Un canto de respeto por el reclamo

19 febrero, 2018 • Pluma invitada

No se tiran todas las perdices que entran y por desgracia es lo que nos hacen ver y lo que la sociedad se cree. Serán ‘carniceros’ los que no valoren el trabajo del reclamo y no le dejen actuar, abrasando el suelo de pólvora sobre piezas cuya caza no ha tenido sentido. Cuquilleros de rigor no se colgarán medallas por número de piezas abatidas. Tenemos todavía mucho que aprender […].

En un ‘mundillo’ tan amplio como el nuestro, pensar en que a todos nos van a agradar las mismas prácticas cinegéticas, es algo utópico. Tal es el abanico de posibilidades en la caza que la controversia de opiniones lidera cualquier debate abierto sobre la misma. Estas charlas, cuando trascurren en un ambiente distendido y de confianza, sirven para aprender y replantearse las cosas, compartir vivencias y emociones y, como clímax, aprender a respetar las aficiones ajenas. Suele suceder que las redes sociales se vuelven un campo de batalla ante los aluviones de críticas desde dentro del sector, sin miramiento ni conocimiento de la causa. Como esto es jauja, todo vale.

Soy el primero en pensar que cada animal, para mi gusto, tiene una modalidad culmen de la satisfacción del cazador; jabalíes en espera, venados en berrea, patos al anochecer y con luna… y la perdiz, la reina, con muchas piernas y un fiel compañero recorriendo los riberos y haciéndolas volar varias veces. Pero como ya he dicho, esta solo es mi opinión y veo tan válidas las demás modalidades para la caza de dichos animales. Cada cazador tendrá su ranking de prácticas para cada pieza y por ello no podemos andar menospreciando a nuestros compañeros.

Hace poco me aventuré a leer el libro La perdiz con reclamo en la España rural y urbana. Tenía ganas de aprender sobre una modalidad lejana para mí y muy criticada en esos campos de batallas donde las fronteras solo son límites de caracteres llenos de improperios. Tras terminar el libro y abrirme por completo la mente, me pude dar cuenta del flaco favor que nos hacen algunos documentales de esta forma de cazar.

El reclamista o cuquillero no es la persona que monta su puesto, alimenta a un pájaro durante todo el año y tira a una perdiz parada. Ese nombre guarda detrás mucho más. Este ha de conocer su pájaro a la perfección, todos esos pequeños movimientos que delatan lo que ocurren a su alrededor. Le dan libertad a la perdiz durante el año, ofreciéndole comodidad proporcionada por una jaula más grande o incluso en voladero, para más o menos dos meses antes del celo ponerla ya en el que será su palco para la lucha. Conoce todos los cantos y su significado; el reclamo, distinto para cada macho, con pausa pero con firmeza; el piñoneo, que asemeja a los besos y atrae con fervor a las hembras; o el cuchicheo, sonido de provocación para la pelea o el responso, cuando ‘hace el entierro’ ante el campo abatido, son algunos de ellos. Muchos de los cuquilleros emplean mucho tiempo también para la fabricación artesanal de sus jaulas como forma de acercarse aún más a esta pasión.  Será tarea del cazador saber colocar el pulpitillo y preparar un buen puesto, mejor si es natural.

El trabajo del pájaro en el campo será lo que marque las jornadas. El ‘campo’, como se suele hablar de las perdices salvajes en este argot, tendrá que responder y nuestra perdiz actuar de manera correcta. Aquí no todo vale: se tirarán aquellas perdices que realmente estén justificadas. Hace no mucho oía por televisión comentarios como «la voy a tirar que sino se me va» o «un pájaro es bueno cuando le da la espalda al del campo ante el tiro». Esto solo son justificaciones para disparar.

El campo entrará en la plaza atraído por el nuestro. Empezará entonces un examen para valorar si efectuar o no el lance. Un pájaro que entra y el reclamo le da la espalda, no estará bien tirado, pues la perdiz de la jaula no busca pelea y estará pendiente de otros pájaros o simplemente por falta de interés hacia el que está en la plaza, ya sea por ser una hembra y no estar mucho en celo aun o por cualquier otra razón. Aquella perdiz que, con el campo rondando el pulpitillo, empiece con el rajeo, no se siente cómoda y su rival seguramente huirá, no podemos aprovechar conocer dicho canto para tirar para abatir la otra antes de que se vaya. Con una perdiz bien abatida, comenzará a ‘hacer el entierro’ nuestra compañera, alzándose de gloria por otra batalla ganada y posteriormente tendremos que enseñarle que su actuación no fue en vano, ofreciéndole la pieza.

Es fácil estropear un pájaro cuando no se caza bien. Aquí he querido dejar algunas pinceladas sobre el arte del reclamo. En general en la caza del celo de la perdiz lo hace todo el pájaro y el buen cuquillero solo será mero espectador. Todos sus movimientos y sus actitudes indicarán qué ocurre en cada momento, poniendo a prueba al cazador para saber salir del paso de una forma o de otra. No se tiran todas las perdices que entran y por desgracia es lo que nos hacen ver y lo que la sociedad se cree. Serán ‘carniceros’ los que no valoren el trabajo del reclamo y no le dejen actuar, abrasando el suelo de pólvora sobre piezas cuya caza no ha tenido sentido. Cuquilleros de rigor no se colgarán medallas por número de piezas abatidas. Tenemos todavía mucho que aprender y espero que, para los que sacan la lengua a paseo escupiendo veneno sobre lo que no conocen, sirva de algo este escrito y abran la mente. Pienso que los cazadores debemos argumentar nuestras posturas, a través de las redes sociales, para dar a conocer a los que nos critican que eso no está bien hecho y no meternos en el mismo bombo a todos. Siempre desde el respeto se podrá hablar e intentar encauzar la caza hacia una posición más elevada a ojos de la sociedad.

Ignacio Candela


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