Crónica de montería de Las Monteras, por Monteros de Encinasola

15 diciembre, 2016 • Caza mayor

Lluvia, mucha lluvia en una desapacible tarde del 2 de diciembre en la que Monteros de Encinasola reunía a sus cazadores en Villanueva del Rey. El hotel Las Monteras de dicha localidad ofrecía cobijo a los asistentes que disfrutaron de una cena de hermandad junto con los componentes de esta organización para, después de los postres, realizar el sorteo de la montería que se iba a celebrar durante la mañana siguiente en la finca cercana de «Las Monteras».

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A las siete y media de la mañana partían todos los cazadores desde dicho punto hasta la casa de la finca, donde el catering esperaba con unas suculentas migas con torreznos y huevos para tomar fuerzas en una jornada que se prometía entretenida. La mancha que Monteros de Encinasola y el equipo técnico de «Las Monteras» había escogido para este día era la de Jabardillo, donde había puestas muchas ilusiones dado que mostraba signos de estar “sopada” de reses.

Con orden militar y puntualidad inglesa, a las nueve y media comenzaban a desfilar los cierres más lejanos, que tenían que hacer más carril hasta llegar a los puestos. Como el de don Rodrigo, que montaba “el Navino”, el de Campos Verdes o el de La Gamboa, que eran los primeros en salir y también en jugar lance, dado que desde la colocación de los primeros puestos se pudieron escuchar disparos.

Fue quedando vacía de cazadores la casa de la finca y llena la mancha de Jabardillo, donde antes de que se diera salida a las rehalas se habían podido escuchar ya un centenar de detonaciones.

La montería prometía y la guardería y postores habían acometido rigurosamente su labor con extrema celeridad y compromiso, mirando a un cielo enmarañado que amenazaba con descargar un aguacero en cualquier momento. De ahí la premura para cazar temprano.

Once y veinte minutos de la mañana. Era donde estaban clavadas las agujas del reloj cuando las recovas abrían portones para cazar estas 1.500 hectáreas de mancha, despacito, muy despacito, dado que la gran cantidad de caza que albergaba provocaba la soledad del perrero, esa soledad deseada a veces, disfrutando de las carreras de sus valientes tras las reses.

Ni que decir tiene que lo acontecido en esta montería durante las tres horas posteriores fue todo un deleite.

Las rehalas fueron sacando sus manos despacito, ofreciendo lances por donde pasaban; las ladras empujaron las reses a las posturas que disfrutaron de lo lindo, todas. Todas tuvieron varios lances y no quedó nadie sin tener la oportunidad de disparar. Tan solo una no tocó pelo.

A las dos y media de la tarde, Paco Berjano felicitaba a todo el mundo por la emisora justo antes de dar por finalizada la montería y sacar los perros de la espesura. Allí donde se encontrasen, se detuvieron las rehalas. La mancha había cumplido de sobra y no había necesidad de exprimirla más, siguiendo así con su ética del “¡Hay que quedar madre para el año siguiente!”.

El cielo había respetado, y ahora tocaba el turno a muleros y cargueros que se pusieron manos a la obra y fueron a quienes irremediablemente atrapó el aguacero. Estos se emplearon a fondo por sacar cuanto antes las reses que fueron llegando al plantel, deslucido en gran medida por la lluvia, mostrando un total de 29 jabalíes, destacando dos pendientes de homologación y cinco navajeros; 69 venados, de los que destacaban una docena de buenas cabezas y uno pendiente de homologación abatido por Fernando Masero; 36 muflones, destacando un ramillete de ellos que se encuentran pendientes de homologación, y completando las reses allí llegadas una veintena de muflonas que era norma obligada abatir. Al día siguiente se cobraron dos muflones muy buenos que Esteban León había quedado heridos, y un venado que se encontró gracias a la colaboración de los buitres.

Los monteros partieron antes de lo esperado debido al mal tiempo, por lo que la sobremesa no se extendió como debiera; aún así, todos iban satisfechos, destacando posturas como la de Mariano Sánchez Gil, que jugó lance a doce venados distintos y que finalmente consiguió abatir siete ciervos, dos muflones y un jabalí. El puesto número 4 de don Rodrigo, ocupado por Juan Pedro Caleya, arrojó al plantel cuatro venados y un muflón. Los hermanos García, en el puesto 7 de las Colmenas, se quedaron con dos venados y dos muflones, Marcelo Cabrilla abatió dos muflones, una jabalina, y además el cochino de la montería, que mostraba unas extraordinarias defensas. Carlos Hernández se hizo con dos venados y un muflón. Y así me podría extender hasta completar los cincuenta nombres de la afortunada lista que componían los asistentes a esta magnífica montería, organizada extraordinariamente por Monteros de Encinasola, con la inestimable colaboración de todo el equipo de guardería y gestión de «Las Monteras», agradeciendo especialmente su dedicación al guarda mayor Ángel y a los amigos José Vidal y Rafael Solano.

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Crónica de Carlos Casilda


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