Crónica de montería de Las Peñas, por Monteros de Encinasola
Era el 26 de noviembre fue la fecha escogida por Monteros de Encinasola para hacer la primera incursión cinegética por tierras extremeñas. Como cada año, esta organización ofrece un par de cacerías en Extremadura y esta era una incógnita total, dado que no se había monteado nunca.
El día amanecía nuboso y con ganas de aguar la fiesta, pero Paco Berjano y Hugo Larrubia tenían preparada para sus monteros una jornada que no caerá en el olvido.
El punto de reunión fueron las naves cercanas al Cruce de las Herrerías, donde ya anteriormente habían realizado el desayuno y sorteos cuando cazaron «Las Mengachas».
Allí, con una neblina débil, los monteros degustaron el desayuno y se procedió al sorteo de las escasas 50 posturas que iban a conformar el mapa de la montería. En riguroso orden, se sortearon los cierres, que fueron partiendo hacia el cazadero, y posteriormente las traviesas.
Las cosas se complicaron desde un principio, con un montero que se perdía en el gran trayecto de camino que hay hasta la finca, otro que se atascaba en uno de los pasos, un Mercedes que se averiaba también y hasta un servidor, que me quedé en la misma puerta del cortijo, y gracias a la propiedad pude solucionar rápidamente el contratiempo. Todo esto hizo que la suelta se demorase hasta casi la una de la tarde, por lo que se comenzó a cazar a destiempo.
Un intenso silencio circundaba la mancha desde la colocación de las armadas y con posterioridad a la suelta. La mancha, de viejas jaras y eucaliptos en su gran mayoría, sin aceros y con tiraderos cortitos, estaba esperando para dar la sorpresa a los monteros.
Más de veinte minutos tardaron los canes en hacer aparecer un cochino a los puestos, y no porque no los hubiera sino porque, «jugando en casa», ratoneaban dentro de la espesura sin dar cara a los sucios puestos.
El cierre de los Eucaliptos “abrió la lata”, y posteriormente comenzaron a producirse ladras, carreras y disparos.
La montería se convirtió después en una ladra continua. Los que disfrutaron de puestos de traviesa confesaban nerviosos que no sabían a dónde atender. Estaban totalmente rodeados de ladras y carreras y se vieron desbordados con la aparición de los fugaces cochinos en sus puestos. Así, Javier Muñiz contemplaba más de nueve cochinos volar por el trocito de camino que dominaba. En el cierre de las cumbres tiraron todos, con puestos de dos, tres y hasta cuatro lances.
Daban las cuatro de la tarde cuando Paco Berjano ordenaba retirar las rehalas de la mancha. Casi todas las posturas habían tirado o habían visto como algún cochino se les colaba y quedaba mucho trabajo por hacer.
Se falló mucho, pero se disfrutó igualmente. Al plantel llegaron un total de 52 jabalíes que se terminaron de sacar muy tarde, destacando dos muy buenos de Salvador Rubio y Pepe Contreras y cinco más con bocas respetables. Además, la familia Collado cobró tres jabalíes más durante la mañana siguiente.
Crónica de Carlos Casilda