Crítica constructivamente constructiva
Hace ya algunos siglos atrás, personajes tan ilustres, conocidos y admirados por muchos como son Galileo o Darwin fueron tratados de auténticos locos, por decir cosas que hoy en día están demostradas pero que hasta entonces eran impensables.
Si nos centramos en Darwin, observaremos que era un hombre escrupulosamente rutinario y más allá de eso, estaba su miedo a decir lo contrario que los demás, y es que, aunque su tesis acerca de la evolución la tenía concertada desde hace tiempo, no se decidió a publicarla hasta que no vio que le podían “fastidiar el invento”.
Si éste levantase la cabeza no se qué pensaría, dudo que siguiese con su idea de degustar todos los animales que le atrajesen un poco, pero seguro que acabaría defendiendo las teorías que, válgame la redundancia, evolucionaron su teoría de la evolución.
Me honra pensar que sí Darwin viviese todavía, apoyaría a los cada vez más, cazadores preocupados por la naturaleza y obsesionados en la gestión y en la sostenibilidad de nuestras especies. Y es que, estos entre los cuales, humildemente o no, me incluyo, somos la verdadera semilla de la caza, los que darán valor a la actividad cinegética en los años vigentes.
En esta ocasión me gustaría hacer referencia a todos aquellos cazadores alistados al pregón “para que lo cacen los otros, lo cazo yo”. Sí lo calificase por debajo del calificativo nauseabundo, no haría más que mentir a la verdad, y es que, pregoneros que usen ese refrán hay muchos y variados.
Están aquellos que lo utilizan para abatir más piezas de las que deben, para saltarse cupos, o para simplemente, sobrepasar las tasas correctas de abatimiento en dicho lugar.
Están aquellos que lo utilizan para abatir piezas de tamaño menor del que marcan los varemos éticos.
Están aquellos que lo utilizan para aliviar su sentimiento de culpa, sintiéndose de esta manera anestesiados.
Y después están, los que ante todos estos personajes y muchos más que por no derrochar más caracteres dejo atrás, intentan imitar al señor Darwin, diciendo esto no es así, es de esta otra manera… El tiempo acabará dando la razón a aquellos que la llevan.
No se merece Galileo una marginación ante Darwin, y por ello, es reciproco que finalice con un proverbio que mencionó hace algo más que un puñado de años…
“Digamos que existen dos tipos de mentes poéticas: una apta para inventar fábulas y otra dispuesta a creerlas”