Mi primer Gallo Banda

31 octubre, 2010 • Miscelánea

Todo comenzaba la noche anterior… Dudoso estaba entre ir a liebre o ir a perdiz. La perdiz a criado bien este año, pero para dar caza a alguna patirroja tienes que andar y correr por riberos que son autenticas selvas de jaras, chaparros, retamas y encinas. Aun así, me animo y programo el recorrido que iba a realizar por la mañana.

El coto social abre sus puertas a las 9 de la mañana, así que a las 8:45 estaba con la vestimenta oportuna y todo lo necesario guardado en el coche. Voy a por Kira, mi perrita braca alemán de 7 meses que apunta buenas maneras. La perra tiene mucha afición y viento, aunque poca experiencia, esto le hace adelantarse un poco con las perdices, pero espero que con el tiempo se vaya dando cuenta que así no muerde caza y se retenga un poco.

Con la perra y los bártulos en el coche, pongo rumbo a la zona donde sé que la perdiz tiene querencia. Rezo para que no haya coches en la portera y así es, no hay coches ni cazadores…¡Bien!

Rápido saco a Kira para que caliente motores mientras yo armo la escopeta, me lleno la canana del chaleco de cartuchos y cojo agua, que falta nos iba a hacer.

La mañana había amanecido algo fresca, el suelo esta bañado por el rocío y el sol ya empieza a querer subir. Empiezo dando la parte alta de unos riberos cerrados, el terreno es el ideal para la liebre, hay aulagas, chaparritos bajos y encinas salpicadas. La perra no da señales de que cerca hubiese algo. Observo que por mi sendero un cazador se aproxima, y para no volver tras mis pasos, opto por bajarme a los riberos en busca de lo que llevaba buscando desde la noche anterior, las perdices.

Nada más entrar en ellos la perra me da señales de que por allí está, o ha estado algo hace poco. Seguimos andando y Kira cada vez más nerviosa, no cabe duda ¡Son las perdices y las llevamos delante!

Andando por lo alto del ribero puedo divisar en la lejanía algunos bandos de torcaces que vienen a la bellota extremeña, van altos, pero ya bajaran…. Sigo sin ver ni escuchar nada mientras voy cazando entre jarales y retamas. La perra sigue con el rastro, se está portando muy bien, no se aleja y no para en ningún momento, lo que me hace estar alerta a cada segundo y a cada paso que doy. Las perdices de aquí son muy fuertes y listas, se crían en riberos inaccesibles donde hay mucha alimaña, quizá ese sea el motivo por el cual saben tanto.

Bajamos y subimos varios cerros sin ver nada, llevaba algo más de 30 minutos detrás de ellas y me sobraba toda la ropa de abrigo que llevaba puesta, pero la perra seguía diciéndome que las llevábamos cerca, así que no quiero perder tiempo para no dejar que se alejen mucho.

Cada vez estaba más nervioso, sabía que en cualquier momento el bando se iba a levantar y dispondría de pocos segundos para poder hacerme con alguna de ellas. Estoy viendo que cada vez estamos más cerca de la linde del coto colindante y si sigo así, las perdices se van a salvar sin ni siquiera levantar el vuelo.

Delante de mí tengo una pequeña subida donde luego hay una bajada algo pronunciada por donde pasa un regato sin agua, la zona se aclara un poco y es el momento de hacerlas volar para poder tirar bien a alguna de ellas. No me lo pienso y me pongo a dar pasos más ligeros, la perra que lo nota también se apunta. Bajamos hasta el regato, la perra me dice que están ahí y tras alejarse unos metros escucho como tres metralletas salen rumbo al ribero opuesto sin apenas verlas y mucho menos poder apuntarlas ¡Maldición! Me dije a mi mismo ¡Toda la mañana detrás de ellas para nada!

Un momento… La perra no se ha ido detrás de ellas como en otras ocasiones. Algo me dice que puede haber más, Kira empieza a buscar minuciosamente por la zona mientras yo espero quieto la salida de alguna rezagada. De pronto la perra se pierde de vista y se arranca con una perdiz que vuela al contrario que las otras, cruza por la mejor zona que tenia de disparo y tras verle todos los colores en su poderoso vuelo aprieto el gatillo y veo como esa perdiz brava y valiente cae sin vida sobre el suelo frio y húmedo. Kira que era la verdadera protagonista de esa acción muerde con ganas la que sería su primera perdiz.

Tras un magnifico cobro de la perra, levanto la perdiz y veo que no es una perdiz cualquiera, se trataba de un macho viejo y de campo. Éste tenía dos espolones en cada pata y su tamaño era realmente grande. Con la perdiz en el morral la mañana ya estaba hecha, gracias a mi perra y a mis pocos conocimientos, le habíamos ganado la partida por primera vez en la temporada a estas bravas gallináceas.

Era el momento de buscar esa liebre que, tumbada en su confortable cama, tenía como objetivo, pasar desapercibida ante los ojos y olfato de algún posible depredador que por la zona anduviera. Nos habíamos salido de los riberos y andábamos por una zona de dehesa antes de entrar de nuevo en los riberos de otro arroyo que cruza el coto. Vemos movimiento de torcaces pero no lo suficientemente cerca para poder descolgar alguna. Nos volvemos a meter en el ribero de vuelta al coche, las piernas ya no subían como subían por la mañana temprano, la perra no da señales de posibles rastros frescos.. La mañana ya estaba hecha y la caza que dejemos hoy en el campo, estará mañana para hacernos correr y soñar.

Al llegar al coche saco del morral el perdigón que tanto trabajo a costado cobrar y es entonces cuando me percato de unas motitas que tiene en las plumas inferiores de la cola. Me pregunto…¿Será gallo banda? Ante la duda llamo por teléfono a un amigo que entiende mucho, ya que, la caza es su gran pasión. Le cuento lo sucedido y me dice que puede ser perfectamente un Gallo Banda, ya que, éstos son viejos, suelen tener dos o tres espolones en cada pata y siempre salen los primeros o como en mi caso, los últimos y en dirección contraria a la dirección por la cual han volado las demás, para así, llamar la atención de cualquier amenaza y alejarla lo más posible del bando, también me dijo que estas motitas solo le salen a los machos salvajes, a las perdices criadas en cautividad no le salen. Al decirme esto, una gran alegría recorría mi cuerpo…!Había abatido mi primer Gallo Banda!

Besos y caricias le daba a mi perrita ¡todo ha sido gracias a ella!

Al llegar a casa, se la enseño a mi abuela y me dice que la pele que da tiempo ha echarla en la cazuela… Pero rápido le dije que esa perdiz no se la iba a comer nadie, porque tengo intención de disecarla y así, tenerla de recuerdo para siempre.

Juan Rodríguez Pajares


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