El animalismo radical de la sociedad actual deforma la realidad

24 mayo, 2018 • Miscelánea

Tener mascotas exóticas altera la biodiversidad y puede acabar con otras especies: cotorras, loros, periquitos y demás especies exóticas desplazan a las especies autóctonas.

«No entiendo cómo una actividad bien reglamentada y controlada como la caza no puede utilizarse en beneficio del medio ambiente, pero, en fin, estamos llenos de prejuicios».

No queda casi ningún ecosistema terrestre que el hombre no haya alterado profundamente. En ocasiones de forma involuntaria, otras por catástrofes provocadas, otras por necesidad de supervivencia. Pero entre las causas más evitables y absurdas está la afición de algunos a poseer mascotas exóticas que acaban liberando en el entorno.

Otras veces la desaparición de depredadores naturales, junto con el abandono de zonas rurales por el hombre, hace dispararse las poblaciones de algún animal. Hace poco, escuchando un programa de radio, un naturalista radical respondía a una oyente sobre la plaga de jabalíes que en estos días se observa en las cercanías de Barcelona. No queda otra opción que la de reducir dicha población, pero no encontraba palabras adecuadas que fueran suficientemente inocuas para explicar cómo. Por supuesto, nada de cazadores, y yo me pregunto: ¿cómo?, pues, ¿aplicando la muerte digna al jabalí? No entiendo cómo una actividad bien reglamentada y controlada como la caza no puede utilizarse en beneficio del medio ambiente, pero, en fin, estamos llenos de prejuicios. Si resulta que acabamos de estropear el ecosistema, pero luego se prohíbe restaurarlo con métodos que, por otro lado, la humanidad ha venido realizando desde siempre, estamos apañados.

Sin embargo, yo quería hablar de pájaros. Desde hace tiempo, en los parques de Madrid no dejamos de ver una serie de pájaros que son de procedencia muy lejana: cotorras, loros, periquitos y demás especies exóticas abundan en nuestros árboles y desplazan a nuestros queridos gorriones y a otras especies autóctonas, además de dañar muchas veces los propios árboles. Un artículo científico reciente publicado en el Royal Society Open Science por biólogos del centro de observación de Doñana llamaba la atención sobre un pequeño desastre ecológico ocurrido en el sevillano Parque de María Luisa.

El nóctulo mayor es el murciélago más grande de Europa. Está catalogado como “vulnerable” en la lista de especies amenazadas, pero durante muchos años estos mamíferos alados encontraron refugio en los huecos de los árboles en el Parque de María Luisa en Sevilla. Hace unos años, comenzaron a aparecer muertos. Los cadáveres fueron encontrados con agujeros en sus alas. ¿Quién era responsable de estos feroces ataques? Los culpables resultaron ser otros habitantes del parque, en principio simpáticos y bellos pero invasores: los periquitos de anillo rosa, que también hacen sus nidos en los huecos de los árboles. Cuando los científicos comenzaron a estudiar los murciélagos, hace más de 15 años, no prestaron mucha atención a estos competidores. Pero ahora hay miles de ellos (se calcula que más de 3.000) y están sacando a los murciélagos de sus agujeros, matando a algunos y tomando el control de los árboles donde alguna vez vivieron los nóctulos. La colonia de nóctulos está en peligro y es una de las mayores de toda Europa. No es que nos caigan mejor los murciélagos gigantes que los periquitos, es simplemente un ejemplo de los riesgos que corremos al presionar al extremo los ecosistemas. En el caso que nos ocupa, la invasión de periquitos pudo tener su origen en la confiscación de diez de estos pájaros de una tienda de mascotas hacia 1990. Los diez pájaros fueron irresponsablemente liberados y hoy vemos las consecuencias. Posiblemente, en aquellos años nadie hubiera previsto que soltar diez periquitos podía ocasionar la pérdida de una colonia de una especie amenazada. Pero la realidad es que los investigadores han podido observar los ataques a los nóctulos y los desplazamientos de sus nidos, que se han visto disminuidos en un 80 % desde 2012. La población de los nóctulos se ha reducido a la mitad en este tiempo.

Vayamos al punto que me parece crucial. Los investigadores hicieron un plan para que el ayuntamiento erradicara a los periquitos. ¿Por qué no se puso en práctica? No fue por falta de medios o presupuesto, sino por temor a las reacciones de los ciudadanos, ya que los periquitos son simpáticos pajarillos y hoy día cualquier administración teme estas reacciones. No sirven los nidos artificiales que se han instalado para los nóctulos, no los utilizan. Pero más que el ejemplo concreto este es un caso paradigmático.

Con tanta cultura Disney sobre los animales, personificación de los mismos con asignación de cualidades exclusivamente humanas y elevación de sus presuntos derechos se ha establecido una visión totalmente tergiversada de lo que es la naturaleza y, paradójicamente, el radicalismo integrista en la defensa de los animales conduce a profundos daños medioambientales. Tanto en el caso de los jabalíes como en el de los periquitos de Sevilla y, como posiblemente, en el de las cotorras y loros que campan a sus anchas por los parques de Madrid, hay que aplicar lo que los técnicos nos dicen, que para eso saben del asunto.

El animalismo que padecemos es una tendencia radical de origen eminentemente acomodado que, aunque no tenga mala intención, deforma tan grotescamente la realidad que puede ser muy nociva.

En un mundo en el que la biodiversidad está amenazada, entre otras causas por el movimiento artificial de especies y mascotas exóticas de aquí para allá, ¿no sería una postura mucho más responsable la de autorrestringir nuestros deseos de mascotas exóticas? ¿No es mejor renunciar a tener mascotas exóticas que poner en riesgo nuestro entorno? El placer de disfrutar de un animal de compañía, que además tendemos a transportar en nuestros desplazamientos, es un beneficio que no parece tan valioso como para que no podamos renunciar a él en aras una mejor conservación. Los que poseen este tipo de animales a veces se definen como grandes amantes de la naturaleza. Quizá la mejor muestra de amor fuera para ellos la renuncia.

Javier Pérez Castells para eldebatedehoy.es


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