una persona que cualquier animal. Nos movemos del puesto con los perros cazando aún para nosotros… ¿dónde está el respeto? ¿Dónde está el respeto al prójimo cuando, por la causa que sea, nos levantamos de nuestra postura y pasamos por delante de la suya? ¿Tenemos respeto a la hora de cazar? No diré que sea mala suerte encontrarse una persona que es ciega a la tolerancia y no sabe mirar más allá de él; diré que la suerte es no cruzarse con personas que solo ven un espejo para mirarse mejor y que lo demás esté de más.

Quizá este escrito sea un batiburrillo de ideas nacidas desde el coraje, pero solo espero que si alguien lee esto y se siente identificado con algo recapacite sobre el respeto hacia el trabajo de otra persona. Las críticas constructivas siempre serán bien recibidas. Nadie es perfecto y la experiencia es un grado, por lo que recibir opiniones sobre un puesto no solo puede servir de ayuda para el año próximo, sino que sirve para aprender. Llevo varios años de postor y he lidiado por desgracia con personas de estas, a los que yo, personalmente, no les voy a dar el gusto de llamarles cazadores. El empeño sin ánimo de lucro de una persona por amor al arte, como mínimo, merece respeto.

Ignacio Candela