Tres días de Julio de Gonzalo Dominguez Chacón

29 agosto, 2013 • Miscelánea

Primera noche:

Fanega esta empeñado en que Gonzalo ha matado al escudero. La peña, del tamaño del motor de un “anrrove” que tiene tapando el maíz de las ciervas y los primalones, la han seguido volcando después de matar el de la otra noche.

Deje los niños en la casa encantados con sus juegos, kiko no se vino porque a los otros dos les daba miedo quedarse solos. Me puse en la tronca aun de día, la luna salio detrás de un Quejigo alumbrándolo como un árbol de Navidad, al poco blanqueaban los limpiplatos quedando luz mas que suficiente para tirar.

El aire, bastante revuelto, traía el ruido del grupo que encendieron los niños al poco de ponerme. Si soplaba de la casa me daba de cara, pero también traía el ruido.

No eran ni las once y el fresquito en el cogote anuncio el bufido, corto pero ronco que puso fin a mi aguardo. El jalufo, escondido entre las jaras de enfrente, recelaba por el folcklore del motor, y en ese recelo le llego el “fato”  de algo raro, raro, y poniendo tierra de por medio.

Con el aire tan revuelto y el ruido del grupo, en todo el vallejo de la tronca no había quien parase, intente rondar hasta otro puesto que eche hace una semana mas abajo, casi al comienzo del Palancar, pero el aire se revocaba todo el rato………….y ese dichoso motorcito!!!!!!.

Acabe en la casa casi a las 2, los niños dormidos y todas las luces encendidas. Se ve que no solo los otros dos tenían miedo….

Segunda noche:

Encasqueto los niños a mi hermana Pilar, que con eso que no los ve en todo el año, se los llevo a tomarse una Hamburguesa tamaño anrrover que sirven en La Posada, chuches, etc. ellos encantados…….. y yo en la tronca.

Noche oscura, la luna sale bastante tarde, solo incordiaba un perro que deje atado en la casa. Es curioso lo que sobresalta el más mínimo ruido en el silencio del campo.

El aire, que estaba fijo y bastante intenso cuando llegue, me daba en la cara y aunque tardo en salir la luna, si hubiera entrado algo me hubiera apañado para tirarle contra el pasto de la cañadilla donde esta el maíz.

Veía caza a mi derecha y detrás, ciervas con sus gabatos comiendo tranquilamente, la de la derecha a veces levantaba su cabeza y miraba fijamente en dirección al pecho de enfrente de la tonca. Yo no oía nada claro que delatara al macareno que esperaba, pero ella posiblemente si.

Escuche volcar una piedra muy cerca de mi espalda: el cabron del guarro me ha dado la vuelta, y esta revisando el lugar desde donde la noche antes le vino el tufo.

Cuando pusimos la tronca en la sombra de la encina grande donde esta, solo había unas quirolillas claras a unos treinta metros a la derecha, por una vaguadita que servia de entrada a los bichos desde lo oscuro del Palancar. Ahora, aquellas quirolillas, son unas jaras que te llegan encima del ombligo y no se ve un coño.

Dudo en si levantarme o no por lo cerca que he sentido al bicho, cualquier roce le mosquearía un mas. En esto estoy, cuando escucho el bufido ronco que ya conozco. Me levanto rápidamente y quiero meterlo en el visor. La luna de frente, el guarro de culo, jaras, dos ciervas mirando la escena.

No lo cojo bien y tampoco parece muy grande. Si me fijo en sus crines, el rabillo y las orejas que  lleva levantados, haciendo aun más angulosa su figura. El terreno le favorece y le pierdo mientras se tapa tras la bajada que hace un lomo hacia la mancha oscura de los quejigos del Palancar.

Por la zona hay una guarra con tres rayones que espera a que le vuelquen la peña-anrrover y rebañar las sobras, pero era poco el ruido que hizo detrás de mí para ser su tropa.

Estaba claro que el macareno se resiste a que le meta un canto entre sus dientes para la foto.

Aguanto un rato mas, por si aca!!, pero que si quieres arroz. Cojo los bártulos y me voy de ronda con el aire de cara. Subo hacia la casa, dejo la mochila en un alcornoque que pilla de paso, empiezo a mirar con la luna ya bastante alta.

A unos cien metros detrás de la casa, done empieza la armada del valle del rosal, veo desde el camino un bulto que clarea entre el pasto del cañao. Un guarro cano!! Se dirige a las juncias del pilar y desde allí a la sombra de un quejigo grande y seco que tengo a cuarenta metros delante de mí.

Yo llego antes, el suelo parece una alfombra de césped semiseco y no se hace nada de ruido, me meto en la sombra del tronco y espero de rodillas el bicho que sigue acercándose a las juncias del pilar. Miro detrás y vaya tropa, vienen entre guarras, primalones y rayones cerca de catorce en tres grupos, dos juntos y otro un poco separado.

El bicho que me esta entrando es mucho mas grade y cano que el resto, y tiene un cacho rabo lacio hacia el suelo enorme, menuda guarraca, debe ser la guía de la piara. Se para en la reguera a no más de treinta metros, y escucho como troncha y mastica las juncias.   Se le acercan cuatro primalones iguales que le siguen. Le busco algo más que el rabo y no hay nada más.

Tengo que enfocar los Zeiss 8×56 de lo cerca que esta. Se va a echar encima, esta arrancando hierba a unos doce o catorce pasos de mi, que encajando la espalda en el tronco del quejigo, busco entre el resto algo que pueda ser un macho. Ni me quito los prismáticos de la cara para no moverme.

Nada, solo guarras que levantan a las yeguas de la vaguada a mi derecha, una de ellas corre detrás de una cochina formando un poco de revuelo. La grande mira y sigue comiendo una ceborrancha que se le resiste. Es enorme. ¡¡Que cacho hocico!!

Al final algo de olor le debió llegar, se encampana, huele, bufa un poco, duda, se da la vuelta, busca algo extraño pero no me ve. No la tiene que haber llegado mucho porque el aire esta bien, lo he tenido de cara todo el rato. No se van, ella comienza a dar un rodeo para ver si vuelve a coger el tufo de antes y primero va hacia mi derecha, se para, no dejo de verla con los prismáticos, hacia un rato que deje el rifle en el tronco para evitar tentaciones. Al final se agrupan todos y se quedan quietos esperando a que la jefa termine de revisar la zona. Sigo buscando el macho que no aparece, ¡¡joder tanta hembra suelta y sin ningún rollo!! Será que también son de los de “la ceja”.

Total, que se van careando por los mismos pasos por donde entro la grande, sin saber lo cerca que han estado de convertirse en rico salchichón casero.

El aire sigue bien, me voy hacia el puesto donde mataron el Gamo Agus y Edu mirando siempre el cañao de la izquierda (detrás hay un comedero). Veo gamas entre los árboles. Voy mazo despacio, el aire de costado y al fondo del llanito que hay detrás de la alambrada de los Molinos veo un bulto moverse: solo, cano, alargado, lento.

Viene hacia arriba de careo, levanta de vez en cuando la jeta y revisa el ambiente. Me tengo que acercar, antes que se acerque más, a la alambrada que hay delante, son ocho pasos. Hay una vereda de las vacas muy pisada, pongo el rifle en la horquilla, miro la vereda por si hay alguna tarama, y metiendo el guarro en el canuto me voy acercando sin dejar de apuntarle, esta a unos cincuenta metros de frente a mi.

Mira, me paro, no se atraviesa, baja la cabeza y sigue hozando. Llego al quejigo que había puesto como limite y aunque el guarro ha avanzado poco no estaremos a mas de cuarenta metros. La puta alambrada, encima la acaban de reparar y alzar, hay una reguera con agua y tendría que bajar, pasar el agua y subir si quiero poner el rifle (Zanardini monotiro 6,5×56) por encima de la alambrada. Muchas cosas para un guarro tan cerca. Me apoyo en la nueva horquilla de Haya, le veo perfectamente sus orejillas cuando las envela, y debajo un cacho jeta que te da algo. Lo tengo fijo en la cruz un buen rato pero no se atraviesa nada, un instante tuerce el cuello a su izquierda y después se medio atraviesa ofreciéndome claramente su hombro izquierdo.

Aprieto el gatillo, suena un trallazo que nada tiene que ver con el taponazo de carne que yo esperaba totalmente confiado en el tiro. El guarro sale corriendo y bufando como cuando asustas a una piara de ibéricos, lo cojo con el visor y lo sigo por la vegata que atraviesa dando saltos encima del pasto un buen trecho hasta que lo pierdo.

¡¡¡Me cago en los moros, si se ha salido el “freno de boca”!!!, no me extraña que sonara como ha sonado, para que coño le habré echado Tres en Uno al aparato antes de montarlo, seré torpe. Me agacho al arroyo y lo recojo, acordándome de Edu en un lace igualito con un corzo en la cara norte de Guadarrama.

Estoy escribiendo esto en el porche de La Dehesilla, son las 2. La luna salio roja a la una menos cuarto, ahora alumbra suficiente para apañarse. Voy a ver como acaba el tercer día y mañana os lo cuento.

Tercera noche:

Salgo rifle en ristre directamente desde la casa pensando en recorrer el valle de la casa hasta el final, y luego cazar de abajo a arriba todo el valle hasta el puesto del balconcillo. Me meto por el camino de la torreta para no echar el aire al futuro cazadero, levantando algunas reses que se bajan hacia el Palancar y la tronca.

No se me olvida lo de la dos noches anteriores, el guarro receloso de la tronca, ni el cacho macareno que se salvo por el “Tres en Uno”. Al llegar al collado de las Palomas, justo antes de subir donde esta la Torreta, inexplicablemente, tuerzo a mi izquierda y como el aire esta bien, decido cambiar de planes y en vez de cazar Los Civiles, voy a volver a rondar El Palancar, La Tronca y Los Molinos. No haciendo caso a un “tiron” que me señala el primer recorrido previsto, pero la fresca visión de los lances de las dos noches anteriores, me invita a volver a intentarlo.

El ansia de hacer carne para rematar este escrito hace que vaya lento, lento, lento, y las ciervas, que me sujetan en cada sombra más de los que uno quiere, también ayudan. Al final son las tres de la mañana y aun no he llegado ni a la tronca. Solo veo movimiento de gamas y ciervas, pero de los jalufos ni rastro.

Cojo una de las veredas de las vacas y llego hasta la alambrada que me estorbo anoche el tiro, la salto metiéndome entre las sombras de los quejigos altos del valle del Rosal. Hay muy poca luna, pero esta en todo lo alto y alumbra más que suficiente. Allí están las terneras de este año, las gamas, más ciervas, pero guarros ni uno.

A las cinco lo dejo, confirmando de dicho: a caza “corría” no vayas a otro día, y, muy a mí pesar, me vuelvo bolo a la cama.

 

DESPUES DE UNOS DIAS REVUELTO EN SALMUERA, NOS VEREMOS LAS CARAS EN LA LUNA DE AGOSTO………………………………………..


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