Trampas cerca de las ciudades y furtiveo nocturno con coches

23 enero, 2017 • Actualidad

Las 120 cámaras que el Fondo para la Protección de los Animales Salvajes (Fapas) tiene instaladas por el monte asturiano, están sirviendo para que el Seprona y la guardería del Principado puedan controlar el furtivismo. El perfil del furtivo responde al de un hombre muy joven y de ámbito rural que persiguen rebecos, ciervos y jabalíes por regla general.

Un guarda rural, junto a un jabalí muerto tras caer en una trampa en un monte cercano a la Reserva de Muniellos / EFE

Las licencias de caza en Asturias están a la baja. Ahora solo hay unas 14.500 en toda la región, un número que no hace más que descender desde hace años, especialmente 2008, debido a la crisis económica y los gastos que comporta no solo obtener el permiso, sino pagar una cacería, con sus monteros y perros, así como el valor de la propia pieza cobrada. Los cazadores se quejan de que no hay relevo generacional, es decir, que los aficionados tienen cada vez más edad y temen que la actividad cinegética vaya poco a poco languideciendo.

Eso contrasta con el furtivismo. Para tratar de controlarlo, el Fondo para la Protección de los Animales Salvajes (Fapas) cuenta con más de 120 cámaras distribuidas por los montes de forma estratégica. Lo que en un principio se había pensado para hacer el seguimiento de la fauna salvaje, en especial del oso pardo, se ha convertido en un elemento fundamental para el Servicio de Protección de la Naturaleza (Seprona) y la guardería del Principado, con quienes la organización conservacionista trabaja de forma coordinada.

Y son esas cámaras las que están ofreciendo a los investigadores un perfil del  furtivo cada vez más ajustado. Roberto Hartasánchez, presidente del Fapas, asegura que el furtivismo «es un muy difícil de cuantificar. Hay quien dice que ya no hay, pero la realidad es que se trata de un problema preocupante». Y la prueba es que no son pocas las imágenes captadas por los conservacionistas que obran en poder del Seprona para que realice el correspondiente seguimiento.

Casos durante todo el año

El caso es que «cada vez, las cacerías legales son más legales, es decir, quien caza legalmente lo hace bien, porque hace unos años cada cazador iba un poco como le daba la gana», explica Hartasánchez que advierte de que, «curiosamente, estamos viviendo una época de furtivismo, cuando la situación había mejorado mucho. Y eso se ve en el histórico de determinados territorios. Nos preocupa porque la presencia de furtivos es habitual y se da durante todo el año, no solo durante la época de caza».

¿Qué es lo que más llama la atención? Que, según las imágenes recogidas, «es un fenómeno de gente muy joven». Parece que el perfil del furtivo es claro: «Es una persona joven y del ámbito rural», explica Roberto Hartasánchez, si bien también apunta que «hay un furtivismo asociado a los entornos urbanos y que está vinculado con el jabalí. Esa caza furtiva es más de colocación de lazos y trampas, es más pasiva».

En la montaña, el método de caza es otro: «Es una persona que va con el rifle al hombro, cazando tranquilamente. Además, lo hace con una enorme seguridad e indiferencia, a plena luz del día», explica. Pero, ¿por qué esa seguridad? El caso es que ir por el monte con una escopeta, aunque no se tenga licencia de caza y fuera de temporada, no es delito, simplemente una falta administrativa. Otra cosa es si el furtivo es sorprendido con un animal en su poder.

Pero hay una tercera modalidad de caza furtiva y se practica durante la noche. Se utilizan los faros y focos especiales encendidos de los coches para descubrir y deslumbrar a los animales, que se convierten en una pieza fácil. Aunque parezca mentira, esta práctica se lleva a cabo, incluso, en parque naturales, según el presidente del Fapas. En todos los casos, las piezas favoritas de los furtivos son los rebecos y los ciervos.

Investigación difícil

¿Cuál es el método que se sigue cuando se descubre a un furtivo en una imagen captada por una cámara? Roberto Hartasánchez dice que, «cuando lo detectamos, avisamos al Seprona o a la guardería del Principado de Asturias, que se hacen cargo de la situación. A partir de ahí, la investigación es difícil, porque se parte de las fotos y, si no tiene una pieza cobrada, no es delito y si no se le puede vincular con un animal muerto, poco se puede hacer».

Son muchos los casos de animales abatidos de manera ilegal, aunque pocos los que se llegan a conocer. Uno de esos casos fue el de un oso alcanzado por un disparo cuyo cadáver fue encontrado por unos turistas muy cerca de la Reserva Natural Integral de Muniellos. Pero seguro que son muchos los animales abatidos a lo largo del año.

Informa elcomercio.es


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