Crónica de montería de Las Monteras, por Monteros de Encinasola

10 febrero, 2017 • Caza mayor

El hotel Las Monteras, de Villanueva del Rey, recibía a los cazadores en la tarde del 3 de febrero, donde Paco Berjano y Hugo Larrubia les habían dado cita para realizar el sorteo de las 50 posturas que al día siguiente cazarían la finca «Las Monteras».

Muflones cobrados en la finca Las Monteras.

Tras el sorteo, y con gran expectación ante el mapa de la montería, los cazadores disfrutaron de una cena de hermandad que se prolongó no demasiado para capear un día que se presentaba nublado y con viento según las estadísticas meteorológicas.

A las siete y media de la mañana partían todos los cazadores desde dicho punto hasta la casa de la finca, donde el catering esperaba con unas suculentas migas con torreznos y huevos para tomar fuerzas en una jornada que se prometía dura. La mancha que Monteros de Encinasola y el equipo técnico de «Las Monteras» había escogido para este día era la de Caballeras, en la que se había comprobado la abundancia de signos de la presencia de reses.

La lluvia hizo aparición ya desde el mismo momento de la llegada de los cazadores a la finca y pasadas las diez comenzaban a desfilar los cierres más lejanos, que tenían que hacer más carril hasta llegar, como el de «Don Rodrigo» o el de «ElTamujoso», que eran los primeros en salir y también en jugar lance, dado que desde la colocación de los primeros puestos se pudieron escuchar disparos.

Poco a poco fueron desfilando los cierres del Manzano, el de La Loma, seguidos de Las Piedras, el Pilarillo, etc., hasta quedar la casa de la finca vacía.

La mancha de Caballeras se encontraba cerrada, y sobre las doce menos cuarto se abrían portones a las rehalas, que no tardaron el empujar las primeras reses a las posturas.

La montería prometía y la guardería y postores habían acometido rigurosamente su labor con extrema celeridad y compromiso, mirando a un cielo que, enmarañado, descargaba tímidamente e intermitentemente pequeñas cuerdas de agua, pero que permitía montear con cierta prudencia y comodidad.

Las rehalas fueron cazando estas 1.500 hectáreas de mancha, despacito, muy despacito, dado que la gran cantidad de caza que albergaba provocaba la soledad del perrero, que veía como sus valientes tardaban en volver de las abundantes carreras.

Doce y veinte. Estaban clavadas las agujas del reloj cuando el cielo decidió poner punto y final al disfrute; el inmenso nubarrón que venía aproximándose cubrió el cielo y una cortina de agua entró en la mancha. La lluvia azotó de lo lindo, lo que provocó que monteros, acompañantes, secretarios y organización, buscasen el abrigo del paraguas, que el que no tenía prescindiese del visor, dado que era inútil el andar limpiándolo continuamente y provocó la inmensa marea de fallos y lances atropellados que dieron una puñalada mortal al resultado.

La hora y media siguiente se convirtió en un tormento para las posturas, con viento enrachado que empujaba la lluvia desde abajo, de nada servía el paraguas. La estancia en el puesto se hizo muy penosa y dura y los cazadores estaban más pendientes de refugiarse del temporal que de cazar. Una pena, pues la mancha albergaba caza para disfrutar de principio a fin.

A las dos de la tarde, Monteros de Encinasola y el equipo técnico de la finca decidían retirar a los cazadores y dar por finalizada la montería.

El cielo descargaba con furia y ahora tocaba el turno a muleros y cargueros que se pusieron inmediatamente manos a la obra y fue a quienes le quedaba la peor parte. Estos se emplearon a fondo por sacar cuanto antes las reses, que fueron llegando al plantel, reducido, mermado y deslucido en gran medida por la lluvia y el viento, mostrando un total de 15 jabalíes, destacando uno pendiente de homologación y cinco navajeros, 16 venados, de los que destacaban dos pendientes de homologación abatidos por Esteban León y Paco Berjano, 21 muflones, destacando nueve de ellos que se encuentran pendientes de homologación, y completando las reses allí llegadas treinta y cinco muflonas que era norma obligada abatir.

Los monteros partieron antes de lo esperado debido al mal tiempo, por lo que la sobremesa no se extendió como debiera; aún así y a pesar del malestar del día, destacaron posturas como el ocho del cierre del Tamujoso, con más de setenta disparos realizados, cobrando un buen venado y dos muflonas, jugando lance con otros seis venados, un jabalí, y un par de muflones que marcharon sin tocar, desafortunadamente. Destacó también el número tres de Las Piedras, ocupado por el amigo Lauren, que consiguió abatir un muflón y el mejor jabalí de la montería, teniendo también la oportunidad de jugar dos lances más. El número uno del cierre de Don Rodrigo, ocupado por Esteban León, consiguió hacerse con uno de los venados homologables, además de cobrar un muflón y quedar herido otro de mayor tamaño que tendrá que pistear. También se divirtió de lo lindo el número cuatro de las piedras, que consiguió cobrar dos jabalíes, dos muflonas y un muflón, jugando lance sobre tres jabalíes más quedando herido uno de muy buen porte que tendrán que pistear y también erró el lance sobre ocho muflones machos, todos al encasquillársele el rifle.

Con un día oscuro, mucha agua y plantel deslucido, terminaba esta segunda montería por tierras cordobesas organizada extraordinariamente por Monteros de Encinasola con la inestimable colaboración de todo el equipo de guardería y gestión de «Las Monteras», agradeciendo especialmente su dedicación al guarda mayor Ángel y a los amigos José Vidal y Rafael Solano.

Crónica de Carlos Casilda


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