De postureos, postulados, postulantes y posturas

24 agosto, 2017 • Opinión

Las redes sociales son un buen reflejo de lo que ocurre en nuestra sociedad y en nuestras mentes, un reflejo distorsionado a veces pero no por ello menos real. Un especie de “teatro de las vanidades” y de “teatro del esperpento” que muestra más que oculta, aunque pretenda esto último las más de las veces. El mundo de la caza, sus participantes, ciertos intereses, sus detractores, sus odiadores acérrimos, sus perseguidores, sus negociantes, sus vividores, sus parásitos, sus líderes, sus buenas gentes y todo lo que la rodea, propio de las mediocridades y grandezas humanas, tampoco le es ajeno y participa en la gran “comedia caralibro y afines” con argumento real y esclarecedor fondo que a muchos delata en su realidad, si se sabe leer entre líneas, tanto por manifestación como por omisión.

Por un lado, el nuevo concepto de “postureo”, un neologismo que nace precisamente en el contexto de las redes sociales y las nuevas tecnologías que se utiliza de forma peyorativa para descalificarse de unos a otros, de unos a otras o de otras a otras, lo más frecuente en estas lides son las dos últimas opciones, ya que suele asociarse más a lo femenino con el fin de ridiculizarnos y agredirnos, flecos de una sociedad machista y misógina que sigue anclada en pasados tiempos si es que no ha degenerado más aún disfrazada de “igualdad” para mejor manipular y mayor conveniencia de ellos, los santos varones y sus inamovibles sillones. Se olvida que las redes son un postureo en sí mismas, que todos los usuarios la practican, el postureo como exhibicionismo requirente de público y que forma parte del juego del “gustar” (y obtener “me gustas” por ello). Un postureo que no es malo en sí mismo, todos hoy en día lo practicamos, nadie escapa, y los que señalan a los demás de hacerlo suelen ser los mayores “posturitas” y “posturantas”, caballeros también en la misma medida que las damas… o incluso más. Lo que ocurre es que a las mujeres se nos acusa de practicarlo en mayor medida porque se nos cree incapaces de ser reales en nuestra actividad de cazadoras, como si tuviésemos que demostrar que lo somos y además de las buenas —a saber qué se entiende por eso— mientras que ellos no necesitan hacerlo porque ya se da por hecho que lo son y además de los mejores —a saber que se entiende también por ello—. Ellos son axioma; nosotras, simple postureo.

Toda foto, todo selfie, toda frase, todo pensamiento, todo escrito colgado en la red, todo artículo… es postureo; todo lo que se teclea en las redes sociales lo es, porque se muestra para ser visto y leído por otros, para buscar su aprobación. Forma parte de la necesidad de socialización del ser humano y de ser reconocido por sus iguales. El problema es cuando ello se convierte en una adicción, en una especie de subasta en el mercado de “popularidad” donde todo es vendible y todo vale para mendigar “me gustas” de dudosa calidad a cualquier precio y que son fruto de una artificialidad basada en solo lo aparente. Arduo problema, si tenemos en cuenta que la sociedad actual bebe precisamente de esas apariencias ficticias donde la imagen femenina se utiliza como mero recurso de atracción y se la relega al papel de mera anécdota para “decorar” las fotografías, obviando por lo general otras capacidades y cualidades, negándosele incluso su verdad y subestimándola. En la caza,  también. Así se nos acusa de postureo en mayor medida porque se nos relega a ese papel. Lo verdaderamente penoso es que se le siga el juego dentro del propio sector femenino a ese interés manifiesto de relegarnos a simple imagen de marketing que no tiene nada que decir o muy poco. Sin voz pero con cara y cuerpo, o con voz pero sólo para divertir y hacer gracias, al estilo de nuevas geishas acompañantes pero siempre sumisas desde el convencimiento propio de que somos libres y respetadas. ¡Y algunas parecen créeselo! “Nena, tu aquí molas si no molestas, si no disientes, si nos haces un baile y si no te quejas… que para opinar, discutir, proponer ideas, administrar, organizar y pensar… ya estamos nosotros. ¡Qué te has creído… a seguir de postureo! ¡Qué es lo tuyo!”.

Negar que no se hace necesario trabajar por la igualdad y el respeto entre sexos en el mundo cinegético es tan utópico como negar también su necesidad en la sociedad de la que formamos parte, y que clama al cielo por tanto desequilibrio evidente. Negarlo es tomarnos el pelo llana y simplemente, atribuirnos una condición de “tontas útiles” que no estamos dispuestas a tolerar ¡En mi nombre, no! Así que os invito, tanto a mujeres como a hombres, a la reflexión y a echar un vistazo a vuestros propios muros “facebookrianos” antes de acusar a otros de manera despectiva “de postureo”, a lo mejor os lleváis una sorpresa y os reconocéis en el espejo.

¡Ojalá algún día las mujeres, apoyadas por otras mujeres y varones también, seamos tenidas en cuenta como postulantes y reconocidas como capaces de tener posturas propias! ¡Ojalá pasemos de postureo a postulados! Porque esa será la prueba de que se nos reconoce capaces de criterio propio y de pensar por nosotras mismas. Ese día por fin seremos libres, incluso de nuestros propios miedos y ataduras.

Redes sociales versus apagón de Nueva York

No es ninguna novedad y a nadie en su sano juicio se le escapa que las redes sociales, con su aumento exponencial y a velocidades escalofriantes en apenas unos años, donde cualquiera puede tener acceso a su pequeño minuto de gloria, a su parcela mediática y a la llamada «televisión de los pobres» donde se reconoce como personaje tertuliano, hacen necesario un control y unas leyes propias que las regulen. Esto se ha convertido en el apagón de Nueva York, donde todo vale, y la ausencia de autoridad da lugar al nacimiento de las conductas más bajas y execrables. Las redes sociales se convierten en «el gran basurero»; y en verdaderas cloacas, destacándose aún más en su lodo cada vez que ocurre una tragedia, un atentado o una desgracia. Una verdadera aberración repugnante donde se pone en evidencia que el mal existe y… ¡apesta! Aunque pretenda esconderse bajo toneladas de aparente perfume de aprobación de masas. ¡Qué alguien devuelva la luz! Este apagón no puede durar sin límite de manera tan impune.

Mª Ángeles Marcos Alonso

En la Senda de Diana


Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *