Una de cazadores y perros: No cumplimos…

15 noviembre, 2010 • Sin categoría

Hasta ahora, no había narrado lo más importante de mi vida. Y es que, como perro de caza que soy, lo que más me apasiona y me hace feliz es la caza. Desde que empecé a coger el vicio por ella, cuento las horas para que Juanillo, el amo, venga a buscarme, coja los trasportines y nos lleve, a Hera y a mí a cazar. Aunque a decir verdad, montar en el coche no me gusta nada, me suelo marear. Hera, en ese sentido siempre ha sido más buena que yo, metiéndose sola desde el primer día en el trasportín, y encima, sin marearse. Estas mujeres…

Al lío, que me pierdo. La semana pasada, el amo vino a por mí y a por Hera a eso de las 2 de la tarde, y lo que menos nos esperábamos, es que nos llevase de caza ese día, porque a esas horas suele venir a visitarnos.

Un viaje algo largo, pero cuando llegué el terreno me gusto bastante. Vino un hombre extraño, y le entrego a Juanillo una caja, con aves que estaban muy asustadas. ¡Pobre de ellas si me llega a abrir el trasportín! Hera y yo, desde el coche, las latíamos sin parar, nerviosos por darlas caza. Pero no sé qué leches haría el amo, que se recorrió todo el terreno con la caza, se fue bien lejos ya que tardo un buen rato, y cuando llegó, pocas codornices quedaban.

Tras la espera, nos abrió las puertas de los trasportines y salimos corriendo, inspeccionando el terreno. El amó, ya armado, empezó a caminar y nos llevo hacia unos cerros muy bonitos. La perra y yo como locos, trasteamos todo, hasta que nos dio un olor extraño, era el olor de la caja. Hera se adelantó a mí, y salió una de esas aves extrañas, que tras un estruendo cayó al suelo sin vida. A Juanillo se le notaba contentísimo, le decía a su padre: ¡La primera pieza papá, la primera pieza! Y es que, era la primera pieza que nos abatía.

En ese mismo cerro empezamos a oler la esencia que tanto nos llama y nos gusta a Hera y a mí, nada más y nada menos que “Eau de rabbit”. El amo, al ver que nos alejábamos hacia los barrancos, no hacía más que pegarnos voces, cabreado. Y a medida que fue pasando el tiempo, más se fue cabreando, y más juramentos soltaba…

Pasamos toda la tarde, los unos detrás de los otros, y los otros detrás de los unos. Y ni el amo nos cogió a nosotros, ni nosotros cogimos a los conejos. Cierto es que le pusimos varios a tiro, pero no los quiso tirar, ya que según dice, está mal coger lo que no es de uno.

Al final de la tarde, y ya cuando yo arrastraba la lengua por el suelo, le cace cerca y conseguí sacarle otras 3 codornices, de las cuales, abatió dos.

¡Mira papá, mira como menea el rabo! Y era entonces, cuando yo se las sacaba, y el cumplía abatiéndomelas. Por ello, tenía que cumplir, y le cobré la última que cazó, haciendo algo que yo nunca había hecho 🙂

Para ser sinceros, como acostumbro, tengo que decir que nos portamos fatal.  Cuando quise empezar a complacer al amo, se nos hizo de noche y no pudimos cazar la gran mayoría de las aves raras, codornices, según dice el amo. Lo de Hera todavía fue peor, tras sacar la primera codorniz, se lío con los conejos y no apareció hasta poco antes de irnos… Quizá sea esa la razón por la que Juanillo la saca atada desde entonces. El caso es que yo creo que ella no tiene la culpa, siempre hemos cazado en monte bajo y como animal, el conejo, y ese día quería que fuésemos por pastos y a cazar los bichejos esos.

El amo, acabó diciendo, que la próxima vez no pasaría eso, que pagamos la novata, tanto nosotros como él y que eso se iba a acabar, no sé qué querría decir. Quizá el próximo día lo descubramos…


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