Entrevista a David Attenborough, la cara del Planeta Tierra

23 noviembre, 2016 • Naturaleza

Tiene la misma edad que la Reina Isabel (90 años) y despierta entre los británicos la misma reverencia. Unos le llaman el nuevo Darwin, otros se refieren a él como nuestro tesoro nacional. Su renombre es tal que ha prestado su apellido a un pariente prehistórico del león que vivió hace 18 millones de años y cuyo fósil fue encontrado recientemente en Australia: el Microleo Attenboroughi.

EL MUNDO habla con Sir David Attenborough, la voz de la naturaleza. Oírle entonar una frase es como viajar mágicamente a las Islas Galápagos, a las cumbres del Himalaya, a la jungla de Madagascar o al desierto de Sonora: algunos de los escenarios de Planeta Tierra II, la serie documental de la BBC que este miércoles llega a España a través de un canal de pago (22.00 horas), tras batir récords de audiencia en el Reino Unido. El mérito no es suyo, advierte. Al fin y al cabo, su función se ha limitado a ejercer de padrino y poner el acento celestial a las imágenes más fascinantes jamás filmadas del mundo natural.

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¿Cómo empezó su pasión por la naturaleza?

Coleccionando fósiles. Llegué a tener mi propio museo de niño. Me encantaba imaginar cómo habría sido la vida en nuestro planeta hace millones de años. Esa pasión me persigue hasta ahora.

¿Cuál es el secreto para mantener esa curiosidad de niño a los 90?

Imagino que es el afán por explorar. La naturaleza es como un baúl de sorpresas. Cuando crees que lo has visto todo, siempre hay algo más. Ojalá que la Tierra fuera más grande, o que tuviéramos otro planeta aquí cerca para seguir explorando. Pero sólo tenemos un planeta y más nos vale cuidarlo.

En el arranque de la serie le vemos en globo, siguiendo de cerca a las águilas reales y sobrevolando los Alpes. ¿Hasta dónde ha llegado esta vez su afán explorador?

No tan lejos como yo habría querido. Los 90 años pesan lo suyo y no estoy ya en condiciones para visitar 40 países en tres años, y soportar la condiciones de la isla Zavodovski en la Antártida (donde llegan a vivir más de un millón de pingüinos) o los rigores de la noche en la jungla (para volver a ver el milagro de la vida luminiscente). Digamos que esta vez he sido la voz en off de la naturaleza, procurando no hablar mucho, porque las imágenes que han capturado nuestros equipos son realmente increíbles.

El primer Planet Earth deslumbró por ofrecer la vista del águila. Esta vez el acercamiento es más íntimo.

Hemos buscado una experiencia inmersiva. La tecnología nos permite hacer cosas que eran impensables hace unos años. Gracias a las cámaras-trampa hemos podido acercanos por primera vez a los leopardos de las nieves. Los drones nos han permitido llegar a lugares inalcanzables. Las cámaras de ultra alta definición son cada vez más pequeñas y fácilmente manejables. Tenemos realmente la oportunidad de avanzar de rama en rama con los monos-araña o de nadar con el perezoso enano a la busca de la hembra. Es increíble cómo la televisión ha sido capaz de cambiar nuestra percepción del mundo natural. Y cómo sigue ejerciendo un tremendo poder magnético en grandes y pequeños.

Le acusan de humanizar a los animales. Defiéndase.

Es que la vida es un drama, desde mucho antes de los tiempos de Shakespeare. La lucha por la supervivencia es real. Los animales tienen emociones. La violencia forma parte de su menú diario. Y también el sexo, aunque algo más ocasionalmente. En la serie podemos casi sentir la angustia de la rana transparente de Costa Rica mientras protege los huevos y sacude con sus ancas a las avispas que vienen a comérselos. La jungla es el lugar más competitivo de la Tierra. Y quien habla de la jungla habla de las ciudades, a las que dedicamos el último capítulo de la serie. Es inaudito ver a los leopardos y a las hienas, a los macacos y a los langures, reclamando su propio espacio y adaptándose a los hábitats esencialmente humanos.

Después de vivir la serie desde dentro, ¿cuál es su animal predilecto?

El que más me fascina, el que me sorprende constantemente y hace que se me salten las lágrimas, es el animal humano a la edad de tres años. Es increíble la capacidad para absorberlo todo que tiene un niño a esa edad, la velocidad a la que aprende, su capacidad para manipularte. Sin duda, es el animal más maravilloso. Aunque he de reconocer que después de Planet Earth II tengo una especial simpatía por las iguanas marinas. Escapar de esa manera, y recién nacidas, a la persecución de las serpientes, es una proeza de dimensiones épicas.

Pese a su admiración por la especie humana, usted ha sido muy crítico con nuestro impacto en la naturaleza.

Es que somos muchos. La población mundial se ha multiplicado por tres desde que empecé a hacer documentales y la mancha humana se nota cada vez más. Cuando pienso en mis nietos, me pregunto cómo será la vida en la Tierra en 2050, cuando superemos los 9.000 millones de habitantes. Los humanos nos hemos convertido en una plaga. Estoy convencido de que si no encontramos la manera de autorregularnos, la naturaleza lo hará por nosotros. Me refiero sobre todo a medidas voluntarias para regular la población, a partir de la educación sexual y del empoderamiento de las mujeres. Algo tenemos que hacer, porque estamos causando una extinción masiva de especies y una desaparición de espacios naturales, de los que depende nuestra propia existencia.

¿Qué le parece la propuesta para rebautizar nuestra era como el Antropoceno?

Como biólogo, me parece un concepto muy interesante. Se trata en el fondo de reconocer y dejar constancia del impacto que estamos teniendo en el planeta. Todos los animales modifican en mayor o menor medida su entorno. Pero ninguna especie ha hecho nunca lo que estamos haciendo nosotros, a esta escala y a esta velocidad.

Su voz se une a la de varios expertos en el documental In this climate. ¿Qué les diría a quiénes dudan del cambio climático?

Hay que ser muy dogmático o tener una mente muy cerrada para resistirse a ver la evidencia abrumadora de que el planeta se está calentando. Yo recuerdo cuándo hicimos los primero documentales en la BBC sobre el tema: teníamos que ser extremadamente cautos porque entonces no teníamos suficientes pruebas. Pero los datos sobre la subida de las temperaturas y los episodios de clima extremo en el siglo XXI son muy preocupantes. Hay días en los que me siento bastante aprensivo ante el futuro.

¿No hace falta también un cambio de narrativa ante el cambio climático? ¿Hasta qué punto Planet Earth II puede contribuir a crear conciencia ante lo que está pasando?

Le voy a explicar lo que no podemos hacer. La manera infalible de perder audiencia es decirle a la gente: «Ahora os vamos a mostrar algo maravilloso», y a continuación: «Ahora os vamos a mostrar cómo lo estáis arruinando». Nuestra aproximación es distinta. En casi todos los episodios hay referencias a las especies en peligro y a la desaparición de los hábitats naturales. Pero la misión de la serie no es caer en el dogmatismo. En todo caso, inculcar el amor a la naturaleza. Es lo mejor que podemos hacer si queremos conservarla.

¿Qué siente cuando le llaman tesoro nacional o el nuevo Darwin?

Todas las alabanzas son inmerecidas. Yo no he hecho nada más que observar y contar lo que tenemos, y he tenido la suerte de asistir al nacimiento de la televisión.

Carlos Fresneda para elmundo.es


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