Día de caza con mi amigo José en Guadalajara
El ya pasado miércoles 8 de diciembre, tuve la oportunidad de cazar con mi amigo José Mariscal. Las invitaciones se remontaban tiempo atrás, y no había podido ser hasta éste día.
Tras coger a mis dos perros, y recoger a mi padre, partimos hacia Guadalajara, dónde tendría lugar la jornada de caza.
El terreno ya lo conocía, había ido allí a soltarle unas codornices y sabía que era un terreno muy duro para cazar, pero en el que había caza y seguro que alguna pieza daba la cara.
A los pocos minutos de empezar a cazar, y junto a un comedero, salió un bando de perdices, que aumentando el ritmo conseguimos volarlo en 5 ocasiones. Toño, el compañero de caza de José, tropezo cayendo encima de la escopeta, y clavando el cañón en el barro. Así que no nos quedaba más remedio que ir hacia el coche para limpiar la escopeta, tiempo que aprovechamos para tomar el taco.
Tras el corto descanso, salimos decididos a encontrar las perdices, pero esta vez, dimos una vuelta algo más conejera. Los perros, movieron algunos conejillos, y cuando ya estábamos decantando la mañana por los conejos, aparecieron las perdices.
Toño, consiguió abatir una perdiz de las dos que le salieron. Habíamos conseguido separar el bando, y ahora tocaba disfrutar. Romerales, el macho de podenco con más experiencia de los allí presentes, salió tras un rastro, y su dueño, Toño le siguió consiguiendo abatir la segunda perdiz de la mañana.
Seguimos cazando, y latido tras latido los conejos se movían, pero debido a lo cerrado del terreno, no se podían tirar por precaución. Y fue cuando la mañana se estaba haciendo monótona, cuando Fauna, una cachorrilla de 6 meses deslumbró sacando un faisán de un chaparro, al que, por poco no cogió. El animal, herido de ala consiguió refugiarse en la maleza, pero tras hacerlo volar otra vez, lo acabaron cogiendo los perros y cobrándolo desde una distancia, prudente, por decirlo así.
El compañero de caza de José se tenía que marchar por compromisos laborales, y justo antes, consiguió abatir un conejo en la ladera de enfrente, yo no lo vi, pero por lo que me cuenta mi padre, fue un lance precioso.
Continuamos la mañana y aunque ninguna pieza más dio la cara, disfrutamos mucho, en buena compañía y en un espectacular paisaje.