Cazadores vascos niegan ser un «peligro» y reivindican su papel
Juan Antonio Sarasketa arengó ayer a los asistentes a mantenerse unidos «porque corren malos vientos para nosotros, pero nunca nos han hecho bajar la cabeza injustamente».
Horas antes de que decenas de miles de personas abarrotaran el antiguo aeródromo de Dima para celebrar la vigésimo sexta edición del Día del Cazador y el Pescador en el País Vasco, las campas de la localidad vizcaína amanecían llenas de agujeros y terrones de hierba desperdigados. «Mira cómo las han dejado los jabalíes», lamentaba Xabier Olaskoaga, voluntario en el montaje del evento y miembro de las juventudes de la Asociación para el Cazador y el Pescador en el País Vasco, Adecap. «En un viñedo de un conocido en Durango, hace poco entraron los corzos y le comieron cuatro hectáreas», aseguraba Amaia Divasson, que alerta del peligroso incremento de estas dos especies en los montes vizcaínos. «No hay día que no me cruce con uno en la carretera y un accidente con ejemplares de estas dimensiones puede ser de siniestro total, cuando no con resultado de muerte».
La situación, aseguran otros aficionados, también empieza a hacerse especialmente visible entre las colonias de conejos y palomas torcaces. «Y mientras nos tienen arrinconados con una lectura demasiado rigurosa del ecologismo, cuando está clara nuestra función reguladora para evitar la superpoblación de muchas especies y, en definitiva, para regular la propia naturaleza, no somos ningún peligro», remarcaba Modesto García, presidente de la escuela de caza y pesca de Durango. ¿La consecuencia?, la amenaza creciente de la falta de relevo generacional en un colectivo que, de momento mantiene su fuerza con más de 50.000 practicantes en Euskadi. «Si eso le sumas que antes se iba más al monte o que hoy el modelo de ocio es más urbano, todo nos resta gente», añadía.
Precisamente por eso la jornada de ayer estaba dedicada a la juventud, al futuro. Un sector de edad representado en la asociación por el grupo Adecap Gaztea, que desde 2009 trata de enganchar a los más pequeños a esta afición. Su presidente, Gorka Valdés, está convencido de que su trabajo ya empieza a dar frutos. «Por supuesto que hay preocupación, porque el rechazo social desanima a muchos jóvenes, pero poco a poco estamos consiguiendo que desaparezcan los complejos y que se vea que lo nuestro no sólo es afición, sino algo legal y necesario», remarcaba.
Interés creciente de la mujer
Y cada vez con mayor aceptación entre las mujeres. Como lo demostraba Irati, última generación de una saga de cazadores de Leioa, «que se pierde en el tiempo», se enorgullecía su abuelo Floren Paisán. La pequeña, con tan sólo ocho años, se tiene que conformar todavía con la pesca y el disfrute de que pique un pez en su caña, o cuando lo tiene en la mano antes de «salvarle la vida» al devolverle al agua. «Cuando puedo la llevo conmigo a salidas pequeñas, de poco más de una hora», confiesa su padre Luismari, que confiesa que su otro vástago, Hodei, «ya apunta maneras con apenas año y medio: mete la mano en el agua intentando coger los peces y entre los perros se encuentra como en casa».
Y eso que en su familia hay ocho canes especialmente adiestrados para la caza, «dos para cada uno: los míos, los de mi hermano Iván, otro loco que incluso ha dormido aquí en el recinto para ayudar a tenerlo todo listo, los de mi tío y los de mi padre».
El propio Floren reconoce que los cuidan «como a hijos» en unas instalaciones que han habilitado en una parcela de Leioa, «junto al depósito de Kurkudi». «Los sacamos mucho porque vamos casi todos los fines de semana, ya sea a cazar en los montes que rodean el campus de la UPV, en Sopuerta, en Güeñes o en sollube». En ocasiones especiales, también salen fuera «a Salamanca, o a Burgos, de donde vine en 1970».
Allí, en su localidad natal, Estépar, es donde él mamó la pasión por la caza. «Era un renacuajo y ya iba de ojeador a los cotos que se llenaban entonces de vizcaínos», subraya. Recuerda como si fuera hoy cuando corría por lo montes, «levantaba de sus escondites a las perdices, las becadas o lo que fuese, y luego las recogía del suelo tras los certeros tiros de los cazadores, que a veces hacían ‘perchas’ -capturas- de hasta 100 ejemplares en un sólo día».
Hoy, sin embargo, nadie se imagina alcanzar esas cifras. «Una salida de 15 perdices es todo un éxito, pero muchas veces te vuelves a casa de vacío y no pasa nada, has disfrutado de salir al monte con tus perros y buena compañía», remarca Luismari Paisán». «Y haces deporte, que en cada salida puedes hacer hasta 20 kilómetros a pie por zonas bien escarpadas», puntualiza Modesto García, que reconoce que, «cuando se lleva esto en la sangre no hay más que hablar, yo no sabría qué hacer sin la caza».
Campeones internacionales
Lo mismo le ocurre a Xabier Uriarte, aunque este vecino de Amorebieta ha buscado una vía alternativa cada vez con más adeptos: la caza deportiva. En su caso se ha especializado en la modalidad ‘San Humberto’, que consiste en desarrollar al máximo la compenetración entre perro y cazador. «El can me levanta las piezas y las recoge, pero siempre sabe que a la tercera ave que sale volando no la puedo matar y se para», explica.
También Ismael Carro es un experto en perros. Tiene 20, «aunque sólo llevó a seis a competiciones. Eso sí, al más alto nivel. «He quedado campéon de Europa dos veces», se enorgullece el vicepresidente de la federación alavesa. Para prepararse bien, pasa varios meses al año en Toledo y Andalucía, y luego va a competir a «Serbia, Polonia o Francia», Pero cuando llega el invierno, igual que Uriarte, regresan a sus orígenes, «a cazar por cazar, a disfrutar».
Tiene 75 años, pero la edad no ha mermado ni un ápice las ganas y la ilusión de luchar por su gran pasión, la caza. Presidente de honor de la organización nacional del colectivo (ONC) y todavía al frente de la Asociación para el Cazador y el Pescador en el País Vasco, Adecap, Juan Antonio Sarasketa arengó ayer a los asistentes a mantenerse unidos «porque corren malos vientos para nosotros, pero nunca nos han hecho bajar la cabeza injustamente». Y confía en que así siga siendo porque, tras la protesta en Bilbao y San Sebastián que el pasado 15 de abril reunió a 15.000 aficionados en defensa de la actividad cinegética -y miles más en otras 38 ciudades españolas-, «debe haber un antes y un después» para que se atiendan sus reivindicaciones «tantas veces orilladas y pisoteadas».
Sarasketa arremetió contra los ataques de los animalistas, pero también contra la indefensión que, a su juicio, sufre el cazador frente las instituciones. Y, a pesar de la animada conversación que mantuvo con el presidente del PNV, Andoni Ortuzar, presente en la cita, no dudó en atacar a los partidos. «¿Habéis visto a un político que defienda la caza? No lo veréis porque les da terror enfrentarse al animalismo, un movimiento que está de moda y ellos entienden que la caza no vende», subrayó en el discurso que dio antes de recibir un homenaje.
Mano tendida al diálogo
El veterano cazador advirtió a los gobernantes que «se equivocan, porque la caza vende políticamente y, sobre todo, lo que hace es votar. Y lo vamos a hacer con mucha más fuerza que nunca». Aunque tendió la mano del colectivo para dialogar «porque no se arrepentirán», a reglón seguido volvió a mostrar su tono más duro al asegurar que «si nos siguen retando asumiremos el desafío con todas las consecuencias. Sin miedo».
Juan Antonio Sarasketa insistió de nuevo en que, «mientras estemos unidos, esos políticos no van a poder con nosotros». «Ya pueden apretar los del Pacma, los de Podemos, los de Equo y todos esos neofascistas verdes, que no dudaremos en levantar la voz donde haga falta y cuantas veces sea necesario para situar la caza y la pesca donde por derecho propio les corresponde».
Informa José Domínguez para elcorreo.com